/ miércoles 2 de diciembre de 2020

¿Qué sigue después de los millenials?

Respeto mucho a la generación de los millennials, como a todas las demás, por muchas razones: la primera, nos están dando una enorme lección en la destreza de la conectividad y, segundo, porque llevan, además del chip bajo el brazo, esa cultura del cuidado del medioambiente como ninguna otra generación lo ha hecho.

Nos encanta clasificar a las generaciones, pero pocas veces nos ponemos a describir las cosas buenas que cada una nos dejó; por lo regular destacamos lo negativo y esta, la de los millenials, empieza a dejar una enorme huella en lo digital, porque están hiperconectados, pero además, poseen un alto grado de valores éticos. Mi pregunta es… qué sigue después de ellos.

Aunque la generación X fue identificada para las personas que nacieron entre 1960 y hasta antes de los 80, es posible, dicen algunos sociólogos, que volvamos a tener una generación X, pero totalmente opuesta a aquella donde se destacaron, por ejemplo, los Baby boomers. Hay un fragmento de los millennials que denota ya signos X. Veamos:

Pregúntale a tu hijo cómo le fue en la escuela durante la semana, o pregúntale qué le pareció determinada película, o qué tal estuvo su encuentro con los amigos ¿quieres saber si le gustó la camisa que le regalaste? Podrías tener muchas preguntas que hacer a tus hijos y la respuesta, en la mayoría de los casos, será simple: equis.

Así es: los jóvenes hoy responden “X” para todo. Les fue “X” en la escuela, “X” en el cine, hablaron por teléfono con “X”. Algunas generaciones se distinguen por algo. Unas son ejemplo a seguir y otras, deben quedar en el olvido porque no dejaron temas o asuntos positivos que deban continuar las generaciones siguientes.

¿Pero una generación que no se distinga por nada? Ojo, esto no debe ocurrir. Eso es lo que me llama la atención, que esta generación, la que estamos compartiendo con nuestros hijos, no lleva hasta el momento una definición concreta ni un rumbo ni un estilo, mucho menos una meta; los hippies secuestraron el lema de amor y paz y los yupies acabaron con la tranquilidad supuesta de los hippies porque los enterraron en el sótano de las discotecas.

¿Y nuestra generación de hoy? Equis, sí, equis. La juventud siempre ha existido, con todos sus problemas y todas sus limitantes. ¿Qué pasa después de los millenials? Parece que está dormida. Está atrapada en una apatía increíble porque no quiere definir ni su estilo ni su forma y, lo más dramático, es que se está inclinando por un camino poco conocido que ha marcado la tecnología: el silencio.

Estamos por observar a una generación “X”, porque no tiene una identidad definida, ni en el vestido ni en el estilo, ni siquiera en una sencilla manifestación cultural que puede ir desde las letras hasta la expresión pictórica; hay intentos por resolver el gravísimo problema de la apatía, pero son los menos y esos menos son absorbidos por la vorágine de “X” que no quieren sobresalir en nada.

Nuestros jóvenes, sobre todo los adolescentes, están incrustados en una generación que no quiere acuerdos ni negociaciones y tampoco contratos. No se quieren comprometer con nada y por nada, es más: entre menos compromisos haya mejor para ellos, porque no les agrada el sacrificio.

Eso es precisamente lo preocupante: que “X” significa, para los chavos, “Igual”. Equis es sinónimo de igual. Cuando le preguntas a tu hijo por qué para ir a la fiesta familiar no se pone saco y corbata, te va a responder “equis”. ¿Sabes qué te está diciendo?: “Me da igual”. ¿Igual a qué?, pregunto. ¿Igual a qué? A nada. X puede ser –fíjate-,“igual”, “aburrido”, “indiferente”, “sin importancia”, “resulta igual si voy o no”. Sólo son cosas comunes.

Respeto mucho a la generación de los millennials, como a todas las demás, por muchas razones: la primera, nos están dando una enorme lección en la destreza de la conectividad y, segundo, porque llevan, además del chip bajo el brazo, esa cultura del cuidado del medioambiente como ninguna otra generación lo ha hecho.

Nos encanta clasificar a las generaciones, pero pocas veces nos ponemos a describir las cosas buenas que cada una nos dejó; por lo regular destacamos lo negativo y esta, la de los millenials, empieza a dejar una enorme huella en lo digital, porque están hiperconectados, pero además, poseen un alto grado de valores éticos. Mi pregunta es… qué sigue después de ellos.

Aunque la generación X fue identificada para las personas que nacieron entre 1960 y hasta antes de los 80, es posible, dicen algunos sociólogos, que volvamos a tener una generación X, pero totalmente opuesta a aquella donde se destacaron, por ejemplo, los Baby boomers. Hay un fragmento de los millennials que denota ya signos X. Veamos:

Pregúntale a tu hijo cómo le fue en la escuela durante la semana, o pregúntale qué le pareció determinada película, o qué tal estuvo su encuentro con los amigos ¿quieres saber si le gustó la camisa que le regalaste? Podrías tener muchas preguntas que hacer a tus hijos y la respuesta, en la mayoría de los casos, será simple: equis.

Así es: los jóvenes hoy responden “X” para todo. Les fue “X” en la escuela, “X” en el cine, hablaron por teléfono con “X”. Algunas generaciones se distinguen por algo. Unas son ejemplo a seguir y otras, deben quedar en el olvido porque no dejaron temas o asuntos positivos que deban continuar las generaciones siguientes.

¿Pero una generación que no se distinga por nada? Ojo, esto no debe ocurrir. Eso es lo que me llama la atención, que esta generación, la que estamos compartiendo con nuestros hijos, no lleva hasta el momento una definición concreta ni un rumbo ni un estilo, mucho menos una meta; los hippies secuestraron el lema de amor y paz y los yupies acabaron con la tranquilidad supuesta de los hippies porque los enterraron en el sótano de las discotecas.

¿Y nuestra generación de hoy? Equis, sí, equis. La juventud siempre ha existido, con todos sus problemas y todas sus limitantes. ¿Qué pasa después de los millenials? Parece que está dormida. Está atrapada en una apatía increíble porque no quiere definir ni su estilo ni su forma y, lo más dramático, es que se está inclinando por un camino poco conocido que ha marcado la tecnología: el silencio.

Estamos por observar a una generación “X”, porque no tiene una identidad definida, ni en el vestido ni en el estilo, ni siquiera en una sencilla manifestación cultural que puede ir desde las letras hasta la expresión pictórica; hay intentos por resolver el gravísimo problema de la apatía, pero son los menos y esos menos son absorbidos por la vorágine de “X” que no quieren sobresalir en nada.

Nuestros jóvenes, sobre todo los adolescentes, están incrustados en una generación que no quiere acuerdos ni negociaciones y tampoco contratos. No se quieren comprometer con nada y por nada, es más: entre menos compromisos haya mejor para ellos, porque no les agrada el sacrificio.

Eso es precisamente lo preocupante: que “X” significa, para los chavos, “Igual”. Equis es sinónimo de igual. Cuando le preguntas a tu hijo por qué para ir a la fiesta familiar no se pone saco y corbata, te va a responder “equis”. ¿Sabes qué te está diciendo?: “Me da igual”. ¿Igual a qué?, pregunto. ¿Igual a qué? A nada. X puede ser –fíjate-,“igual”, “aburrido”, “indiferente”, “sin importancia”, “resulta igual si voy o no”. Sólo son cosas comunes.

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