/ martes 3 de abril de 2018

Regreso a la realidad

La semana pasada fue, como cada año, algo especial, no sólo por el significado religioso, sino también por haber seleccionado, mis hermanos y yo, el tiempo para hacer un viaje para reunirnos los seis hermanos y mi madre, en su cumpleaños número ochenta y uno. Ya hace algunos años hemos logrado reunirnos en diferentes lugares mis hermanos y mi madre, sin las familias correspondientes, para pasar unos días de recuerdos, anécdotas, chistes y reflexiones entre todos. Donde el centro de atenciones es mi madre. Realmente pasar al lado de ellos es un evento único y motivante. Imagínense los cuentos de pequeños, los comportamientos de juventud, o más aún, los problemas que cada uno hemos enfrentado a lo largo de los años.

Desde el primer día de viaje a la frontera para poder tomar el vuelo al noreste del país vecino empezamos a actualizarnos de lo que ha pasado con nuestras vidas, de los éxitos, de los tropiezos, de nuestros hijos, algunos de nuestros nietos, pero sobre todo compartiendo con mi madre todos esos recuerdos y vivencias.

Al llegar al lugar mi hermana y su esposo nos esperaban a la salida del aeropuerto, estaba todavía el clima frío, pero confortable. Después de algunos minutos de viaje llegamos a la casa de mi hermana. Ella, y su esposo realmente nos hicieron sentir más que en casa, nos consentían en todo y atendían de una manera muy especial. Desde la primera noche empezaron las risas, las burlas, alrededor de las pláticas sobre sucesos de la vida de alguno de nosotros. Cada mañana sentados todos para el desayuno, y en la cabecera mi madre, es como si nos remontáramos cuarenta o cincuenta años atrás, y estuviéramos en la mesa, al lado mi hermano el abogado, con su peculiar chispa y creatividad en los diálogos, le seguía mi hermana mayor, con sus ocurrencias dichas de una manera directa y categórica, le seguía mi madre, observándonos y preguntando ¿qué? O ¿por qué?, eso sí, riéndose de todo, le seguía mi hermano el médico, que por su forma de ser y juventud nos apremiaba a la actividad continua, con su energía característica. Después estaba mi hermano el especialista en alimentos, con sus comentarios ingeniosos y a veces difíciles de captar, le seguía mi hermana la menor, la anfitriona, que se desvivía por atendernos y complacernos con lo que quisiéramos, atenta a todo y a todos (al igual que su esposo). Me faltaban los sobrinos, que a pesar de que los vimos poco, igualmente se portaban con atención. Y no podía faltar la perrita Abi, que realmente me sorprendió lo comportada, silenciosa y entrenada de una manera excepcional.

Por las tardes en la sala, las pláticas sobre algún deporte, programa o película, aunado a la serie de visitas a lugares cercanos, incluyendo la gran ciudad de Boston, en el cumpleaños de mi madre, en un restaurante italiano en el centro de la ciudad, entre risas, vino y comida, celebramos en familia esta fecha de una gran mujer, nuestra madre.

Pasaron los días, disfrutando y descansando, hasta que llegó el regreso, que, entre traslados, aviones y aeropuertos, ya algunos de nosotros nos empezábamos a conectar con lo que decimos “la realidad”. Es curioso, cómo la mente, acercándose a la fecha de término, se va conectando a los pendientes de trabajo, a las agendas interrumpidas por un descanso, a los proyectos en proceso y a la serie de actividades que debemos atender a nuestro regreso.

Qué curioso que esa sea la realidad, y no la de disfrutar tiempos largos con la familia, con los seres queridos o con la naturaleza de frente.

Qué curioso, que la realidad signifique interrumpir momentos agradables y de felicidad al lado de los seres queridos. Qué curioso, que regreso a la realidad signifique volver a las peleas, ataques, de manera personal o a través de los medios por todos los personajes de la política. Qué curioso, que sea regreso a la realidad volver a escuchar los innumerables actos de corrupción a todos los niveles de nuestras regiones. Lo más curioso es que la realidad, se supone, la creamos nosotros, sin embargo no hemos sido capaces de crear una realidad donde la sociedad completa disfrutemos completamente cada momento.

Email: antonio.rios@itesm.mx


La semana pasada fue, como cada año, algo especial, no sólo por el significado religioso, sino también por haber seleccionado, mis hermanos y yo, el tiempo para hacer un viaje para reunirnos los seis hermanos y mi madre, en su cumpleaños número ochenta y uno. Ya hace algunos años hemos logrado reunirnos en diferentes lugares mis hermanos y mi madre, sin las familias correspondientes, para pasar unos días de recuerdos, anécdotas, chistes y reflexiones entre todos. Donde el centro de atenciones es mi madre. Realmente pasar al lado de ellos es un evento único y motivante. Imagínense los cuentos de pequeños, los comportamientos de juventud, o más aún, los problemas que cada uno hemos enfrentado a lo largo de los años.

Desde el primer día de viaje a la frontera para poder tomar el vuelo al noreste del país vecino empezamos a actualizarnos de lo que ha pasado con nuestras vidas, de los éxitos, de los tropiezos, de nuestros hijos, algunos de nuestros nietos, pero sobre todo compartiendo con mi madre todos esos recuerdos y vivencias.

Al llegar al lugar mi hermana y su esposo nos esperaban a la salida del aeropuerto, estaba todavía el clima frío, pero confortable. Después de algunos minutos de viaje llegamos a la casa de mi hermana. Ella, y su esposo realmente nos hicieron sentir más que en casa, nos consentían en todo y atendían de una manera muy especial. Desde la primera noche empezaron las risas, las burlas, alrededor de las pláticas sobre sucesos de la vida de alguno de nosotros. Cada mañana sentados todos para el desayuno, y en la cabecera mi madre, es como si nos remontáramos cuarenta o cincuenta años atrás, y estuviéramos en la mesa, al lado mi hermano el abogado, con su peculiar chispa y creatividad en los diálogos, le seguía mi hermana mayor, con sus ocurrencias dichas de una manera directa y categórica, le seguía mi madre, observándonos y preguntando ¿qué? O ¿por qué?, eso sí, riéndose de todo, le seguía mi hermano el médico, que por su forma de ser y juventud nos apremiaba a la actividad continua, con su energía característica. Después estaba mi hermano el especialista en alimentos, con sus comentarios ingeniosos y a veces difíciles de captar, le seguía mi hermana la menor, la anfitriona, que se desvivía por atendernos y complacernos con lo que quisiéramos, atenta a todo y a todos (al igual que su esposo). Me faltaban los sobrinos, que a pesar de que los vimos poco, igualmente se portaban con atención. Y no podía faltar la perrita Abi, que realmente me sorprendió lo comportada, silenciosa y entrenada de una manera excepcional.

Por las tardes en la sala, las pláticas sobre algún deporte, programa o película, aunado a la serie de visitas a lugares cercanos, incluyendo la gran ciudad de Boston, en el cumpleaños de mi madre, en un restaurante italiano en el centro de la ciudad, entre risas, vino y comida, celebramos en familia esta fecha de una gran mujer, nuestra madre.

Pasaron los días, disfrutando y descansando, hasta que llegó el regreso, que, entre traslados, aviones y aeropuertos, ya algunos de nosotros nos empezábamos a conectar con lo que decimos “la realidad”. Es curioso, cómo la mente, acercándose a la fecha de término, se va conectando a los pendientes de trabajo, a las agendas interrumpidas por un descanso, a los proyectos en proceso y a la serie de actividades que debemos atender a nuestro regreso.

Qué curioso que esa sea la realidad, y no la de disfrutar tiempos largos con la familia, con los seres queridos o con la naturaleza de frente.

Qué curioso, que la realidad signifique interrumpir momentos agradables y de felicidad al lado de los seres queridos. Qué curioso, que regreso a la realidad signifique volver a las peleas, ataques, de manera personal o a través de los medios por todos los personajes de la política. Qué curioso, que sea regreso a la realidad volver a escuchar los innumerables actos de corrupción a todos los niveles de nuestras regiones. Lo más curioso es que la realidad, se supone, la creamos nosotros, sin embargo no hemos sido capaces de crear una realidad donde la sociedad completa disfrutemos completamente cada momento.

Email: antonio.rios@itesm.mx