/ sábado 19 de enero de 2019

Rumbo al control controlado

Existe un grave y peligroso riesgo de que en nuestro país se naturalice, es decir se convierta en ordinaria, común y de casa, la posibilidad de que se imponga un modelo de gobierno autoritario, que restrinja los Derechos Humanos, nuestros bienes jurídicos y nuestras libertades, de forma gradual y exponencial.

Así lo indican diversas actuaciones del gobierno federal que ponen en evidencia una programada intención de sujetar a la sociedad al control de entes cuya fuerza de actuación no es de tipo política ni económica, mucho menos con origen democrático, sino con capacidad de represión y opresión mediante la fuerza pública.

Un indicador de ello es la obsesiva intención del presidente de la república de dejar en manos de las fuerzas militares la seguridad pública, incluyendo la prevención. Y el asunto que trato no tiene que ver con augurios tenebrosos ni macabros, sino con hechos que ya han ocurrido en otras épocas y en otros lugares.

Con una tergiversación de la realidad, poco a poco la estrategia mediática del poder ha sido desacreditar a los políticos opositores, sembrando la idea de que quienes están en contra de los designios del mandatario nacional y su equipo de colaboradores están en contra de la sociedad, no del gobierno.

Los más riesgoso es que “los seres humanos tenemos la tendencia a dar como verdadero lo que percibimos, y ciertamente, a falta de datos duros, la percepción nos da una idea de cómo andan las cosas, pero ésta se puede manipular y tergiversar con el fin de que la población tenga una percepción exagerada o bien demasiado pequeña de las cosas que pasan en el ámbito público. Simplemente, la manipulación mediática de la percepción”, leí en un editorial político publicado en un medio de circulación nacional.

El lingüista Noam Chomsky señaló en uno de sus trabajos que existen diez formas esenciales para manipular la percepción y éstos se reducen a lo siguiente: La estrategia de la distracción, que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las élites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes.

Crear problemas y después ofrecer soluciones. Este método también es llamado “problema-reacción-solución” y nos hace evocar el asunto del huachicoleo, la inseguridad pública y la necesidad de militarizar el país y varios más que trae en su agenda Andrés Manuel López Obrador. El tercero es la estrategia de la gradualidad, para hacer que se acepte una medida inaceptable. Basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos.

La estrategia de diferir. Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es la de presentarla como “dolorosa y necesaria”, obteniendo la aceptación pública, en el momento, para una aplicación futura.

En esta primera exposición, intento dar entrada al fondo del tema, que tiene que ver sobre el enorme riesgo que significa que la confrontación, la imposición de políticas públicas impopulares y la toma de decisiones sustentadas en simulaciones de consulta popular, a lo único que nos conduce como sociedad es a aceptar sin reclamo, sin oposición y sin empuje como fuerza social, la edificación de un país sujeto a modelos de gobierno populista, autoritario y represor. En la siguiente colaboración escribiré de ello.



Existe un grave y peligroso riesgo de que en nuestro país se naturalice, es decir se convierta en ordinaria, común y de casa, la posibilidad de que se imponga un modelo de gobierno autoritario, que restrinja los Derechos Humanos, nuestros bienes jurídicos y nuestras libertades, de forma gradual y exponencial.

Así lo indican diversas actuaciones del gobierno federal que ponen en evidencia una programada intención de sujetar a la sociedad al control de entes cuya fuerza de actuación no es de tipo política ni económica, mucho menos con origen democrático, sino con capacidad de represión y opresión mediante la fuerza pública.

Un indicador de ello es la obsesiva intención del presidente de la república de dejar en manos de las fuerzas militares la seguridad pública, incluyendo la prevención. Y el asunto que trato no tiene que ver con augurios tenebrosos ni macabros, sino con hechos que ya han ocurrido en otras épocas y en otros lugares.

Con una tergiversación de la realidad, poco a poco la estrategia mediática del poder ha sido desacreditar a los políticos opositores, sembrando la idea de que quienes están en contra de los designios del mandatario nacional y su equipo de colaboradores están en contra de la sociedad, no del gobierno.

Los más riesgoso es que “los seres humanos tenemos la tendencia a dar como verdadero lo que percibimos, y ciertamente, a falta de datos duros, la percepción nos da una idea de cómo andan las cosas, pero ésta se puede manipular y tergiversar con el fin de que la población tenga una percepción exagerada o bien demasiado pequeña de las cosas que pasan en el ámbito público. Simplemente, la manipulación mediática de la percepción”, leí en un editorial político publicado en un medio de circulación nacional.

El lingüista Noam Chomsky señaló en uno de sus trabajos que existen diez formas esenciales para manipular la percepción y éstos se reducen a lo siguiente: La estrategia de la distracción, que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las élites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes.

Crear problemas y después ofrecer soluciones. Este método también es llamado “problema-reacción-solución” y nos hace evocar el asunto del huachicoleo, la inseguridad pública y la necesidad de militarizar el país y varios más que trae en su agenda Andrés Manuel López Obrador. El tercero es la estrategia de la gradualidad, para hacer que se acepte una medida inaceptable. Basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos.

La estrategia de diferir. Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es la de presentarla como “dolorosa y necesaria”, obteniendo la aceptación pública, en el momento, para una aplicación futura.

En esta primera exposición, intento dar entrada al fondo del tema, que tiene que ver sobre el enorme riesgo que significa que la confrontación, la imposición de políticas públicas impopulares y la toma de decisiones sustentadas en simulaciones de consulta popular, a lo único que nos conduce como sociedad es a aceptar sin reclamo, sin oposición y sin empuje como fuerza social, la edificación de un país sujeto a modelos de gobierno populista, autoritario y represor. En la siguiente colaboración escribiré de ello.