/ jueves 19 de abril de 2018

¿Qué político rechazaremos?

Nadie puede deslindarse de la política, aunque los que la representen no sean siempre completamente desinteresados. No se puede ignorar que son los políticos quienes representan a la nación y los que administran los recursos intelectuales y económicos en favor del bien común. Confiar en nuestros líderes es mejor que confiar en el caos, y en las consecuencias de no haber aportado algo a favor de discernir lo que está en nuestro poder para trabajar, en la medida de lo posible, a favor de lo que es bueno, justo y razonable, y evitar desgracias.

Lo que desde mi humilde posición se puede aportar es que no debemos escoger como líderes de nuestra nación a personas que prometen aumentar y reducir salarios a discreción, porque ¿de qué servirán los sueldos de unos cuantos para aumentar artificialmente la oferta salarial de que es capaz la economía de una nación? El origen de los recursos serán la deuda y el incremento de impuestos, siendo que lo último que queremos será perder competitividad comercial haciendo más caros nuestros productos para nuestra gente y el mundo.

Todos sabemos que estos recursos no llegan íntegros a su destino final. Se debe evitar elegir a este tipo de políticos, porque los privilegios que quieren para los desposeídos, los deseará para él mismo en primer lugar. Que el programa de un político se considere bueno o malo dependerá, en buena medida, de la orientación política del observador. Naturalmente, también existen criterios objetivos para juzgar la calidad de ese programa. ¿Tiene argumentación lógica, tiene pensamientos originales y sus ideas son sustanciales?

Contemplado desde esta perspectiva, en ausencia de estos elementos, el programa será sin duda malo, será un mal político el que lo promueva, y peores los asesores que le ayudarán a ganar la elección y, eventualmente, a gobernar. La emoción de la carrera electoral no debe convertirse en una fiesta de delirios, pero sólo ganará aquel que muestre espíritu, en vez de que encontremos sólo arrogancia; porque se busca estímulo y se cosecha aburrimiento; se busca amor y entusiasmo, pero se encuentran fórmulas vacías, y al fin, nadie tiene méritos.

Si un político de larga trayectoria no ha superado estas metas, es que no ha sabido aprovechar la oportunidad que le ha brindado su tiempo en la política, para hacer examen de conciencia y reflexionar. En vez de esto, sólo ha embellecido la realidad con estéril obstinación y la inseguridad de un agitador artificialmente ensalzado, que ha evolucionado tan sólo hacia los excesos, no hacia una política meditada, y que ha dejado de entender el mundo. Tengamos cuidado de discursos que mezclan las ideas nacionalistas, proletarias y la demagogia terrorista.


No se puede aceptar que en un político haya tantas falsedades o medias verdades junto alguna que otra verdad, y que devalúe el mérito de partidos, personajes o programas que sólo son malos porque no se han originado en su propio partido. Tomemos nota del político que sólo tiene un instinto: el sometimiento de la gente. Tal vez desprecia a todo el mundo. Desde luego, desprecia, como el estafador a sus víctimas, aquello que es, precisamente, lo que más persigue, lo que, en último término, necesita para conseguir su objetivo: las masas.

El buen político que buscamos propone la idea y el plan a seguir, porque cualquiera puede tener buenas intenciones, pero algunas conducen al infierno. agusperezr@hotmail.com

Nadie puede deslindarse de la política, aunque los que la representen no sean siempre completamente desinteresados. No se puede ignorar que son los políticos quienes representan a la nación y los que administran los recursos intelectuales y económicos en favor del bien común. Confiar en nuestros líderes es mejor que confiar en el caos, y en las consecuencias de no haber aportado algo a favor de discernir lo que está en nuestro poder para trabajar, en la medida de lo posible, a favor de lo que es bueno, justo y razonable, y evitar desgracias.

Lo que desde mi humilde posición se puede aportar es que no debemos escoger como líderes de nuestra nación a personas que prometen aumentar y reducir salarios a discreción, porque ¿de qué servirán los sueldos de unos cuantos para aumentar artificialmente la oferta salarial de que es capaz la economía de una nación? El origen de los recursos serán la deuda y el incremento de impuestos, siendo que lo último que queremos será perder competitividad comercial haciendo más caros nuestros productos para nuestra gente y el mundo.

Todos sabemos que estos recursos no llegan íntegros a su destino final. Se debe evitar elegir a este tipo de políticos, porque los privilegios que quieren para los desposeídos, los deseará para él mismo en primer lugar. Que el programa de un político se considere bueno o malo dependerá, en buena medida, de la orientación política del observador. Naturalmente, también existen criterios objetivos para juzgar la calidad de ese programa. ¿Tiene argumentación lógica, tiene pensamientos originales y sus ideas son sustanciales?

Contemplado desde esta perspectiva, en ausencia de estos elementos, el programa será sin duda malo, será un mal político el que lo promueva, y peores los asesores que le ayudarán a ganar la elección y, eventualmente, a gobernar. La emoción de la carrera electoral no debe convertirse en una fiesta de delirios, pero sólo ganará aquel que muestre espíritu, en vez de que encontremos sólo arrogancia; porque se busca estímulo y se cosecha aburrimiento; se busca amor y entusiasmo, pero se encuentran fórmulas vacías, y al fin, nadie tiene méritos.

Si un político de larga trayectoria no ha superado estas metas, es que no ha sabido aprovechar la oportunidad que le ha brindado su tiempo en la política, para hacer examen de conciencia y reflexionar. En vez de esto, sólo ha embellecido la realidad con estéril obstinación y la inseguridad de un agitador artificialmente ensalzado, que ha evolucionado tan sólo hacia los excesos, no hacia una política meditada, y que ha dejado de entender el mundo. Tengamos cuidado de discursos que mezclan las ideas nacionalistas, proletarias y la demagogia terrorista.


No se puede aceptar que en un político haya tantas falsedades o medias verdades junto alguna que otra verdad, y que devalúe el mérito de partidos, personajes o programas que sólo son malos porque no se han originado en su propio partido. Tomemos nota del político que sólo tiene un instinto: el sometimiento de la gente. Tal vez desprecia a todo el mundo. Desde luego, desprecia, como el estafador a sus víctimas, aquello que es, precisamente, lo que más persigue, lo que, en último término, necesita para conseguir su objetivo: las masas.

El buen político que buscamos propone la idea y el plan a seguir, porque cualquiera puede tener buenas intenciones, pero algunas conducen al infierno. agusperezr@hotmail.com