/ viernes 15 de octubre de 2021

¿Quiénes son los malos?

Ayer fui interceptado por un hombre vestido con ropa vieja y sucia, y una agradable sonrisa; me obsequió una moneda de un peso —que acepté con cierto asombro— mientras me decía que le encantaba el brillo de Batman. Me comentó que trabaja en una farmacia, en un restaurante de tacos, y en una cadena muy famosa de hamburguesas, que está estudiando una Maestría en Medicina en el Tec 1, y otra en el Tec 2. No me pidió nada, y se despidió sin perder su sonrisa deseándome una buena tarde. Yo le correspondí escuchando con atención y asombro —del cual todavía no salgo—. Una vez más caigo en la cuenta de que hay muchas almas sin rumbo, otras muy lastimadas, muchas… incomprendidas, y todos… necesitados de cariño sincero.

Cuánta gente que padece de sus facultades mentales vaga mientras camina dentro de “sus mundos” tan distintos a la realidad en la que la mayoría nos movemos. Una ventaja en muchos de ellos está en que no suelen tener prisa, esa prisa que tanto nos ahoga, que nos da esas descargas de adrenalina, que nos hace vivir incómodos, pues ya se nos está haciendo tarde…

En la realidad virtual donde solemos movernos, flota una atmósfera de inconformidad, bañada de violencia, desacreditaciones e insultos que sacan a flote una mezcla de frustraciones y complejos de inferioridad donde todos se creen los buenos creando una gran distancia con los malos, los equivocados, y, por lo mismo, los despreciables, y lo curioso es que unos y otros se quejan de la falta de tolerancia en quienes piensan distinto.

Al ver todas esas fotografías y videos de mujeres jóvenes con palos y fierros en las manos, gritando insultos, pintando edificios, destruyendo todo lo que pueden…, me pregunto: ¿Qué habrá en lo más profundo de cada una de ellas? ¿Sus corazones estarán llenos de recuerdos bonitos de infancias alegres donde reinaba la paz, el cariño y la comprensión? Personalmente puedo suponer que no es así. Tanta furia no puede tener más explicación que desprecios, violencia e incomprensiones.

Hay tantos corazones heridos…, pero no somos capaces de darnos cuenta, sólo oímos y vemos su violencia, sólo nos sentimos agredidos, sólo descalificamos sus conductas, pues nos sabemos incompetentes para tratar de sanar esos dolores escondidos en cada una de esas almas. La experiencia ha demostrado que no se abren espacios para facilitar el diálogo. Cuando los ánimos están encendidos por el odio sólo caben las consignas, no los argumentos.

Cada vez que los humanos nos involucramos en grupos violentos —como las pandillas de los famosos “Hooligans”— perdemos la capacidad de razonar, y las acciones son dirigidas por el Alfa del grupo, que marcará el rumbo, las acciones destructivas y, en su caso, la ruta de escape. Lo peor de estos escenarios es que la solución quedó atrás, en la infancia de esas personas. Lo único que podemos hacer es esforzarnos en la coherencia de nuestras propias vidas para que puedan descubrir la luz al final del túnel.


www.padrealejandro.org


Ayer fui interceptado por un hombre vestido con ropa vieja y sucia, y una agradable sonrisa; me obsequió una moneda de un peso —que acepté con cierto asombro— mientras me decía que le encantaba el brillo de Batman. Me comentó que trabaja en una farmacia, en un restaurante de tacos, y en una cadena muy famosa de hamburguesas, que está estudiando una Maestría en Medicina en el Tec 1, y otra en el Tec 2. No me pidió nada, y se despidió sin perder su sonrisa deseándome una buena tarde. Yo le correspondí escuchando con atención y asombro —del cual todavía no salgo—. Una vez más caigo en la cuenta de que hay muchas almas sin rumbo, otras muy lastimadas, muchas… incomprendidas, y todos… necesitados de cariño sincero.

Cuánta gente que padece de sus facultades mentales vaga mientras camina dentro de “sus mundos” tan distintos a la realidad en la que la mayoría nos movemos. Una ventaja en muchos de ellos está en que no suelen tener prisa, esa prisa que tanto nos ahoga, que nos da esas descargas de adrenalina, que nos hace vivir incómodos, pues ya se nos está haciendo tarde…

En la realidad virtual donde solemos movernos, flota una atmósfera de inconformidad, bañada de violencia, desacreditaciones e insultos que sacan a flote una mezcla de frustraciones y complejos de inferioridad donde todos se creen los buenos creando una gran distancia con los malos, los equivocados, y, por lo mismo, los despreciables, y lo curioso es que unos y otros se quejan de la falta de tolerancia en quienes piensan distinto.

Al ver todas esas fotografías y videos de mujeres jóvenes con palos y fierros en las manos, gritando insultos, pintando edificios, destruyendo todo lo que pueden…, me pregunto: ¿Qué habrá en lo más profundo de cada una de ellas? ¿Sus corazones estarán llenos de recuerdos bonitos de infancias alegres donde reinaba la paz, el cariño y la comprensión? Personalmente puedo suponer que no es así. Tanta furia no puede tener más explicación que desprecios, violencia e incomprensiones.

Hay tantos corazones heridos…, pero no somos capaces de darnos cuenta, sólo oímos y vemos su violencia, sólo nos sentimos agredidos, sólo descalificamos sus conductas, pues nos sabemos incompetentes para tratar de sanar esos dolores escondidos en cada una de esas almas. La experiencia ha demostrado que no se abren espacios para facilitar el diálogo. Cuando los ánimos están encendidos por el odio sólo caben las consignas, no los argumentos.

Cada vez que los humanos nos involucramos en grupos violentos —como las pandillas de los famosos “Hooligans”— perdemos la capacidad de razonar, y las acciones son dirigidas por el Alfa del grupo, que marcará el rumbo, las acciones destructivas y, en su caso, la ruta de escape. Lo peor de estos escenarios es que la solución quedó atrás, en la infancia de esas personas. Lo único que podemos hacer es esforzarnos en la coherencia de nuestras propias vidas para que puedan descubrir la luz al final del túnel.


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