/ viernes 14 de enero de 2022

Preocupante

Entre muchos focos rojos que se encienden en el tablero de nuestro ambiente, deberíamos poner atención a la falta de motivación que suele presentar un elevado porcentaje de niños y jóvenes. Esto no es lo mismo que falta de deseo de tener más cosas, experiencias e ilusiones, pues eso no les falta; me refiero al propósito firme y tenaz de luchar por conseguir lo que les gustaría tener, es decir, a la capacidad de esfuerzo requerido para superar las dificultades y también para mantener el ánimo de forma permanente hasta lograr sus objetivos.

Los factores que concurren en la debilidad de carácter son muy variados. Por una parte, tenemos a unos padres de familia que se esmeran en darles a sus hijos lo que éstos les piden; un tsunami de imágenes en los medios electrónicos que les provocan falsas necesidades; los complejos provocados al no poder competir con lo que tienen sus amigos y compañeros; y todo ello, agigantado por la mercadotecnia. Es en este ambiente donde se engendran los sentimientos de frustración e inseguridad, que alimentan el miedo a no estar a la altura de las circunstancias.

De lo anterior se pueden derivar actitudes de reclamo y agresión a sus padres, a la sociedad y a los profesores. Muchos suelen estar convencidos de que es injusto que no sean más guapos, más reconocidos, más admirados y más ricos, pues ellos se merecen todo eso y mucho más. Por otra parte, la hipersensibilidad ante la injusticia es una característica de los menores. ¿Por qué a mí? ¿Por qué ellos sí, y yo no? ¿Por qué tengo que sufrir y trabajar cuando otros disfrutan y son felices? Aquí se manifiesta la inmadurez de quienes no aceptan su realidad.

Se han equivocado aquellos que afirmaban que lo más importante es dar información a los niños —e incluso, estimulación temprana a los bebés—, olvidando el fomento de las virtudes que hacen crecer al ser humano, capacitándolo para trabajar en equipo en la búsqueda de intereses grupales (familia, sociedad…) lo cual requiere una lucha constante contra el egoísmo, la comodidad y el orgullo. Pero, ¿cómo transmitir esos esquemas de vida, cuando los adultos nos portamos como niños caprichosos?

Hay otro nivel más profundo en el deterioro del ser humano: el de los vicios que secuestran la voluntad, impidiendo así cualquier esfuerzo para dirigirnos al bien. Baste en este sentido saber que de acuerdo con los resultados de una investigación —entre muchas otras sobre el tema— podemos saber que, con un poco de consumo de mariguana de forma semanal, o mensual, se altera la zona del cerebro que maneja las motivaciones. Este dato lo comenta la Dra. Marian Rojas-Estapé, psiquiatra de la Universidad de Navarra. Todos sabemos que cuando se cae en el alcohol, las drogas, el sexo, la pornografía, el juego, y otros hábitos negativos, todo cambia. En muchos casos es como saltar al vacío, ya no hay vuelta atrás.

¡Pobres jóvenes que no tienen guías coherentes que vayan por delante, animando a seguirlos por medio del buen ejemplo, y muchas veces sólo escuchan los reproches de sus malas acciones, sin entender que los mayores debemos abrir los caminos luminosos y alegres que puedan motivarlos a sacar lo mejor de ellos mismos!

Por otra parte, está la falta de sentido de trascendencia, pues hemos olvidado que estamos vivos porque así Dios lo decidió, y pasamos por este mundo para poder ganarnos el premio que Él nos tiene prometido si le somos fieles.

Cuando perdemos de vista a Dios, nuestras vidas se vacían de sentido, y entonces entendemos el porqué de la pérdida de respeto a la vida humana, a la familia y a los demás.


www.padrealejandro.org


Entre muchos focos rojos que se encienden en el tablero de nuestro ambiente, deberíamos poner atención a la falta de motivación que suele presentar un elevado porcentaje de niños y jóvenes. Esto no es lo mismo que falta de deseo de tener más cosas, experiencias e ilusiones, pues eso no les falta; me refiero al propósito firme y tenaz de luchar por conseguir lo que les gustaría tener, es decir, a la capacidad de esfuerzo requerido para superar las dificultades y también para mantener el ánimo de forma permanente hasta lograr sus objetivos.

Los factores que concurren en la debilidad de carácter son muy variados. Por una parte, tenemos a unos padres de familia que se esmeran en darles a sus hijos lo que éstos les piden; un tsunami de imágenes en los medios electrónicos que les provocan falsas necesidades; los complejos provocados al no poder competir con lo que tienen sus amigos y compañeros; y todo ello, agigantado por la mercadotecnia. Es en este ambiente donde se engendran los sentimientos de frustración e inseguridad, que alimentan el miedo a no estar a la altura de las circunstancias.

De lo anterior se pueden derivar actitudes de reclamo y agresión a sus padres, a la sociedad y a los profesores. Muchos suelen estar convencidos de que es injusto que no sean más guapos, más reconocidos, más admirados y más ricos, pues ellos se merecen todo eso y mucho más. Por otra parte, la hipersensibilidad ante la injusticia es una característica de los menores. ¿Por qué a mí? ¿Por qué ellos sí, y yo no? ¿Por qué tengo que sufrir y trabajar cuando otros disfrutan y son felices? Aquí se manifiesta la inmadurez de quienes no aceptan su realidad.

Se han equivocado aquellos que afirmaban que lo más importante es dar información a los niños —e incluso, estimulación temprana a los bebés—, olvidando el fomento de las virtudes que hacen crecer al ser humano, capacitándolo para trabajar en equipo en la búsqueda de intereses grupales (familia, sociedad…) lo cual requiere una lucha constante contra el egoísmo, la comodidad y el orgullo. Pero, ¿cómo transmitir esos esquemas de vida, cuando los adultos nos portamos como niños caprichosos?

Hay otro nivel más profundo en el deterioro del ser humano: el de los vicios que secuestran la voluntad, impidiendo así cualquier esfuerzo para dirigirnos al bien. Baste en este sentido saber que de acuerdo con los resultados de una investigación —entre muchas otras sobre el tema— podemos saber que, con un poco de consumo de mariguana de forma semanal, o mensual, se altera la zona del cerebro que maneja las motivaciones. Este dato lo comenta la Dra. Marian Rojas-Estapé, psiquiatra de la Universidad de Navarra. Todos sabemos que cuando se cae en el alcohol, las drogas, el sexo, la pornografía, el juego, y otros hábitos negativos, todo cambia. En muchos casos es como saltar al vacío, ya no hay vuelta atrás.

¡Pobres jóvenes que no tienen guías coherentes que vayan por delante, animando a seguirlos por medio del buen ejemplo, y muchas veces sólo escuchan los reproches de sus malas acciones, sin entender que los mayores debemos abrir los caminos luminosos y alegres que puedan motivarlos a sacar lo mejor de ellos mismos!

Por otra parte, está la falta de sentido de trascendencia, pues hemos olvidado que estamos vivos porque así Dios lo decidió, y pasamos por este mundo para poder ganarnos el premio que Él nos tiene prometido si le somos fieles.

Cuando perdemos de vista a Dios, nuestras vidas se vacían de sentido, y entonces entendemos el porqué de la pérdida de respeto a la vida humana, a la familia y a los demás.


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