/ sábado 5 de enero de 2019

Reflexiones de los conflictos en las familias empresarias (parte 2)

El que pone algo sobre la mesa deberá estar dispuesto a defender sus puntos de vista con argumentos, nunca con calificativos. Con madurez, no con sentimentalismos.


Hace tres semanas me quedé comentando que para que el conflicto se pueda resolver, debe manejarse, debe identificarse y afrontarse. Además, recordamos que las familias empresarias exitosas no están exentas de problemas, sino que es su capacidad para resolver los conflictos lo que las hace exitosas.

El conflicto puede ser activo, esto es cuando las personas pelean o discuten (como prefieran llamarle), o puede ser pasivo, esto es cuando existe la sensación o realidad de estar en un proceso de estancamiento en las relaciones: lo que implica diferencias o conflictos. Creo que para todos es más que conocido saber y sentir cuando el conflicto es activo.

En contraparte, el conflicto pasivo, o el temor al conflicto puede ser tan dañino y perjudicial. El temor a enfrentar el conflicto provoca que las personas eviten tomar decisiones conjuntas y hasta personales; dejando así a las familias y a los negocios familiares paralizados o entrampados.

Algunas familias, que cuando al evaluar su situación inter familiar se dan cuenta de las tensiones y diferencias existentes en vez de discutir y poner los temas sobre la mesa toman la opción de evitar cualquier tema, ya sea siquiera la menor insinuación de asuntos que reaviven alguno de los conflictos.

Y aquí hay que comentar que en las familias nunca falta quien opte por la fácil: señalar los errores de los otros, las fallas ajenas que percibe, los desaciertos de terceros, etc. Pero una vez que se le cuestiona sobre la ligereza de sus planteamientos se echa al piso con argumentos de que no quiere genera polémica ni querer discutir… ¿what? O sea: señalan, acusan y sentencian, pero no pueden defender su postura ni demostrar con argumentos ni hechos sus puntos de vista.

Simplemente así no se llega a discusiones maduras ni conclusiones grupales. Más de una vez he insistido, y es parte de los acuerdos que propongo en los proyectos de Protocolos Familiares o Acuerdos de Accionistas: una de las primeras reglas es que todo hay que ponerse sobre la mesa de la sala de juntas: dudas, propuestas, inquietudes, temores, proyectos, etc.

Y con ese mismo orden de ideas, el que pone algo sobre la mesa deberá estar dispuesto a defender su punto de vista con argumentos, nunca con calificativos. Con madurez, no con sentimentalismos. Seguiremos en el tema, y agradeceré me hagan llegar y complementar sus comentarios.

El que pone algo sobre la mesa deberá estar dispuesto a defender sus puntos de vista con argumentos, nunca con calificativos. Con madurez, no con sentimentalismos.


Hace tres semanas me quedé comentando que para que el conflicto se pueda resolver, debe manejarse, debe identificarse y afrontarse. Además, recordamos que las familias empresarias exitosas no están exentas de problemas, sino que es su capacidad para resolver los conflictos lo que las hace exitosas.

El conflicto puede ser activo, esto es cuando las personas pelean o discuten (como prefieran llamarle), o puede ser pasivo, esto es cuando existe la sensación o realidad de estar en un proceso de estancamiento en las relaciones: lo que implica diferencias o conflictos. Creo que para todos es más que conocido saber y sentir cuando el conflicto es activo.

En contraparte, el conflicto pasivo, o el temor al conflicto puede ser tan dañino y perjudicial. El temor a enfrentar el conflicto provoca que las personas eviten tomar decisiones conjuntas y hasta personales; dejando así a las familias y a los negocios familiares paralizados o entrampados.

Algunas familias, que cuando al evaluar su situación inter familiar se dan cuenta de las tensiones y diferencias existentes en vez de discutir y poner los temas sobre la mesa toman la opción de evitar cualquier tema, ya sea siquiera la menor insinuación de asuntos que reaviven alguno de los conflictos.

Y aquí hay que comentar que en las familias nunca falta quien opte por la fácil: señalar los errores de los otros, las fallas ajenas que percibe, los desaciertos de terceros, etc. Pero una vez que se le cuestiona sobre la ligereza de sus planteamientos se echa al piso con argumentos de que no quiere genera polémica ni querer discutir… ¿what? O sea: señalan, acusan y sentencian, pero no pueden defender su postura ni demostrar con argumentos ni hechos sus puntos de vista.

Simplemente así no se llega a discusiones maduras ni conclusiones grupales. Más de una vez he insistido, y es parte de los acuerdos que propongo en los proyectos de Protocolos Familiares o Acuerdos de Accionistas: una de las primeras reglas es que todo hay que ponerse sobre la mesa de la sala de juntas: dudas, propuestas, inquietudes, temores, proyectos, etc.

Y con ese mismo orden de ideas, el que pone algo sobre la mesa deberá estar dispuesto a defender su punto de vista con argumentos, nunca con calificativos. Con madurez, no con sentimentalismos. Seguiremos en el tema, y agradeceré me hagan llegar y complementar sus comentarios.