/ miércoles 27 de enero de 2021

Prioridad en la emergencia

Existe, en derredor de la emergencia sanitaria, una numeralia por demás impresionante que ha dejado a su paso, una estela de dolor, muerte e incertidumbre en todo el mundo, dejando ver, entre otras cosas, la situación lamentable en que se encuentran los sistemas de salud luego de más de treinta años de un neoliberalismo voraz.

De acuerdo con el Centro de Recursos para el seguimiento del coronavirus de la Universidad Johns Hopkins, a la fecha de escribir este artículo, el mundo supera los dos millones cien mis muertes, de los cuales nuestro país llega ya a los ciento cincuenta mil fallecidos, espacio en donde es cada vez más evidente la cercanía en familiares, amigos y conocidos que han pasado por sus efectos nocivos.

En el ámbito educativo, los problemas parecen tener varias aristas, por una parte, el dolor que provoca el efecto directo en las familias de los más de 32 millones de estudiantes de todos los niveles y, específicamente en la educación básica, del millón 225 mil 341 docentes que viven día a día situaciones a las que se enfrentan para tratar de mitigar los efectos emocionales que impactan sin duda en el aprendizaje.

Hablando del dolor en el magisterio, la situación no ha sido menor, pues, de acuerdo con datos dados a conocer la semana pasada por parte del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), casi tres mil docentes han fallecido y más de 30 mil contagiados por el virus.

Por otra parte, los casi tres millones de estudiantes que han “desaparecido” de las aulas virtuales en el país, nos brindan la sensación de una lamentable realidad que sucumbe nuestro Sistema Educativo, la pandemia ha trastocado con mayor medida a quienes menos tienen, quienes además, pierden cualquier oportunidad de avanzar en cualquier sentido por el aislamiento que, si añadimos que el 10% de las niñas y niños tuvieron que trabajar, aumenta el grado del daño que se presenta en este segmento de la población.

En este sentido, con la llegada de la vacuna presenta una esperanza importante no solamente para la sociedad en pleno, sino para la educación en particular, de empezar a paliar los efectos nocivos de la pandemia que no solo se reducen a los efectos directos, sino a los colaterales que tienen un gran peso, sobre todo cuando pensamos en el futuro de la sociedad, de tal modo que resulta imprescindible que, como está ocurriendo con las y los docentes de Campeche, una vez que estén dadas las condiciones sanitarias, de riesgo y epidemiológicas, se contemple al magisterio como un sector prioritario fundamental en el proceso que viene en el corto y mediano plazos.

Hoy más que nunca se requiere contar en el magisterio con las condiciones de seguridad mínimas si es que se visualiza en el corto o mediano plazo un eventual regreso a las aulas, y ello solo ocurrirá si se privilegia adecuadamente los esfuerzos para que ello ocurra en el marco de una certeza sanitaria para que se den dichas condiciones.

manuelnavarrow@gmail.com

https://manuelnavarrow.com

Existe, en derredor de la emergencia sanitaria, una numeralia por demás impresionante que ha dejado a su paso, una estela de dolor, muerte e incertidumbre en todo el mundo, dejando ver, entre otras cosas, la situación lamentable en que se encuentran los sistemas de salud luego de más de treinta años de un neoliberalismo voraz.

De acuerdo con el Centro de Recursos para el seguimiento del coronavirus de la Universidad Johns Hopkins, a la fecha de escribir este artículo, el mundo supera los dos millones cien mis muertes, de los cuales nuestro país llega ya a los ciento cincuenta mil fallecidos, espacio en donde es cada vez más evidente la cercanía en familiares, amigos y conocidos que han pasado por sus efectos nocivos.

En el ámbito educativo, los problemas parecen tener varias aristas, por una parte, el dolor que provoca el efecto directo en las familias de los más de 32 millones de estudiantes de todos los niveles y, específicamente en la educación básica, del millón 225 mil 341 docentes que viven día a día situaciones a las que se enfrentan para tratar de mitigar los efectos emocionales que impactan sin duda en el aprendizaje.

Hablando del dolor en el magisterio, la situación no ha sido menor, pues, de acuerdo con datos dados a conocer la semana pasada por parte del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), casi tres mil docentes han fallecido y más de 30 mil contagiados por el virus.

Por otra parte, los casi tres millones de estudiantes que han “desaparecido” de las aulas virtuales en el país, nos brindan la sensación de una lamentable realidad que sucumbe nuestro Sistema Educativo, la pandemia ha trastocado con mayor medida a quienes menos tienen, quienes además, pierden cualquier oportunidad de avanzar en cualquier sentido por el aislamiento que, si añadimos que el 10% de las niñas y niños tuvieron que trabajar, aumenta el grado del daño que se presenta en este segmento de la población.

En este sentido, con la llegada de la vacuna presenta una esperanza importante no solamente para la sociedad en pleno, sino para la educación en particular, de empezar a paliar los efectos nocivos de la pandemia que no solo se reducen a los efectos directos, sino a los colaterales que tienen un gran peso, sobre todo cuando pensamos en el futuro de la sociedad, de tal modo que resulta imprescindible que, como está ocurriendo con las y los docentes de Campeche, una vez que estén dadas las condiciones sanitarias, de riesgo y epidemiológicas, se contemple al magisterio como un sector prioritario fundamental en el proceso que viene en el corto y mediano plazos.

Hoy más que nunca se requiere contar en el magisterio con las condiciones de seguridad mínimas si es que se visualiza en el corto o mediano plazo un eventual regreso a las aulas, y ello solo ocurrirá si se privilegia adecuadamente los esfuerzos para que ello ocurra en el marco de una certeza sanitaria para que se den dichas condiciones.

manuelnavarrow@gmail.com

https://manuelnavarrow.com