/ sábado 29 de diciembre de 2018

Prudencia 2019

Sergio Armendáriz Chaparro

Se considera que los políticos se dedican a tender trampas a los hombres, más que ayudarles, se les juzga que son más hábiles que sabios. La experiencia les ha enseñado que habrá vicios mientras haya hombres.

Lo primera idea que se me vino a la mente al iniciar este escrito es desear que la prudencia, bien llamada la reina de las virtudes, sea la que predomine en nuestros gobernantes.

“Conviene, pues, hacerse una idea realista del ser humano para asumir adecuadamente la correspondiente virtud, y a tal efecto puede servirnos de enseñanza crítica”, dice Carlos Díaz en su libro “La virtud de la prudencia”, de quien me apoyaré sobre este profundo tema sin mencionarlo en cada párrafo.

Se esfuerzan en prevenir la malicia humana mediante recursos cuya eficacia ha demostrado una larga experiencia, y que los hombres suelen emplear cuando son guiados por el miedo más que por la razón. Así las cosas: ¿Qué debemos decir de la prudencia sin incurrir en excesos ni ruindades demoledoras…?

La prudencia exige virtud, la virtud exige prudencia. La prudencia es una virtud respetable, pues ella entra en escena a la hora de la verdad… que es la de la actuación. Enunciar las reglas de un juego es diferente de jugarlo: en cualquier juego hay quienes conocen muy bien sus reglas, pero siempre habrá quienes lo juegan muy mal.

Si una sociedad se deteriora moralmente, lo que necesita no son más filósofos o teóricos morales, sino más hombres buenos, es decir, más capaces de practicar la virtud en el momento adecuado, más personas prudentes.

Todas las virtudes están más que relacionadas con la prudencia, la prudencia a la vez está unida a todas las virtudes. La prudencia, en efecto, presupone la virtud. Para obrar bien hay que ser prudente, pero sólo puede ser prudente quien al mismo tiempo capta y quiere el bien.

La prudencia lo es cuando, y sólo cuando, se pone al servicio de un fin estimable (de lo contrario sería astucia), y ese fin será completamente virtuoso cuando se apoye en medios adecuados (de lo contrario se reduciría a buenos sentimientos).

Esto significa que no se es prudente sino en relación con alguna virtud moral, o sea que la prudencia presupone virtudes morales: la honestidad, la justicia, la sinceridad, etc., todas las cuales quieren el bien.

¿Así o más claro? Gobernantes: ¿Qué les cuesta? Decídanse a ser virtuosos, sean prudentes en sus decisiones.

Deseo a todos ustedes, mis lectores, y sus familias empresarias un exitoso año 2019.


Sergio Armendáriz Chaparro

Se considera que los políticos se dedican a tender trampas a los hombres, más que ayudarles, se les juzga que son más hábiles que sabios. La experiencia les ha enseñado que habrá vicios mientras haya hombres.

Lo primera idea que se me vino a la mente al iniciar este escrito es desear que la prudencia, bien llamada la reina de las virtudes, sea la que predomine en nuestros gobernantes.

“Conviene, pues, hacerse una idea realista del ser humano para asumir adecuadamente la correspondiente virtud, y a tal efecto puede servirnos de enseñanza crítica”, dice Carlos Díaz en su libro “La virtud de la prudencia”, de quien me apoyaré sobre este profundo tema sin mencionarlo en cada párrafo.

Se esfuerzan en prevenir la malicia humana mediante recursos cuya eficacia ha demostrado una larga experiencia, y que los hombres suelen emplear cuando son guiados por el miedo más que por la razón. Así las cosas: ¿Qué debemos decir de la prudencia sin incurrir en excesos ni ruindades demoledoras…?

La prudencia exige virtud, la virtud exige prudencia. La prudencia es una virtud respetable, pues ella entra en escena a la hora de la verdad… que es la de la actuación. Enunciar las reglas de un juego es diferente de jugarlo: en cualquier juego hay quienes conocen muy bien sus reglas, pero siempre habrá quienes lo juegan muy mal.

Si una sociedad se deteriora moralmente, lo que necesita no son más filósofos o teóricos morales, sino más hombres buenos, es decir, más capaces de practicar la virtud en el momento adecuado, más personas prudentes.

Todas las virtudes están más que relacionadas con la prudencia, la prudencia a la vez está unida a todas las virtudes. La prudencia, en efecto, presupone la virtud. Para obrar bien hay que ser prudente, pero sólo puede ser prudente quien al mismo tiempo capta y quiere el bien.

La prudencia lo es cuando, y sólo cuando, se pone al servicio de un fin estimable (de lo contrario sería astucia), y ese fin será completamente virtuoso cuando se apoye en medios adecuados (de lo contrario se reduciría a buenos sentimientos).

Esto significa que no se es prudente sino en relación con alguna virtud moral, o sea que la prudencia presupone virtudes morales: la honestidad, la justicia, la sinceridad, etc., todas las cuales quieren el bien.

¿Así o más claro? Gobernantes: ¿Qué les cuesta? Decídanse a ser virtuosos, sean prudentes en sus decisiones.

Deseo a todos ustedes, mis lectores, y sus familias empresarias un exitoso año 2019.