/ martes 18 de junio de 2019

Respeto, reconocimiento y apoyo


Nuestra sociedad es muy diversa, pero hay un renglón, que es el que hoy nos ocupa, que se identifica como “senectos”, “ancianos”, “viejos”, “adultos mayores”, “personas de la tercera edad”, etc. Todos estos denominativos tienen el propósito de esquivar los prejuicios y la discriminación, algunos de ellos lo logran, otros, generan nuevas máscaras.

El tema tiene muchas prioridades para los gobiernos y la sociedad. Sin embargo, la problemática es tal que los esfuerzos no fructifican en el objetivo de proveer una vida digna a quienes han aportado su vida contribuyendo con la formación de una familia y con una vida productiva.


En nuestro país, más de la mitad de la población vive en algún nivel de pobreza y quienes más lo resienten son los adultos mayores al carecer de pensiones dignas, de trabajo bien remunerado, de no discriminaciones por la edad en el ámbito laboral y social, de atención médica adecuada, de apoyos a sus necesidades más elementales.


La tercera edad es una etapa de la vida en la que el ser humano elabora una reflexión de lo que ha logrado en su trayectoria de vida, así como de las oportunidades que se han dejado pasar o simplemente se han postergado, en esta etapa se hacen presentes los trastornos biológicos y psicológicos, se comienza a tener problemas con la vista, la audición, el habla, el equilibrio y la pérdida de memoria.


Es en esta etapa de la vida en la que el ser humano desea envejecer de una forma digna y saludable ya que además, estos cambios representan pérdidas significativas para el adulto mayor, por ejemplo el tener que ser cuidado por algún familiar como lo son los hijos, el miedo a perder todas sus habilidades físicas e independencia puede provocar en él una baja autoestima y derivar en una severa depresión.


Se hace necesaria la puesta en marcha de instituciones especializadas en la defensa de los derechos de los adultos mayores en todos los temas. A la fecha, no existe un instituto federal, estatal ni municipal de apoyo al adulto mayor como lo hay para los niños, los jóvenes, los indígenas y las mujeres.


No existen casas de cuidado para los adultos mayores auspiciadas por el Estado, ni proyectos de productividad para darles alcance laboral a su tiempo libre, ni el reconocimiento de la sociedad a su paso por la vida, ni la cultura de respeto a sus derechos acorde con su estado físico, mental y anímico.


Tenemos que cambiar la forma de cómo la sociedad y el gobierno perciben a nuestros adultos mayores y complementar un método de asistencialismo puro con el impulso y valoración de su experiencia, reconociendo sus más elementales derechos.


Correo: vicmedina@hotmail.com


Nuestra sociedad es muy diversa, pero hay un renglón, que es el que hoy nos ocupa, que se identifica como “senectos”, “ancianos”, “viejos”, “adultos mayores”, “personas de la tercera edad”, etc. Todos estos denominativos tienen el propósito de esquivar los prejuicios y la discriminación, algunos de ellos lo logran, otros, generan nuevas máscaras.

El tema tiene muchas prioridades para los gobiernos y la sociedad. Sin embargo, la problemática es tal que los esfuerzos no fructifican en el objetivo de proveer una vida digna a quienes han aportado su vida contribuyendo con la formación de una familia y con una vida productiva.


En nuestro país, más de la mitad de la población vive en algún nivel de pobreza y quienes más lo resienten son los adultos mayores al carecer de pensiones dignas, de trabajo bien remunerado, de no discriminaciones por la edad en el ámbito laboral y social, de atención médica adecuada, de apoyos a sus necesidades más elementales.


La tercera edad es una etapa de la vida en la que el ser humano elabora una reflexión de lo que ha logrado en su trayectoria de vida, así como de las oportunidades que se han dejado pasar o simplemente se han postergado, en esta etapa se hacen presentes los trastornos biológicos y psicológicos, se comienza a tener problemas con la vista, la audición, el habla, el equilibrio y la pérdida de memoria.


Es en esta etapa de la vida en la que el ser humano desea envejecer de una forma digna y saludable ya que además, estos cambios representan pérdidas significativas para el adulto mayor, por ejemplo el tener que ser cuidado por algún familiar como lo son los hijos, el miedo a perder todas sus habilidades físicas e independencia puede provocar en él una baja autoestima y derivar en una severa depresión.


Se hace necesaria la puesta en marcha de instituciones especializadas en la defensa de los derechos de los adultos mayores en todos los temas. A la fecha, no existe un instituto federal, estatal ni municipal de apoyo al adulto mayor como lo hay para los niños, los jóvenes, los indígenas y las mujeres.


No existen casas de cuidado para los adultos mayores auspiciadas por el Estado, ni proyectos de productividad para darles alcance laboral a su tiempo libre, ni el reconocimiento de la sociedad a su paso por la vida, ni la cultura de respeto a sus derechos acorde con su estado físico, mental y anímico.


Tenemos que cambiar la forma de cómo la sociedad y el gobierno perciben a nuestros adultos mayores y complementar un método de asistencialismo puro con el impulso y valoración de su experiencia, reconociendo sus más elementales derechos.


Correo: vicmedina@hotmail.com