/ jueves 7 de marzo de 2019

Rompiendo la rutina

La hidalguía



En pocas ocasiones se conocen las ideas de los hombres que forman la historia, en vez de sólo sus hechos. De acuerdo a Enrique de Gandía, una de esas concepciones que explican los hechos de los hombres es la “hidalguía”. La hidalguía se le consideró la más alta y la más pura concepción de la nobleza, del hogar y de la calidad de las personas. La hidalguía nació en España. Sólo en España han existido y existen hidalgos. Nobleza, es preciso aclararlo, no es hidalguía, como se concibe en España. Nobles puede hacerlos el rey por su voluntad. El hidalgo nace hidalgo, no se otorga.

Más aún: la verdadera nobleza que tiene los hombres es por su nacimiento, por ser hijos de algo. Los nobles hechos por el rey o por el papa exhiben un título de nobleza, pero no son nobles en la forma reconocida por la hidalguía. La hidalguía en España demuestra los derechos y libertades que disfrutaban ahí las personas, cuando toda Europa era esclavizada por el feudalismo. En España no hubo verdadero feudalismo, donde existió por excepción y por normas que no eran españolas. El hidalgo era el hombre libre, con derechos heredados que ni rey ni autoridades podían ignorar.

No se les podía obligar a servir en los ejércitos ni realizar ciertos actos a los que estaban sujetos los no hidalgos. El hidalgo era siempre hijo de hidalgo. No perdía su condición si se casaba con una mujer no hidalga, pero la hidalga lo perdía si lo hacía con uno que no lo era. La hidalguía no obligaba a poseer riquezas y ésta se heredaba, aunque fuera un labrador, sin perder sus derechos. En las provincias vascongadas, hasta el año 1452, sus habitantes, generalmente, sin excepciones, fueron hidalgos, y las familias tenían que probarlo si deseaban vivir ahí.

La investigación que lo probaba duraba de meses a años, con testimonios severísimos y partidas bautismales que demostraban ser descendientes de cristianos, sin mezcla de judíos, ni de moros, ni penitenciados por el santo oficio de la Inquisición. En las provincias vascas vivieron hombres hidalgos con derechos y libertades que no se encontraban en el resto de Europa. En España esto produjo un fenómeno único en el mundo. Es común que un noble se precie de descender de reyes, pero en España las familias hidalgas se precian que de ellas desciendan reyes.

En el año 1533 la hidalguía se reconoció a los pobladores de las ciudades americanas y a sus descendientes, paralela a los méritos de la rancia hidalguía española. Los hombres se hacían hidalgos por su propio esfuerzo, por su lucha contra los invasores y por su acción civilizadora y colonizadora, una suerte de meritocracia. En España, hidalguía y nobleza no eran privilegio de ricos, ni de favorecidos por los reyes, ni tampoco algo imposible de perder. Las malas acciones destruían la hidalguía y la nobleza. No sólo se heredaba. Era preciso mantenerla y aumentarla.

Por lo anterior, cada dos o tres generaciones se hacían demostraciones para probar que la hidalguía no se había perdido. Y mientras en España ésta se heredaba y se mantenía, en América los hombres no hidalgos se hacían hidalgos por su trabajo y sus empresas, de donde surgieron miles de linajes nuevos, tan antiguos como la tierra en que habían nacido. América, así, se hizo una España inmensa, con todas sus glorias, tradiciones, sus honores y libertades.

agusperezr@hotmail.com


La hidalguía



En pocas ocasiones se conocen las ideas de los hombres que forman la historia, en vez de sólo sus hechos. De acuerdo a Enrique de Gandía, una de esas concepciones que explican los hechos de los hombres es la “hidalguía”. La hidalguía se le consideró la más alta y la más pura concepción de la nobleza, del hogar y de la calidad de las personas. La hidalguía nació en España. Sólo en España han existido y existen hidalgos. Nobleza, es preciso aclararlo, no es hidalguía, como se concibe en España. Nobles puede hacerlos el rey por su voluntad. El hidalgo nace hidalgo, no se otorga.

Más aún: la verdadera nobleza que tiene los hombres es por su nacimiento, por ser hijos de algo. Los nobles hechos por el rey o por el papa exhiben un título de nobleza, pero no son nobles en la forma reconocida por la hidalguía. La hidalguía en España demuestra los derechos y libertades que disfrutaban ahí las personas, cuando toda Europa era esclavizada por el feudalismo. En España no hubo verdadero feudalismo, donde existió por excepción y por normas que no eran españolas. El hidalgo era el hombre libre, con derechos heredados que ni rey ni autoridades podían ignorar.

No se les podía obligar a servir en los ejércitos ni realizar ciertos actos a los que estaban sujetos los no hidalgos. El hidalgo era siempre hijo de hidalgo. No perdía su condición si se casaba con una mujer no hidalga, pero la hidalga lo perdía si lo hacía con uno que no lo era. La hidalguía no obligaba a poseer riquezas y ésta se heredaba, aunque fuera un labrador, sin perder sus derechos. En las provincias vascongadas, hasta el año 1452, sus habitantes, generalmente, sin excepciones, fueron hidalgos, y las familias tenían que probarlo si deseaban vivir ahí.

La investigación que lo probaba duraba de meses a años, con testimonios severísimos y partidas bautismales que demostraban ser descendientes de cristianos, sin mezcla de judíos, ni de moros, ni penitenciados por el santo oficio de la Inquisición. En las provincias vascas vivieron hombres hidalgos con derechos y libertades que no se encontraban en el resto de Europa. En España esto produjo un fenómeno único en el mundo. Es común que un noble se precie de descender de reyes, pero en España las familias hidalgas se precian que de ellas desciendan reyes.

En el año 1533 la hidalguía se reconoció a los pobladores de las ciudades americanas y a sus descendientes, paralela a los méritos de la rancia hidalguía española. Los hombres se hacían hidalgos por su propio esfuerzo, por su lucha contra los invasores y por su acción civilizadora y colonizadora, una suerte de meritocracia. En España, hidalguía y nobleza no eran privilegio de ricos, ni de favorecidos por los reyes, ni tampoco algo imposible de perder. Las malas acciones destruían la hidalguía y la nobleza. No sólo se heredaba. Era preciso mantenerla y aumentarla.

Por lo anterior, cada dos o tres generaciones se hacían demostraciones para probar que la hidalguía no se había perdido. Y mientras en España ésta se heredaba y se mantenía, en América los hombres no hidalgos se hacían hidalgos por su trabajo y sus empresas, de donde surgieron miles de linajes nuevos, tan antiguos como la tierra en que habían nacido. América, así, se hizo una España inmensa, con todas sus glorias, tradiciones, sus honores y libertades.

agusperezr@hotmail.com