/ miércoles 1 de mayo de 2019

Presidente oligarca

“Todo el mundo conviene hijo mío, en que no hay nada menos honorable que desdecirse de lo que se había anticipado”. Luis XIV


Solemos despreciar a la política, a pesar de que es parte sustantiva del territorio de la ética. La imprudencia tiene por resultado el arrepentimiento y la mala fe, y todo hombre que se compromete de modo poco razonable en poco tiempo es capaz de retractarse sin vergüenza. En efecto, políticos hay que ofrecen, prometen y con marcado cinismo se desmarcan del contenido demagógico de sus discursos. Por otro lado, los ciudadanos reclaman y exigen al presidente oligarca el cumplimiento cabal de su retórica, que al avanzar su gestión se retuerce como serpiente enfurecida.

Somos ciudadanos adultos para succionarnos el dedo con el dicho: “Todo lo malo lo hicieron los que me antecedieron”. “Me comprometo que en seis meses acabaré con la violencia en México”. (Otra más). Mientras no se conozcan las causas reales y no supuestas de los fenómenos sociales, será difícil poder comprenderlos y resolverlos. El mago Merlín es una leyenda, Superman un cómic y, así seguiríamos mencionando superhéroes, empero la cruel realidad es que la violencia del crimen organizado crece y se burla de las instituciones nacionales.

La era de los caudillos de nuestra nación perduró casi todo el siglo XIX, y principios del XX. Guerras civiles, asonadas, golpes de Estado, inestabilidad social y económica, tuvo un fuerte golpe en el restaurante “La Bombilla”, donde fue asesinado el caudillo Álvaro Obregón. La Revolución trajo una era de paz social que permitió el desarrollo social y económico. El dictador no reporta resultado de su tarea y sin vergüenza se retracta de sus dichos, apoyado en sus pandillas de oportunistas, dejando a los ciudadanos de sorpresa en sorpresa.

Con trenecitos y aeropuertos sin planificación previa, quiere justificar sus constantes violaciones a la ley. Sus futuros votos los está extrayendo de los emigrantes extranjeros, a costa del erario que integramos los ciudadanos cumplidos. Por cierto, con las becas, ¿sabe usted amable lector, cuándo acabará la pobreza? Nunca.


“Todo el mundo conviene hijo mío, en que no hay nada menos honorable que desdecirse de lo que se había anticipado”. Luis XIV


Solemos despreciar a la política, a pesar de que es parte sustantiva del territorio de la ética. La imprudencia tiene por resultado el arrepentimiento y la mala fe, y todo hombre que se compromete de modo poco razonable en poco tiempo es capaz de retractarse sin vergüenza. En efecto, políticos hay que ofrecen, prometen y con marcado cinismo se desmarcan del contenido demagógico de sus discursos. Por otro lado, los ciudadanos reclaman y exigen al presidente oligarca el cumplimiento cabal de su retórica, que al avanzar su gestión se retuerce como serpiente enfurecida.

Somos ciudadanos adultos para succionarnos el dedo con el dicho: “Todo lo malo lo hicieron los que me antecedieron”. “Me comprometo que en seis meses acabaré con la violencia en México”. (Otra más). Mientras no se conozcan las causas reales y no supuestas de los fenómenos sociales, será difícil poder comprenderlos y resolverlos. El mago Merlín es una leyenda, Superman un cómic y, así seguiríamos mencionando superhéroes, empero la cruel realidad es que la violencia del crimen organizado crece y se burla de las instituciones nacionales.

La era de los caudillos de nuestra nación perduró casi todo el siglo XIX, y principios del XX. Guerras civiles, asonadas, golpes de Estado, inestabilidad social y económica, tuvo un fuerte golpe en el restaurante “La Bombilla”, donde fue asesinado el caudillo Álvaro Obregón. La Revolución trajo una era de paz social que permitió el desarrollo social y económico. El dictador no reporta resultado de su tarea y sin vergüenza se retracta de sus dichos, apoyado en sus pandillas de oportunistas, dejando a los ciudadanos de sorpresa en sorpresa.

Con trenecitos y aeropuertos sin planificación previa, quiere justificar sus constantes violaciones a la ley. Sus futuros votos los está extrayendo de los emigrantes extranjeros, a costa del erario que integramos los ciudadanos cumplidos. Por cierto, con las becas, ¿sabe usted amable lector, cuándo acabará la pobreza? Nunca.