/ martes 10 de septiembre de 2019

Prolegómenos de la Independencia

El árbol de la libertad sólo crece cuando se riega con la sangre del tirano”. Bertrand Barere


Los procesos históricos deben estudiarse por sus contradicciones económicas y sociales. En el siglo XVII el Imperio Colonial Español decayó sensiblemente, a pesar de los enormes territorios que tenían férreamente dominados, merced al sistema feudal que vivía en esa época. Dentro de la monarquía absoluta existía otro Estado: la Iglesia Católica y ambos sostenían sus lujosas y onerosas cortes, con los pesados impuestos y con la cruel explotación de masas trabajadoras de peones laboríos, barreteros de las minas, artesanos, rancheros y comerciantes. Al arribar los Borbones al trono y dejarlo los Habsburgo, iniciaron acciones estrictas para exprimir aún más, a las colonias, con nuevos impuestos y gabelas. Tanto la metrópoli, como las colonias sintieron el apremio económico a que los sometieron los monarcas españoles.

Los propietarios criollos sintieron la transformación borbónica, y el rey Carlos III expulsó de su imperio a los jesuitas, que poseían buenas tierras y empresas productivas que no pagaban impuestos. Esta era la situación económica del Imperio Español. A principios del siglo XIX, brotaron en las colonias y, en la España misma, conspiraciones y grupos sediciosos contra el régimen. Ya se mencionaba el concepto “independencia” y se organizaban grupos encabezados por la masonería. La invasión napoleónica de la Península Íbérica en 1808, detonó que el rey Carlos IV, exigiera a las colonias impuestos extraordinarios, para la guerra. El descontento se generalizó en las capas de criollos, militares y religiosos de bajo rango, pero la Real Audiencia y el ejército de línea, mantenían un poder fuerte, frente a los descontentos.

El Ayuntamiento de la Ciudad de México, con Francisco Primo de Verdad y Ramos y Juan Francisco Azcárate, enfrentó a la poderosa Audiencia dirigida por el opulento Gabriel de Yermo. La petición de nombrar una Junta Gubernativa, mientras recuperaba el trono el depuesto Carlos IV y de su hijo Fernando VII, fue enérgicamente rechazada por el Real Acuerdo. Los síndicos: Verdad y Ramos y Azcárate fueron aprehendidos, siendo asesinado el primero. Entre los enemigos de la Independencia, estuvo el canónigo Matías Monteagudo, que expresó: “Mientras en España quede una mula tuerta, ésa debe gobernar a los mexicanos”. Ya estamos en 1809.


El árbol de la libertad sólo crece cuando se riega con la sangre del tirano”. Bertrand Barere


Los procesos históricos deben estudiarse por sus contradicciones económicas y sociales. En el siglo XVII el Imperio Colonial Español decayó sensiblemente, a pesar de los enormes territorios que tenían férreamente dominados, merced al sistema feudal que vivía en esa época. Dentro de la monarquía absoluta existía otro Estado: la Iglesia Católica y ambos sostenían sus lujosas y onerosas cortes, con los pesados impuestos y con la cruel explotación de masas trabajadoras de peones laboríos, barreteros de las minas, artesanos, rancheros y comerciantes. Al arribar los Borbones al trono y dejarlo los Habsburgo, iniciaron acciones estrictas para exprimir aún más, a las colonias, con nuevos impuestos y gabelas. Tanto la metrópoli, como las colonias sintieron el apremio económico a que los sometieron los monarcas españoles.

Los propietarios criollos sintieron la transformación borbónica, y el rey Carlos III expulsó de su imperio a los jesuitas, que poseían buenas tierras y empresas productivas que no pagaban impuestos. Esta era la situación económica del Imperio Español. A principios del siglo XIX, brotaron en las colonias y, en la España misma, conspiraciones y grupos sediciosos contra el régimen. Ya se mencionaba el concepto “independencia” y se organizaban grupos encabezados por la masonería. La invasión napoleónica de la Península Íbérica en 1808, detonó que el rey Carlos IV, exigiera a las colonias impuestos extraordinarios, para la guerra. El descontento se generalizó en las capas de criollos, militares y religiosos de bajo rango, pero la Real Audiencia y el ejército de línea, mantenían un poder fuerte, frente a los descontentos.

El Ayuntamiento de la Ciudad de México, con Francisco Primo de Verdad y Ramos y Juan Francisco Azcárate, enfrentó a la poderosa Audiencia dirigida por el opulento Gabriel de Yermo. La petición de nombrar una Junta Gubernativa, mientras recuperaba el trono el depuesto Carlos IV y de su hijo Fernando VII, fue enérgicamente rechazada por el Real Acuerdo. Los síndicos: Verdad y Ramos y Azcárate fueron aprehendidos, siendo asesinado el primero. Entre los enemigos de la Independencia, estuvo el canónigo Matías Monteagudo, que expresó: “Mientras en España quede una mula tuerta, ésa debe gobernar a los mexicanos”. Ya estamos en 1809.