/ martes 28 de noviembre de 2017

Robos S.A.

Entendemos por robo el apropiarse de algo ajeno por medio de la fuerza o intimidación. La raíz del verbo “robar” procede del antiguo alto alemán “roubón” o “rauben”, a través del latín vulgar “raubare”, despojar, saquear, arrebatar. El sustantivo es robo (botín). Se refería en principio el despojar al enemigo, aunque hoy se comprende el despojo a cualquier persona, incluso a los amigos.

Hace unos días en el llamado Buen Fin se suscitó un hecho ya conocido por muchos de los lectores, donde en un almacén se etiquetó mal un precio a un artículo por un error. Algunos clientes, al darse cuenta de la equivocación, no dudaron en exigir se respetar el precio colocado a sabiendas de que el costo no era real. Esa acción como otras tantas que se cometen, a pesar de que algunos incluso la autoridad lo puedan considerar legal, no es más que un robo y podríamos catalogarlo como en despoblado.

No dudamos que en tales o cuales ofertas que determinados comerciantes exponen ante el público consumidor puedan aumentar los precios originales para luego bajarlos y que las personas sientan que en verdad existen rebajas de consideración. Si en esos casos el costo de los artículos se vuelve mayor que el verdadero, de hecho es un despojo, un robo, un aprovechamiento por parte de quienes los “ofertan”.   

Se puede robar de muchos modos y aparentar que aquello no es robo. Quizá las personas que aprovecharon el error expuesto arriba piensen que fue una oportunidad que les deparó el destino, pero de que es robo es robo.

Se roban cosas grandes y pequeñas, desde los lápices o las plumas de una oficina hasta un automóvil. Se roba cuando se pretende obtener una ganancia desmedida y los precios se aumentan a discreción. Se roba cuando alguien nos entrega un cambio mayor del que debe y nos hacemos patos para quedarnos con él, o cuando encontramos dinero, una bolsa, una cartera o un objeto cualquiera y conocemos la identidad del o los dueños y no los devolvemos. Se roba cuando nos apoderamos de objetos que vemos mal puestos en alguna tienda, un local público, una casa o en cualquier otro lugar. Se roba cuando cobramos un salario o unos honorarios mayores de los que vale nuestra labor. Se roba cuando escondemos nuestras utilidades o ganancias para evadir impuestos. Se roba cuando alteramos las notas de viáticos o cuando manifestamos a un cliente que tal o cual producto tiene una mayor calidad de la que en realidad ostenta. Todos esos robos y otros más pueden derivar en verdaderos actos de corrupción que provocan el deterioro de quien los comete.

Pero no sólo se puede robar dinero u objetos. Se roba la inocencia de un niño o la virginidad de una mujer. Se roba la fama de una persona honrada al difamarla o calumniarla. Se roban los años de alguien enamorado cuando se sabe que no habrá compromiso de por medio. Se roban los votos ciudadanos en una elección amañada. Se roban herencias a quienes son los verdaderos herederos. Se roba el tiempo de alguien que trabaja y se le distrae con cosas nimias, o el tiempo de alguien a quien se cita a determinada hora y no se cumple con ello. Se roba la dignidad de las personas o su autoestima cuando no se las valora, se las utiliza, se las engaña, se les hace bullying o se les hace ver como inferiores.

Robar a veces se torna fácil, y a veces no nos damos cuenta del daño social o individual que esto provoca. Antes de actuar en ese sentido pensemos en ello. ¿Lo ven?

Entendemos por robo el apropiarse de algo ajeno por medio de la fuerza o intimidación. La raíz del verbo “robar” procede del antiguo alto alemán “roubón” o “rauben”, a través del latín vulgar “raubare”, despojar, saquear, arrebatar. El sustantivo es robo (botín). Se refería en principio el despojar al enemigo, aunque hoy se comprende el despojo a cualquier persona, incluso a los amigos.

Hace unos días en el llamado Buen Fin se suscitó un hecho ya conocido por muchos de los lectores, donde en un almacén se etiquetó mal un precio a un artículo por un error. Algunos clientes, al darse cuenta de la equivocación, no dudaron en exigir se respetar el precio colocado a sabiendas de que el costo no era real. Esa acción como otras tantas que se cometen, a pesar de que algunos incluso la autoridad lo puedan considerar legal, no es más que un robo y podríamos catalogarlo como en despoblado.

No dudamos que en tales o cuales ofertas que determinados comerciantes exponen ante el público consumidor puedan aumentar los precios originales para luego bajarlos y que las personas sientan que en verdad existen rebajas de consideración. Si en esos casos el costo de los artículos se vuelve mayor que el verdadero, de hecho es un despojo, un robo, un aprovechamiento por parte de quienes los “ofertan”.   

Se puede robar de muchos modos y aparentar que aquello no es robo. Quizá las personas que aprovecharon el error expuesto arriba piensen que fue una oportunidad que les deparó el destino, pero de que es robo es robo.

Se roban cosas grandes y pequeñas, desde los lápices o las plumas de una oficina hasta un automóvil. Se roba cuando se pretende obtener una ganancia desmedida y los precios se aumentan a discreción. Se roba cuando alguien nos entrega un cambio mayor del que debe y nos hacemos patos para quedarnos con él, o cuando encontramos dinero, una bolsa, una cartera o un objeto cualquiera y conocemos la identidad del o los dueños y no los devolvemos. Se roba cuando nos apoderamos de objetos que vemos mal puestos en alguna tienda, un local público, una casa o en cualquier otro lugar. Se roba cuando cobramos un salario o unos honorarios mayores de los que vale nuestra labor. Se roba cuando escondemos nuestras utilidades o ganancias para evadir impuestos. Se roba cuando alteramos las notas de viáticos o cuando manifestamos a un cliente que tal o cual producto tiene una mayor calidad de la que en realidad ostenta. Todos esos robos y otros más pueden derivar en verdaderos actos de corrupción que provocan el deterioro de quien los comete.

Pero no sólo se puede robar dinero u objetos. Se roba la inocencia de un niño o la virginidad de una mujer. Se roba la fama de una persona honrada al difamarla o calumniarla. Se roban los años de alguien enamorado cuando se sabe que no habrá compromiso de por medio. Se roban los votos ciudadanos en una elección amañada. Se roban herencias a quienes son los verdaderos herederos. Se roba el tiempo de alguien que trabaja y se le distrae con cosas nimias, o el tiempo de alguien a quien se cita a determinada hora y no se cumple con ello. Se roba la dignidad de las personas o su autoestima cuando no se las valora, se las utiliza, se las engaña, se les hace bullying o se les hace ver como inferiores.

Robar a veces se torna fácil, y a veces no nos damos cuenta del daño social o individual que esto provoca. Antes de actuar en ese sentido pensemos en ello. ¿Lo ven?