/ miércoles 14 de marzo de 2018

Reflexiones sobre Política, Derecho y Ética

La Política y el Derecho, en lo social, predominan sobre los diferentes juicios que cada quien tiene de lo que es bueno o malo

 

En la era moderna, iniciada con el capitalismo, el individuo emergió como el protagonista de nuestro tiempo, adquiriendo preeminencia sobre la colectividad. La premisa es que lo bueno para el individuo es bueno para la sociedad. Economía, Política, Derecho y Ética, cuyas normas antes se correlacionaban en los análisis sociales, ahora se manejan como aspectos muy distintos, unas veces conectados y otras opuestos.

Las diferencias de la moral con la Política y con el Derecho derivan de la historia, mismas que percibieron Maquiavelo y Kant en sus respectivos contextos; ellos propiciaron el desarrollo independiente de la Ciencia Política, la Teoría del Derecho y la Ética. Destacaron el carácter subjetivo de la moral y la desvincularon para explicar la Política y validar la obligatoriedad social del Derecho. Kant también proclamó que el acto moral es fruto del individuo y no de la sociedad, y su único legislador es aquel que lo practica; definió al Derecho (legislado por el Estado) esencialmente como coerción fundada en la fuerza: “Derecho y facultad de coerción son la misma cosa”.

Maquiavelo decía que, si se combinan, la política acaba destruyendo a la moral. Se centraba en la eficacia,  el éxito y la prevalencia de la política; describió el modo en que el príncipe obtiene y mantiene el poder y gobierna para bien de su pueblo, a fin de convertirlo en una auténtica nación, con un Estado que lo unifique y lo haga virtuoso y libre. El poder reside “en buenas leyes y buenas armas”, el Estado sólo puede actuar conforme a lo permitido por la ley y, en su caso, hacer cumplir sus decisiones por la fuerza.

Hay quienes creen que con moralizar la política alcanza para mejorar sus acciones. Ignoran que la corrupción y la impunidad son parte de un problema sistémico, y que las normas morales son opinables y las jurídicas sólo aportan algunas pautas de imposición social.  A fin de cuentas, los objetivos del Estado se logran (o no) por instituciones integradas conforme a Derecho, cuyos servidores públicos ejecutan procesos y procedimientos legalmente mandatados, y administrando racionalmente los recursos. 

Donde la política funciona, la moralística no cabe. La moral personal puede -o no- coincidir con el uso de la fuerza para someter a los particulares a la convivencia armónica; pero cuando influye en decisiones que afectan a terceros, genera conflictos. Por ello, se limita la discrecionalidad de los individuos decisores.

O se gobierna bien o se gobierna mal, ese es el tema a juzgar. Según Gramsci, los valores esenciales de la política son “tener éxito en lo que se propone”;  y “mantenerse fieles a los compromisos”. En un conflicto político todo juicio de moralidad es absurdo porque se hace sobre el pasado o el presente que, precisamente, se intenta cambiar; el único juicio válido es el “político”: el relativo a la adecuación del medio al fin. No procede juzgar al político por su grado de honestidad o equidad, sino por la efectividad con que mantenga sus compromisos y logre los resultados propuestos.

Al tomador de decisiones frecuentemente se le presentan dilemas éticos que confrontan sus convicciones internas con las responsabilidades de su función. Así -en su fuero interno- honestidad, justicia, búsqueda de la libertad y la paz, solidaridad, fraternidad, compasión, espíritu de servicio, lealtad, tolerancia, etc., son valores morales y el juez es su propia conciencia. Hacia afuera, conforme a su responsabilidad, son valores jurídicos o políticos que, por fuerza, tienen que compartirse con otros y la sociedad es la jueza.

Además, merecen atención otros conceptos subjetivos que pregonan algunos populistas mesiánicos para seducir a ignorantes y fanáticos, tales como “moral política”, “Constitución moral” y “moral pública”, propios de la metafísica del poder, que incitan a constituir gobiernos fuera de este mundo por cualquier medio (Hitler->ario, Stalin->proletario, Chávez->bolivariano, gobernantes islámicos->de leyes divinas).

Usted… de cara a las elecciones en nuestro México inoculado de corrupción e impunidad…. ¿Qué opina?

La Política y el Derecho, en lo social, predominan sobre los diferentes juicios que cada quien tiene de lo que es bueno o malo

 

En la era moderna, iniciada con el capitalismo, el individuo emergió como el protagonista de nuestro tiempo, adquiriendo preeminencia sobre la colectividad. La premisa es que lo bueno para el individuo es bueno para la sociedad. Economía, Política, Derecho y Ética, cuyas normas antes se correlacionaban en los análisis sociales, ahora se manejan como aspectos muy distintos, unas veces conectados y otras opuestos.

Las diferencias de la moral con la Política y con el Derecho derivan de la historia, mismas que percibieron Maquiavelo y Kant en sus respectivos contextos; ellos propiciaron el desarrollo independiente de la Ciencia Política, la Teoría del Derecho y la Ética. Destacaron el carácter subjetivo de la moral y la desvincularon para explicar la Política y validar la obligatoriedad social del Derecho. Kant también proclamó que el acto moral es fruto del individuo y no de la sociedad, y su único legislador es aquel que lo practica; definió al Derecho (legislado por el Estado) esencialmente como coerción fundada en la fuerza: “Derecho y facultad de coerción son la misma cosa”.

Maquiavelo decía que, si se combinan, la política acaba destruyendo a la moral. Se centraba en la eficacia,  el éxito y la prevalencia de la política; describió el modo en que el príncipe obtiene y mantiene el poder y gobierna para bien de su pueblo, a fin de convertirlo en una auténtica nación, con un Estado que lo unifique y lo haga virtuoso y libre. El poder reside “en buenas leyes y buenas armas”, el Estado sólo puede actuar conforme a lo permitido por la ley y, en su caso, hacer cumplir sus decisiones por la fuerza.

Hay quienes creen que con moralizar la política alcanza para mejorar sus acciones. Ignoran que la corrupción y la impunidad son parte de un problema sistémico, y que las normas morales son opinables y las jurídicas sólo aportan algunas pautas de imposición social.  A fin de cuentas, los objetivos del Estado se logran (o no) por instituciones integradas conforme a Derecho, cuyos servidores públicos ejecutan procesos y procedimientos legalmente mandatados, y administrando racionalmente los recursos. 

Donde la política funciona, la moralística no cabe. La moral personal puede -o no- coincidir con el uso de la fuerza para someter a los particulares a la convivencia armónica; pero cuando influye en decisiones que afectan a terceros, genera conflictos. Por ello, se limita la discrecionalidad de los individuos decisores.

O se gobierna bien o se gobierna mal, ese es el tema a juzgar. Según Gramsci, los valores esenciales de la política son “tener éxito en lo que se propone”;  y “mantenerse fieles a los compromisos”. En un conflicto político todo juicio de moralidad es absurdo porque se hace sobre el pasado o el presente que, precisamente, se intenta cambiar; el único juicio válido es el “político”: el relativo a la adecuación del medio al fin. No procede juzgar al político por su grado de honestidad o equidad, sino por la efectividad con que mantenga sus compromisos y logre los resultados propuestos.

Al tomador de decisiones frecuentemente se le presentan dilemas éticos que confrontan sus convicciones internas con las responsabilidades de su función. Así -en su fuero interno- honestidad, justicia, búsqueda de la libertad y la paz, solidaridad, fraternidad, compasión, espíritu de servicio, lealtad, tolerancia, etc., son valores morales y el juez es su propia conciencia. Hacia afuera, conforme a su responsabilidad, son valores jurídicos o políticos que, por fuerza, tienen que compartirse con otros y la sociedad es la jueza.

Además, merecen atención otros conceptos subjetivos que pregonan algunos populistas mesiánicos para seducir a ignorantes y fanáticos, tales como “moral política”, “Constitución moral” y “moral pública”, propios de la metafísica del poder, que incitan a constituir gobiernos fuera de este mundo por cualquier medio (Hitler->ario, Stalin->proletario, Chávez->bolivariano, gobernantes islámicos->de leyes divinas).

Usted… de cara a las elecciones en nuestro México inoculado de corrupción e impunidad…. ¿Qué opina?