/ martes 18 de junio de 2019

Reflexión agridulce

En 1966 Billy Wilder dirigió el filme “The fortune cookie” (Por dinero, casi todo), que le valiera a Walter Matthau el Oscar como el mejor actor de reparto. Una cinta que en apariencia es una comedia divertida y en el fondo ofrece una reflexión agridulce.

En forma que podemos calificar como un tanto ácida –Wilder tuvo ese tono, a veces cínico, en algunos de sus películas- ofrece una meditación sobre actitudes que ofrecen algunos abogados que, por dinero y lejos de hacer justicia, buscan, según las circunstancias se presenten, aprovecharse de la ley. Desde luego, según los procesos legales norteamericanos, buscan llegar a algún arreglo antes de enfrentar un juicio, arreglo que, desde luego, les reditúe ganancias. A veces, como en el filme, acuden a ejercicios fraudulentos para lograr sus propósitos.

Pero hay más, y hay que resaltarlo. Jack Lemmon interpreta un personaje que no está lejos de lo que sucede –o puede suceder- a personas reales: saben que tales o cuales acciones están mal, que al efectuarlas pueden defraudar a particulares o a la sociedad –o a sí mismos- y se resisten a llevarlas a cabo, pero alguna circunstancia interna o externa los lleva a aceptar participar con ellas en alguna operación de no muy buena índole, así sus objetivos no se basen en la ganancia económica, de poder o algo similar.

En el fondo, sin embargo, al darse cuenta de los líos producidos por esa aceptación, recapacitan y contra lo que pueda pasar reaccionan en contrario y rompen con aquello que, en cierta forma los atosiga sin importar las consecuencias.

Aquí puede intuirse lo que puede suceder con no pocos que, a sabiendas de que algo no es bueno, se meten en problemas al realizar equis actos y luego no pueden salir de esas situaciones.

El filme citado también explora las relaciones humanas donde, por el trato cotidiano, las personas se encuentran y logran un entendimiento que los conduce a entenderse, comprenderse e incluso a amarse una a la otra, en el buen sentido del término; y, al mismo tiempo –en esa exploración de las relaciones humanas- descubren que hay otras relaciones que creen son fuente de amor y resultan inválidas y pueden desecharse fácilmente sin sentir dolor.

No somos críticos de cine, pero vale la pena reflexionar en determinadas cintas sobre los mensajes que pueden trascender. ¿Lo ven?




En 1966 Billy Wilder dirigió el filme “The fortune cookie” (Por dinero, casi todo), que le valiera a Walter Matthau el Oscar como el mejor actor de reparto. Una cinta que en apariencia es una comedia divertida y en el fondo ofrece una reflexión agridulce.

En forma que podemos calificar como un tanto ácida –Wilder tuvo ese tono, a veces cínico, en algunos de sus películas- ofrece una meditación sobre actitudes que ofrecen algunos abogados que, por dinero y lejos de hacer justicia, buscan, según las circunstancias se presenten, aprovecharse de la ley. Desde luego, según los procesos legales norteamericanos, buscan llegar a algún arreglo antes de enfrentar un juicio, arreglo que, desde luego, les reditúe ganancias. A veces, como en el filme, acuden a ejercicios fraudulentos para lograr sus propósitos.

Pero hay más, y hay que resaltarlo. Jack Lemmon interpreta un personaje que no está lejos de lo que sucede –o puede suceder- a personas reales: saben que tales o cuales acciones están mal, que al efectuarlas pueden defraudar a particulares o a la sociedad –o a sí mismos- y se resisten a llevarlas a cabo, pero alguna circunstancia interna o externa los lleva a aceptar participar con ellas en alguna operación de no muy buena índole, así sus objetivos no se basen en la ganancia económica, de poder o algo similar.

En el fondo, sin embargo, al darse cuenta de los líos producidos por esa aceptación, recapacitan y contra lo que pueda pasar reaccionan en contrario y rompen con aquello que, en cierta forma los atosiga sin importar las consecuencias.

Aquí puede intuirse lo que puede suceder con no pocos que, a sabiendas de que algo no es bueno, se meten en problemas al realizar equis actos y luego no pueden salir de esas situaciones.

El filme citado también explora las relaciones humanas donde, por el trato cotidiano, las personas se encuentran y logran un entendimiento que los conduce a entenderse, comprenderse e incluso a amarse una a la otra, en el buen sentido del término; y, al mismo tiempo –en esa exploración de las relaciones humanas- descubren que hay otras relaciones que creen son fuente de amor y resultan inválidas y pueden desecharse fácilmente sin sentir dolor.

No somos críticos de cine, pero vale la pena reflexionar en determinadas cintas sobre los mensajes que pueden trascender. ¿Lo ven?