/ martes 11 de junio de 2024

¿Qué es una sociedad sostenible?

El problema principal de los gobiernos populistas es el agotamiento de los recursos. Pensar que dispensar recursos a una población sin la contraparte productiva hace que la comunidad deje de sobrevivir decorosamente y exceda las limitaciones impuestas por su entorno. Hay que diferenciar el término “sustentable”, que hace referencia a la preservación, conservación y protección de los recursos naturales, de la definición de desarrollo “sostenible”, que busca asegurar procesos saludables para satisfacer las necesidades sociales y económicas de los seres humanos.


Se dice que la experiencia hay que enmarcarla en conceptos para poder influir en nuestra realidad. Y si hacemos caso de lo que dicen, de que el dinero saldrá de alguna parte para cumplir las promesas de campaña de la presidenta electa de México, entonces estamos sacrificando la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades, y convertirnos, poco a poco, en una sociedad que deja de ser sostenible, no solo en áreas como el medio ambiente, sino en sectores sociales como Seguridad, Salud, Educación. Todo ello con tal de ganar votos.


No sólo es gastar más, sino gastar bien; gastar lo suficiente y generar resultados que puedan replicarse partiendo de recursos finitos. Lo que ahora vemos en nuestro país es un deterioro de la confianza y no hay garantía de que el dinero que se está repartiendo genere riqueza sin que aumente el endeudamiento en gasto corriente, en vez de la inversión en infraestructura productiva. Es como una fiesta donde todos reciben dinero del gobierno, pero que pronto lleva a una crisis con restricciones graduales o radicales, en becas y pensiones, para equilibrar las finanzas públicas.


La viabilidad a largo plazo de cualquier actividad humana depende del respeto de esos límites. Para mucha gente, los recursos son inagotables, pero sin una gestión responsable del gasto, ese dinero se acabará, y ningún desarrollo podrá mantenerse en el tiempo. No acabamos de entender que toda actividad humana tiene lugar dentro de un sistema más amplio cuyos contrapesos tardan en recuperar el equilibrio si las políticas económicas se basan en una ideología que no tolera corregir sus errores a costa de que la población absorba las consecuencias negativas de esa política.


La política extractiva pasará de crear enemigos imaginarios para anular toda oposición y fortalecer el monopolio de la violencia a través del ejército, para luego, tomar recursos del presupuesto, del monopolio de las empresas públicas, de la deuda y de los impuestos teniendo por prioridad, no el bien futuro de la población, sino el interés inmediato de la opinión pública. No gastará nada que no genere votos ni aquello que incomode a sus votantes, aunque los perjudique a largo plazo. La fuente de recursos será el enemigo mientras que la fidelidad del votante será premiada sistemáticamente.


Una sociedad, así, no será sostenible durante mucho tiempo antes de caer en la miseria. Para cuando se dé cuenta, no contará ni con los recursos ni los medios legales para tener la libertad de cambiar de sistema político, de gobierno o de líderes, y deberá resignarse a aceptarlos a perpetuidad si desea sobrevivir o, por el contrario, hará todo lo posible para evitar caer en la tiranía de la mayorías haciendo uso del voto y la manifestación pública, mientras aún conserve ese derecho.


El problema principal de los gobiernos populistas es el agotamiento de los recursos. Pensar que dispensar recursos a una población sin la contraparte productiva hace que la comunidad deje de sobrevivir decorosamente y exceda las limitaciones impuestas por su entorno. Hay que diferenciar el término “sustentable”, que hace referencia a la preservación, conservación y protección de los recursos naturales, de la definición de desarrollo “sostenible”, que busca asegurar procesos saludables para satisfacer las necesidades sociales y económicas de los seres humanos.


Se dice que la experiencia hay que enmarcarla en conceptos para poder influir en nuestra realidad. Y si hacemos caso de lo que dicen, de que el dinero saldrá de alguna parte para cumplir las promesas de campaña de la presidenta electa de México, entonces estamos sacrificando la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades, y convertirnos, poco a poco, en una sociedad que deja de ser sostenible, no solo en áreas como el medio ambiente, sino en sectores sociales como Seguridad, Salud, Educación. Todo ello con tal de ganar votos.


No sólo es gastar más, sino gastar bien; gastar lo suficiente y generar resultados que puedan replicarse partiendo de recursos finitos. Lo que ahora vemos en nuestro país es un deterioro de la confianza y no hay garantía de que el dinero que se está repartiendo genere riqueza sin que aumente el endeudamiento en gasto corriente, en vez de la inversión en infraestructura productiva. Es como una fiesta donde todos reciben dinero del gobierno, pero que pronto lleva a una crisis con restricciones graduales o radicales, en becas y pensiones, para equilibrar las finanzas públicas.


La viabilidad a largo plazo de cualquier actividad humana depende del respeto de esos límites. Para mucha gente, los recursos son inagotables, pero sin una gestión responsable del gasto, ese dinero se acabará, y ningún desarrollo podrá mantenerse en el tiempo. No acabamos de entender que toda actividad humana tiene lugar dentro de un sistema más amplio cuyos contrapesos tardan en recuperar el equilibrio si las políticas económicas se basan en una ideología que no tolera corregir sus errores a costa de que la población absorba las consecuencias negativas de esa política.


La política extractiva pasará de crear enemigos imaginarios para anular toda oposición y fortalecer el monopolio de la violencia a través del ejército, para luego, tomar recursos del presupuesto, del monopolio de las empresas públicas, de la deuda y de los impuestos teniendo por prioridad, no el bien futuro de la población, sino el interés inmediato de la opinión pública. No gastará nada que no genere votos ni aquello que incomode a sus votantes, aunque los perjudique a largo plazo. La fuente de recursos será el enemigo mientras que la fidelidad del votante será premiada sistemáticamente.


Una sociedad, así, no será sostenible durante mucho tiempo antes de caer en la miseria. Para cuando se dé cuenta, no contará ni con los recursos ni los medios legales para tener la libertad de cambiar de sistema político, de gobierno o de líderes, y deberá resignarse a aceptarlos a perpetuidad si desea sobrevivir o, por el contrario, hará todo lo posible para evitar caer en la tiranía de la mayorías haciendo uso del voto y la manifestación pública, mientras aún conserve ese derecho.