/ viernes 1 de octubre de 2021

Próximas elecciones

Hablándose cada día más de política y candidatos a la Presidencia de la República y sin mucho de dónde escoger, se hacen convenientes algunas reflexiones.

El progreso social no se logrará, contrario a lo que algunos puedan decir, con la destrucción del sistema capitalista, o “neoliberal” como ahora le llaman, sino al contrario, será con su desarrollo, mejoramiento y la conciencia de darle al ser humano el lugar que siempre le ha pertenecido, pero que no necesariamente ha logrado. El país se encuentra en el punto específico en el que para prosperar y sobrevivir, el capital tendrá que adoptar una política clara, favorable y de beneficio al orden social.

Dicho orden social exige que cada ser humano tenga acceso a una porción de la riqueza en general, sin que se le prohíba a las personas luchar por tener más, siempre y cuando esto se logre con el trabajo honrado. Todo un reto para aquellos ya acostumbrados al dinero fácil, al trabajo mediocre, al delito y a la ilegalidad.

El mexicano se porta como en aquel cuento de los cerditos a los que les es arrojada una gran cantidad de comida, suficiente y hasta de sobra para todos. Los que llegaron primero tomaron el primer gran bocado y corrieron a comérselo a solas. Los demás cerdos, acostumbrados a vivir del vecino, se abalanzaron sobre los que ya saboreaban el manjar. Pronto se desató toda una trifulca. Mordidas, carreras y chillidos invadieron el chiquero. Y la comida, en el centro de todo aquello sin quien la tocara.

Pasa igual en el país. Se insultan y casi se matan por quitarse los unos a los otros cualquier cosa, aunque ésta casi no tenga valor, habiendo cosas buenas para todos y que las podríamos tener con sólo voltear hacia donde están. En el campo, ninguna semilla germina por decreto ni por castigo ni por amenazas. Si se le da el suficiente calor, riego y buena tierra, ésta se desarrolla, esto es, si no está vacía.

El progreso social es severamente afectado cuando es dirigido por populistas, aunque parezcan bien intencionados, al estilo Hugo Chávez, Díaz Canel o López Obrador, pues notoriamente terminan en quiebra. Pasan a ser enemigos del progreso social. Existen dos formas en que se desperdicia el dinero y el esfuerzo de todos. Una es despilfarrándolo en proyectos y obras que aportan solamente a la imagen del “benefactor” o guardándolo por avaricia. El dinero, como los talentos no debe ser enterrado, sino hay que dejarlo que galope bajo buenas riendas.

Gastar el dinero en forma personal o nacional es muy fácil. Nos causa una agradable sensación el comprar cosas. Se nos facilita tanto que a veces hasta gastamos lo que no tenemos. El gastarlo adecuadamente es todo un arte. Es imposible ser ricos mientras gastemos más de lo que ganamos. Difícil es ser pobres si gastamos menos de lo que generamos.

En las próximas elecciones votemos por aquel que puede ser capaz, sin populismo, de convertir la debilidad en fuerza, la ceguera en visión, la pereza en trabajo productivo, la discordia en armonía, el fracaso en triunfo y el desperdicio en riqueza.


Hablándose cada día más de política y candidatos a la Presidencia de la República y sin mucho de dónde escoger, se hacen convenientes algunas reflexiones.

El progreso social no se logrará, contrario a lo que algunos puedan decir, con la destrucción del sistema capitalista, o “neoliberal” como ahora le llaman, sino al contrario, será con su desarrollo, mejoramiento y la conciencia de darle al ser humano el lugar que siempre le ha pertenecido, pero que no necesariamente ha logrado. El país se encuentra en el punto específico en el que para prosperar y sobrevivir, el capital tendrá que adoptar una política clara, favorable y de beneficio al orden social.

Dicho orden social exige que cada ser humano tenga acceso a una porción de la riqueza en general, sin que se le prohíba a las personas luchar por tener más, siempre y cuando esto se logre con el trabajo honrado. Todo un reto para aquellos ya acostumbrados al dinero fácil, al trabajo mediocre, al delito y a la ilegalidad.

El mexicano se porta como en aquel cuento de los cerditos a los que les es arrojada una gran cantidad de comida, suficiente y hasta de sobra para todos. Los que llegaron primero tomaron el primer gran bocado y corrieron a comérselo a solas. Los demás cerdos, acostumbrados a vivir del vecino, se abalanzaron sobre los que ya saboreaban el manjar. Pronto se desató toda una trifulca. Mordidas, carreras y chillidos invadieron el chiquero. Y la comida, en el centro de todo aquello sin quien la tocara.

Pasa igual en el país. Se insultan y casi se matan por quitarse los unos a los otros cualquier cosa, aunque ésta casi no tenga valor, habiendo cosas buenas para todos y que las podríamos tener con sólo voltear hacia donde están. En el campo, ninguna semilla germina por decreto ni por castigo ni por amenazas. Si se le da el suficiente calor, riego y buena tierra, ésta se desarrolla, esto es, si no está vacía.

El progreso social es severamente afectado cuando es dirigido por populistas, aunque parezcan bien intencionados, al estilo Hugo Chávez, Díaz Canel o López Obrador, pues notoriamente terminan en quiebra. Pasan a ser enemigos del progreso social. Existen dos formas en que se desperdicia el dinero y el esfuerzo de todos. Una es despilfarrándolo en proyectos y obras que aportan solamente a la imagen del “benefactor” o guardándolo por avaricia. El dinero, como los talentos no debe ser enterrado, sino hay que dejarlo que galope bajo buenas riendas.

Gastar el dinero en forma personal o nacional es muy fácil. Nos causa una agradable sensación el comprar cosas. Se nos facilita tanto que a veces hasta gastamos lo que no tenemos. El gastarlo adecuadamente es todo un arte. Es imposible ser ricos mientras gastemos más de lo que ganamos. Difícil es ser pobres si gastamos menos de lo que generamos.

En las próximas elecciones votemos por aquel que puede ser capaz, sin populismo, de convertir la debilidad en fuerza, la ceguera en visión, la pereza en trabajo productivo, la discordia en armonía, el fracaso en triunfo y el desperdicio en riqueza.