/ jueves 2 de enero de 2020

Recapitulando el 2019

El tiempo transcurrió y nuevamente llegamos al final de otro año. Para cerrar el ciclo, recapitulé la sucesión de eventos positivos y negativos que acontecieron y en un suspiro recapacité que así eran las vicisitudes de la vida, imprevistas, que modifican nuestras circunstancias abruptamente para bien, o para mal. El año nuevo anterior lo inicié en Cuba; para ir en sintonía con los nuevos comienzos, en un arrebato compré un boleto de avión a la isla del “Che” y viajé ligera como acostumbro, con algunas prendas y mi cámara fotográfica. Sentada en el malecón, resumí el año anterior y escribí algo no muy distinto a lo que se acostumbra en estas fechas: “Año nuevo, vida nueva”. En ese momento, recordé la frase con la que inicié mi escrito el año anterior a ése: “Llegamos a otro año, momento propicio para reflexionar, hacer introspección sobre experiencias pasadas y prepararse para recomenzar ante un mundo de nuevas posibilidades”. Y si escarbo un poco más, encontraré expresiones similares. Dudo que el año que entra encontremos pensamientos distintos, revistos de anhelos y esperanza por un mejor porvenir. Cada año tratamos de iniciar con el pie derecho, pero a veces nos tropezamos cambiando el rumbo de lo que habíamos imaginado y, no pasa nada. Lo más difícil es iniciar.

Ahora en Costa Rica sentada frente al mar, reflexiono, y esta vez no anhelo un año estupendo y lleno de sorpresas; nada es perfecto. Osar suprimir las adversidades es difícil; la vida se construye de ellas también. Mejor trato de tener el coraje de superarlas y aprender de ellas. Uno de los dichos más famosos es: “Deseo que el nuevo año 2020 venga envuelto en papel de felicidad para ti”, pero yo prefiero desear que logremos ser felices independientemente de las circunstancias que estemos viviendo. Otra frase popular es: “Te deseo que encuentres el amor”, cuando lo más importante es comenzar con el amor propio. Ansiamos mejorar, y se nos olvida primero aceptarnos tal y como somos. Queremos tener logros profesionales y económicos, pero tememos enfrentar nuestros miedos y a decir: te amo.

Creemos nuevos sueños, pero más que nada, no dejemos que los que ya tenemos desaparezcan, y si he de pedir algo extra que se esfume la palabra imposible y que me atreva aunque digan que es irrealizable. Una persona muy especial para mí me dijo hoy: “Sigue navegando en tu galeón de estrellas por la vía láctea, atracando en puertos de sueños a través de los mares de la ilusión, con el viento de libertad para tus velas”. Quizá este año eso sea mi motor para seguir pilotando el tan complejo, pero maravilloso arte de vivir. Y para el año que entra, que tenga la valentía de erigirme en mis convicciones y caminar hacia un nuevo sendero, y si he de cambiar de rumbo, que sepa soltar y comenzar de nuevo, independientemente de la fecha.

El tiempo transcurrió y nuevamente llegamos al final de otro año. Para cerrar el ciclo, recapitulé la sucesión de eventos positivos y negativos que acontecieron y en un suspiro recapacité que así eran las vicisitudes de la vida, imprevistas, que modifican nuestras circunstancias abruptamente para bien, o para mal. El año nuevo anterior lo inicié en Cuba; para ir en sintonía con los nuevos comienzos, en un arrebato compré un boleto de avión a la isla del “Che” y viajé ligera como acostumbro, con algunas prendas y mi cámara fotográfica. Sentada en el malecón, resumí el año anterior y escribí algo no muy distinto a lo que se acostumbra en estas fechas: “Año nuevo, vida nueva”. En ese momento, recordé la frase con la que inicié mi escrito el año anterior a ése: “Llegamos a otro año, momento propicio para reflexionar, hacer introspección sobre experiencias pasadas y prepararse para recomenzar ante un mundo de nuevas posibilidades”. Y si escarbo un poco más, encontraré expresiones similares. Dudo que el año que entra encontremos pensamientos distintos, revistos de anhelos y esperanza por un mejor porvenir. Cada año tratamos de iniciar con el pie derecho, pero a veces nos tropezamos cambiando el rumbo de lo que habíamos imaginado y, no pasa nada. Lo más difícil es iniciar.

Ahora en Costa Rica sentada frente al mar, reflexiono, y esta vez no anhelo un año estupendo y lleno de sorpresas; nada es perfecto. Osar suprimir las adversidades es difícil; la vida se construye de ellas también. Mejor trato de tener el coraje de superarlas y aprender de ellas. Uno de los dichos más famosos es: “Deseo que el nuevo año 2020 venga envuelto en papel de felicidad para ti”, pero yo prefiero desear que logremos ser felices independientemente de las circunstancias que estemos viviendo. Otra frase popular es: “Te deseo que encuentres el amor”, cuando lo más importante es comenzar con el amor propio. Ansiamos mejorar, y se nos olvida primero aceptarnos tal y como somos. Queremos tener logros profesionales y económicos, pero tememos enfrentar nuestros miedos y a decir: te amo.

Creemos nuevos sueños, pero más que nada, no dejemos que los que ya tenemos desaparezcan, y si he de pedir algo extra que se esfume la palabra imposible y que me atreva aunque digan que es irrealizable. Una persona muy especial para mí me dijo hoy: “Sigue navegando en tu galeón de estrellas por la vía láctea, atracando en puertos de sueños a través de los mares de la ilusión, con el viento de libertad para tus velas”. Quizá este año eso sea mi motor para seguir pilotando el tan complejo, pero maravilloso arte de vivir. Y para el año que entra, que tenga la valentía de erigirme en mis convicciones y caminar hacia un nuevo sendero, y si he de cambiar de rumbo, que sepa soltar y comenzar de nuevo, independientemente de la fecha.