/ jueves 21 de enero de 2021

Punto y aparte | El miedo continúa

“Se debe temer sólo aquello que puede perjudicar a otro”

  • Alighieri -

Abrimos los ojos recién entrada la mañana del segundo domingo del 2021, el año de la esperanza; tras el indispensable café y el regaderazo forzoso nos pusimos los guantes, el cubrebocas, y la máscara de plástico que nos hace ver como soldadores; el objetivo: comprar el mandado de la quincena en conocida tienda de autoservicio; al entrar al establecimiento en cuestión un joven nos tomó la correspondiente temperatura: 36.5 mi querida consorte y 36.6 acá su servidor, entrada autorizada; en la sección de frutas y verduras, mientras me disponía a seleccionar un par de mangos petacones, un empleado no pudo contener un ligero estornudo, mismo que motivó que en automático todos a su alrededor lo voltearan a ver como si apestara, todos se le alejaron, el caos silencioso se hizo notar, yo agarré los mangos y me fui de inmediato al departamento de salchichonería.

El susodicho empleado se quedó pálido de vergüenza y sintiéndose más odiado que Donald Trump, Fernández Noroña y Miguel Herrera juntos, todo por un simple estornudo.

El miedo que encontró una argumentada causa el año pasado continúa hoy en día, seguimos temiendo que la persona que se encuentre a nuestro lado cargue consigo al diminuto enemigo proveniente de tierras asiáticas y que con sólo un roce seamos víctimas del contagio; es muy triste tener que desconfiar del amigo al que tanto apreciamos o del familiar al que amamos; esta molesta desconfianza obedece a que si bien nosotros nos estamos cuidando como se debe no sabemos cómo lo están haciendo los demás, suponiendo que lo estén haciendo, y es incómodo estar preguntándoles sobre esto.

Este miedo envuelto de precaución y de angustia encuentra su lado positivo al obligarnos a cuidarnos en todo sentido, ya estamos más atentos en cuanto a nuestra alimentación, comprendemos la importancia de ejercitar el cuerpo y la mente para estar bien emocionalmente y adoptamos una actitud de resiliencia que nos fortalece. Si bien la fragilidad del ser humano quedó en evidencia ante la pandemia, hemos sabido enfrentarla, unos mejor que otros, eso sí.

Lo hemos mencionado muchas veces y lo seguiremos haciendo: mientras la esperada vacuna contra este virus no nos sea suministrada, los cuidados tienen que seguirse realizando, incluso si ya fuimos vacunados, no podemos, no debemos relajarnos, se supone que lo más pesado está quedando atrás, pero seguimos siendo la pieza más importante para salir adelante todos.

Punto y aparte.

Mi amigo Paco cuestiona mi sentir por estar insistiendo a los lectores a que se sigan cuidando, a seguir manteniendo sana distancia, a lavarse las manos constantemente y a no salir de casa salvo en casos de gran necesidad, y mientras tanto el subsecretario López Gatell (vocero presidencial en el tema de la pandemia) se va a disfrutar unos días a una de las hermosas playas del país, cuando es el primero que debería poner el ejemplo. Mi respuesta es dura y directa: Se siente gacho. Ni modo que no.


“Se debe temer sólo aquello que puede perjudicar a otro”

  • Alighieri -

Abrimos los ojos recién entrada la mañana del segundo domingo del 2021, el año de la esperanza; tras el indispensable café y el regaderazo forzoso nos pusimos los guantes, el cubrebocas, y la máscara de plástico que nos hace ver como soldadores; el objetivo: comprar el mandado de la quincena en conocida tienda de autoservicio; al entrar al establecimiento en cuestión un joven nos tomó la correspondiente temperatura: 36.5 mi querida consorte y 36.6 acá su servidor, entrada autorizada; en la sección de frutas y verduras, mientras me disponía a seleccionar un par de mangos petacones, un empleado no pudo contener un ligero estornudo, mismo que motivó que en automático todos a su alrededor lo voltearan a ver como si apestara, todos se le alejaron, el caos silencioso se hizo notar, yo agarré los mangos y me fui de inmediato al departamento de salchichonería.

El susodicho empleado se quedó pálido de vergüenza y sintiéndose más odiado que Donald Trump, Fernández Noroña y Miguel Herrera juntos, todo por un simple estornudo.

El miedo que encontró una argumentada causa el año pasado continúa hoy en día, seguimos temiendo que la persona que se encuentre a nuestro lado cargue consigo al diminuto enemigo proveniente de tierras asiáticas y que con sólo un roce seamos víctimas del contagio; es muy triste tener que desconfiar del amigo al que tanto apreciamos o del familiar al que amamos; esta molesta desconfianza obedece a que si bien nosotros nos estamos cuidando como se debe no sabemos cómo lo están haciendo los demás, suponiendo que lo estén haciendo, y es incómodo estar preguntándoles sobre esto.

Este miedo envuelto de precaución y de angustia encuentra su lado positivo al obligarnos a cuidarnos en todo sentido, ya estamos más atentos en cuanto a nuestra alimentación, comprendemos la importancia de ejercitar el cuerpo y la mente para estar bien emocionalmente y adoptamos una actitud de resiliencia que nos fortalece. Si bien la fragilidad del ser humano quedó en evidencia ante la pandemia, hemos sabido enfrentarla, unos mejor que otros, eso sí.

Lo hemos mencionado muchas veces y lo seguiremos haciendo: mientras la esperada vacuna contra este virus no nos sea suministrada, los cuidados tienen que seguirse realizando, incluso si ya fuimos vacunados, no podemos, no debemos relajarnos, se supone que lo más pesado está quedando atrás, pero seguimos siendo la pieza más importante para salir adelante todos.

Punto y aparte.

Mi amigo Paco cuestiona mi sentir por estar insistiendo a los lectores a que se sigan cuidando, a seguir manteniendo sana distancia, a lavarse las manos constantemente y a no salir de casa salvo en casos de gran necesidad, y mientras tanto el subsecretario López Gatell (vocero presidencial en el tema de la pandemia) se va a disfrutar unos días a una de las hermosas playas del país, cuando es el primero que debería poner el ejemplo. Mi respuesta es dura y directa: Se siente gacho. Ni modo que no.