/ martes 13 de noviembre de 2018

Revolución y reforma (I)

“En toda revolución hay dos clases de personajes: los que la hacen y los que se aprovechan de ella”. Napoleón


La evolución social se da a diario, son cambios pequeños, que al acumularse, generan una revolución. La existencia humana no es inmutable y determinada para siempre. Grandes escritores escribieron voluminosos libros, para establecer que todo en la sociedad está definido, de una vez y para siempre. En la concepción dialéctica del mundo y la vida, todo cambia, nada está estático, por lo tanto, la evolución está presente en el movimiento y viceversa. La vida nos enseña los cambios de lugar en lugar y del tiempo en el tiempo.

Sin embargo, muchas personas tienden a la estabilidad y al no cambio, empero conviven con los que asimilan los cambios y se adaptan a las nuevas circunstancias. Este proceso social, contradictorio en sí, justifica el desarrollo social. La humanidad ha evolucionado profundamente y de las cavernas y de la apropiación directa de la naturaleza para alimentarse y sobrevivir, ha pasado al dominio ésta y hoy la domina. Las cavernas se han convertido en enormes urbes, la caza, la pesca y la recolección, se transformó en campos de cultivo y de cría de ganado, la fogata en estufas y hornos digitales. Pero el refrigerador en la alacena que nos asegura es el aseguramiento de la alimentación del día de mañana.

Pero, ya organizada la sociedad en la producción de satisfactores, también generó formas de organización que mantuviera el orden y la paz. La política y la existencia de clases sociales dieron un gran impulso al desarrollo histórico-social. La explotación, los abusos y la imposición de regímenes hicieron surgir conflictos y guerras. “Homo homini lupus”, sustituyó el amor al prójimo, por la ambición de poder. Se intentó sujetar a los hombres con leyes, que de suyo fueron crueles, recordemos el Código de Hammurabi, las leyes del heleno Dracón y las “ordalías medievales”.

Sin embargo los ordenamientos reales en Inglaterra no contuvieron el proceso revolucionario de 1648, ni el de 1688. ¡Claro que fue un gran cambio! La monarquía absoluta dio paso a la monarquía parlamentaria.

(Continuará).


“En toda revolución hay dos clases de personajes: los que la hacen y los que se aprovechan de ella”. Napoleón


La evolución social se da a diario, son cambios pequeños, que al acumularse, generan una revolución. La existencia humana no es inmutable y determinada para siempre. Grandes escritores escribieron voluminosos libros, para establecer que todo en la sociedad está definido, de una vez y para siempre. En la concepción dialéctica del mundo y la vida, todo cambia, nada está estático, por lo tanto, la evolución está presente en el movimiento y viceversa. La vida nos enseña los cambios de lugar en lugar y del tiempo en el tiempo.

Sin embargo, muchas personas tienden a la estabilidad y al no cambio, empero conviven con los que asimilan los cambios y se adaptan a las nuevas circunstancias. Este proceso social, contradictorio en sí, justifica el desarrollo social. La humanidad ha evolucionado profundamente y de las cavernas y de la apropiación directa de la naturaleza para alimentarse y sobrevivir, ha pasado al dominio ésta y hoy la domina. Las cavernas se han convertido en enormes urbes, la caza, la pesca y la recolección, se transformó en campos de cultivo y de cría de ganado, la fogata en estufas y hornos digitales. Pero el refrigerador en la alacena que nos asegura es el aseguramiento de la alimentación del día de mañana.

Pero, ya organizada la sociedad en la producción de satisfactores, también generó formas de organización que mantuviera el orden y la paz. La política y la existencia de clases sociales dieron un gran impulso al desarrollo histórico-social. La explotación, los abusos y la imposición de regímenes hicieron surgir conflictos y guerras. “Homo homini lupus”, sustituyó el amor al prójimo, por la ambición de poder. Se intentó sujetar a los hombres con leyes, que de suyo fueron crueles, recordemos el Código de Hammurabi, las leyes del heleno Dracón y las “ordalías medievales”.

Sin embargo los ordenamientos reales en Inglaterra no contuvieron el proceso revolucionario de 1648, ni el de 1688. ¡Claro que fue un gran cambio! La monarquía absoluta dio paso a la monarquía parlamentaria.

(Continuará).