/ martes 28 de agosto de 2018

Proyectos

Cuando algún proyecto de diferentes clases o circunscrito a distintos ámbitos se cancela o se modifica, se requiere tener claro para aquel o aquellos que lo desechan o lo varían, las razones de tal situación.

Tales proyectos pueden ser de tipo arquitectónico, cultural, político, social, económico, de vida, religioso, de obra pública o privada, de aspecto administrativo, de tarea estudiantil, etc.

Puede suceder que al revisar tales proyectos, no llenen las expectativas para lo que fueron elaborados o no las llenen para quienes se dirigen, o puede suceder que en el camino de su realización se encuentre una mejor solución y se modifique lo andado y se encarrile hacia ese fin.

En el ámbito “político” –y más allá de él- dos situaciones se ofrecen a los ojos de los ciudadanos: el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México y la Reforma Educativa.

El primer caso refiere a un proyecto ya en ejecución y su seguimiento o cancelación para cambiarlo por otro. El asunto, hasta el momento de escribir estas líneas, sigue en estudio. Destaca, sin embargo, la consulta primera a los expertos técnicos y financieros, y luego la conveniencia o no de efectuar un nuevo aeropuerto en otro lugar. No sabemos cuál será la decisión, pero el expresar que puede darse una consulta al pueblo nos parece fuera de lugar cuando en boca del primer mandatario electo se escuchó que no se guiaría por elementos políticos sino técnicos. La posible consulta –no se sabe cómo podrá llevarse a efecto en caso de hacerse- parece contradictoria con lo anterior.

En cuanto a la Reforma Educativa, iniciada por el gobierno aún en funciones, se menciona que ese proyecto quiere cancelarse. No se expresa qué se ofrecerá en su lugar o si las cosas se manejarán como estaban antes de iniciar la reforma. Son muchas las voces que se levantan contra esa cancelación, en relación con algunas –pocas- que pretenden derogarla. Se pide que –valga la redundancia- se reforme la reforma, es decir que se evalúe lo que pueda tener de bueno y se modifique aquello que lo sea menos o no lo sea, pero que continúe, se valide y se busque lo mejor para que la educación de nuestro país vaya adelante. Esta postura nos parece más congruente. Aquí sí conviene escuchar la voz de distintos sectores. ¿Lo ven?



Cuando algún proyecto de diferentes clases o circunscrito a distintos ámbitos se cancela o se modifica, se requiere tener claro para aquel o aquellos que lo desechan o lo varían, las razones de tal situación.

Tales proyectos pueden ser de tipo arquitectónico, cultural, político, social, económico, de vida, religioso, de obra pública o privada, de aspecto administrativo, de tarea estudiantil, etc.

Puede suceder que al revisar tales proyectos, no llenen las expectativas para lo que fueron elaborados o no las llenen para quienes se dirigen, o puede suceder que en el camino de su realización se encuentre una mejor solución y se modifique lo andado y se encarrile hacia ese fin.

En el ámbito “político” –y más allá de él- dos situaciones se ofrecen a los ojos de los ciudadanos: el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México y la Reforma Educativa.

El primer caso refiere a un proyecto ya en ejecución y su seguimiento o cancelación para cambiarlo por otro. El asunto, hasta el momento de escribir estas líneas, sigue en estudio. Destaca, sin embargo, la consulta primera a los expertos técnicos y financieros, y luego la conveniencia o no de efectuar un nuevo aeropuerto en otro lugar. No sabemos cuál será la decisión, pero el expresar que puede darse una consulta al pueblo nos parece fuera de lugar cuando en boca del primer mandatario electo se escuchó que no se guiaría por elementos políticos sino técnicos. La posible consulta –no se sabe cómo podrá llevarse a efecto en caso de hacerse- parece contradictoria con lo anterior.

En cuanto a la Reforma Educativa, iniciada por el gobierno aún en funciones, se menciona que ese proyecto quiere cancelarse. No se expresa qué se ofrecerá en su lugar o si las cosas se manejarán como estaban antes de iniciar la reforma. Son muchas las voces que se levantan contra esa cancelación, en relación con algunas –pocas- que pretenden derogarla. Se pide que –valga la redundancia- se reforme la reforma, es decir que se evalúe lo que pueda tener de bueno y se modifique aquello que lo sea menos o no lo sea, pero que continúe, se valide y se busque lo mejor para que la educación de nuestro país vaya adelante. Esta postura nos parece más congruente. Aquí sí conviene escuchar la voz de distintos sectores. ¿Lo ven?