/ miércoles 13 de noviembre de 2019

Ruido

Los ruidos se califican de agradables o desagradables, tolerables o intolerables.

La tolerancia al ruido tiene que ver con la costumbre, con los gustos, con una cultura que los adopta como parte del medio en el que se vive. El ruido puede ser también un somnífero que aun con sus notas altisonantes no despierta la consciencia, porque ésta necesita del silencio para analizar el cómo, el porqué y el para qué de lo que acontece.

El silencio es reparador, en él podemos escucharnos a nosotros mismos, que somos la fuente de información vital para nuestra salud, pero en este mundo lleno de sonidos artificiales vamos día a día en un alboroto de variados e inesperados decibeles.

Es sano alejarse del ruido buscando descanso y tranquilidad, porque en un lugar natural se logra quietud con los sonidos de la naturaleza que conectan a esa unidad a la que pertenecemos. Buscar un lugar alejado del traqueteo es reparador.

Hoy estoy en una etapa que quisiera más silencio, no sé si el avance de la edad es como un retiro que lo busca, para en el desenlace de la muerte llegar más preparado a la infinita quietud. ¡Y no digo que ya no quiero escuchar ningún sonido artificial!, porque me encanta la música y cuando la bailo, no importa que esté alto el volumen, pero después de esa danza que me eleva a fluir con alegría, me aquieto agradeciendo esos momentos de euforia que me transportaron al deleite.

En fin, los sonidos son un estimulante, un mensaje, un llamado, una alarma.

Todos y cada uno de nosotros tenemos derecho a generar el ruido que nos gusta, que nos alegra, con una sola restricción “no molestar al prójimo”, al que está enseguida en este mundo sobrepoblado, que exige respeto hacia los demás.

En Majalca el ruido es un tema que preocupa a los que amamos el lugar, las motos y los carritos con bocinas son un atentado en contra de su flora y fauna, este paraíso debería ser proclamado zona de recreo respetuoso, con vehículos circulando a bajas velocidades, visitantes conscientes de no hacer ruido por las noches y madrugadas, música restringida a espacios privados y a volumen bajo, en fin, medidas que protejan esta indispensable fuente de vida, oxígeno y agua para Chihuahua.

En Mazatlán llama mi atención la gran cantidad de ruido que hay, las famosas pulmonías (taxis sin ventanas) y otros vehículos abiertos dotados de bocinas potentes que a todo volumen van y vienen. Estos transportes irrumpen groseros afectando a los que quisiéramos una travesía tranquila para escuchar el viento, las olas, la risa de los niños que juegan, los sonidos de los pájaros, etc. Ya en varias viviendas se exhiben letreros que piden silencio, pero aún así no se respeta este reclamo que viene siendo a final de cuentas un derecho.

El ruido va subiendo el volumen con una actitud irrespetuosa hacia los demás y yo pregunto ¿Por qué no prohibirlo en la vía pública? Que el que goza con los altos volúmenes se ponga unos audífonos y vaya encerrado en su euforia sin molestar a nadie.

Muchos inventos del hombre hacen ruido, los conocemos y los toleramos porque estamos dentro de una maquinaria mundial que no para, pero aún así tenemos la posibilidad de buscar un espacio, un momento para estar en silencio y saborear lo que es y la paz que brinda.

VIGILANTE: ¿Sabías que las latas de aluminio son muy cotizadas por los pepenadores porque es de los residuos que más valen? Tíralas en botes de basura para que las aprovechen y desecha el pivote que las abre dentro de la lata, de esta manera estarás haciendo un donativo a alguien que lo necesita, una aportación que nada te cuesta.


Los ruidos se califican de agradables o desagradables, tolerables o intolerables.

La tolerancia al ruido tiene que ver con la costumbre, con los gustos, con una cultura que los adopta como parte del medio en el que se vive. El ruido puede ser también un somnífero que aun con sus notas altisonantes no despierta la consciencia, porque ésta necesita del silencio para analizar el cómo, el porqué y el para qué de lo que acontece.

El silencio es reparador, en él podemos escucharnos a nosotros mismos, que somos la fuente de información vital para nuestra salud, pero en este mundo lleno de sonidos artificiales vamos día a día en un alboroto de variados e inesperados decibeles.

Es sano alejarse del ruido buscando descanso y tranquilidad, porque en un lugar natural se logra quietud con los sonidos de la naturaleza que conectan a esa unidad a la que pertenecemos. Buscar un lugar alejado del traqueteo es reparador.

Hoy estoy en una etapa que quisiera más silencio, no sé si el avance de la edad es como un retiro que lo busca, para en el desenlace de la muerte llegar más preparado a la infinita quietud. ¡Y no digo que ya no quiero escuchar ningún sonido artificial!, porque me encanta la música y cuando la bailo, no importa que esté alto el volumen, pero después de esa danza que me eleva a fluir con alegría, me aquieto agradeciendo esos momentos de euforia que me transportaron al deleite.

En fin, los sonidos son un estimulante, un mensaje, un llamado, una alarma.

Todos y cada uno de nosotros tenemos derecho a generar el ruido que nos gusta, que nos alegra, con una sola restricción “no molestar al prójimo”, al que está enseguida en este mundo sobrepoblado, que exige respeto hacia los demás.

En Majalca el ruido es un tema que preocupa a los que amamos el lugar, las motos y los carritos con bocinas son un atentado en contra de su flora y fauna, este paraíso debería ser proclamado zona de recreo respetuoso, con vehículos circulando a bajas velocidades, visitantes conscientes de no hacer ruido por las noches y madrugadas, música restringida a espacios privados y a volumen bajo, en fin, medidas que protejan esta indispensable fuente de vida, oxígeno y agua para Chihuahua.

En Mazatlán llama mi atención la gran cantidad de ruido que hay, las famosas pulmonías (taxis sin ventanas) y otros vehículos abiertos dotados de bocinas potentes que a todo volumen van y vienen. Estos transportes irrumpen groseros afectando a los que quisiéramos una travesía tranquila para escuchar el viento, las olas, la risa de los niños que juegan, los sonidos de los pájaros, etc. Ya en varias viviendas se exhiben letreros que piden silencio, pero aún así no se respeta este reclamo que viene siendo a final de cuentas un derecho.

El ruido va subiendo el volumen con una actitud irrespetuosa hacia los demás y yo pregunto ¿Por qué no prohibirlo en la vía pública? Que el que goza con los altos volúmenes se ponga unos audífonos y vaya encerrado en su euforia sin molestar a nadie.

Muchos inventos del hombre hacen ruido, los conocemos y los toleramos porque estamos dentro de una maquinaria mundial que no para, pero aún así tenemos la posibilidad de buscar un espacio, un momento para estar en silencio y saborear lo que es y la paz que brinda.

VIGILANTE: ¿Sabías que las latas de aluminio son muy cotizadas por los pepenadores porque es de los residuos que más valen? Tíralas en botes de basura para que las aprovechen y desecha el pivote que las abre dentro de la lata, de esta manera estarás haciendo un donativo a alguien que lo necesita, una aportación que nada te cuesta.


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