/ viernes 28 de septiembre de 2018

Sacerdotes: ¿Santos o delincuentes?

No todas las modas son de buen gusto, ni todas son sanas. Hoy está de moda criticar a la Iglesia Católica y a sus ministros. Ya sé —como todo el mundo también— que desafortunadamente algunos sacerdotes no se portan como deberían, que entre ellos hay algunos delincuentes, y que no faltan personas quienes habiendo funcionado con una “fe curera” se han sentido defraudadas por la Iglesia. Qué importante es saber poner nuestra fe en Jesús, quien después de morir resucitó.

En el otro plato de la balanza encontramos a muchos fieles que acostumbran rezar por los sacerdotes pues, sabiendo que somos personas con limitaciones, defectos, y miserias, necesitamos siempre de la ayuda de Dios para comportarnos de acuerdo a un ministerio que no merecemos, pero que nos exige ser guías de mucha gente. Recojo aquí una oración para ayudarnos en esta delicada misión.

Oh Dios eterno y omnipotente, mira al rostro de tu Cristo, y por amor a él, que es el Sumo y Eterno Sacerdote, ten piedad de tus sacerdotes. Recuerda, Dios misericordioso, que no son sino unos seres humanos débiles y frágiles. Renueva en ellos la gracia que han recibido por la imposición de las manos del obispo. Guárdalos cerca de ti para que el enemigo no prevalezca contra ellos; a fin de que nunca hagan nada que desdiga en punto alguno de su sublime vocación.

Oh Jesús, a ti ruego por tus sacerdotes fieles y fervorosos; por tus sacerdotes infieles y tibios; por tus sacerdotes que laboran en casa o fuera, en campos de misión; por tus sacerdotes jóvenes y mayores; por tus sacerdotes moribundos; por las almas de tus sacerdotes en el purgatorio.

Pero sobre todo te encomiendo a los sacerdotes que me son más queridos: al sacerdote que me bautizó; a los sacerdotes que me absolvieron de mis pecados; a los sacerdotes a cuyas misas asistí, que me dieron tu cuerpo y tu sangre en la sagrada comunión; a los sacerdotes que me enseñaron y me instruyeron o me animaron y me ayudaron; a los sacerdotes a quienes debo algo en cualquier otro modo. Especialmente...

Oh Jesús, guárdalos a todos cerca de tu corazón y bendícelos copiosamente, así en el tiempo como en la eternidad. Amén.

www.padrealejandro.com



No todas las modas son de buen gusto, ni todas son sanas. Hoy está de moda criticar a la Iglesia Católica y a sus ministros. Ya sé —como todo el mundo también— que desafortunadamente algunos sacerdotes no se portan como deberían, que entre ellos hay algunos delincuentes, y que no faltan personas quienes habiendo funcionado con una “fe curera” se han sentido defraudadas por la Iglesia. Qué importante es saber poner nuestra fe en Jesús, quien después de morir resucitó.

En el otro plato de la balanza encontramos a muchos fieles que acostumbran rezar por los sacerdotes pues, sabiendo que somos personas con limitaciones, defectos, y miserias, necesitamos siempre de la ayuda de Dios para comportarnos de acuerdo a un ministerio que no merecemos, pero que nos exige ser guías de mucha gente. Recojo aquí una oración para ayudarnos en esta delicada misión.

Oh Dios eterno y omnipotente, mira al rostro de tu Cristo, y por amor a él, que es el Sumo y Eterno Sacerdote, ten piedad de tus sacerdotes. Recuerda, Dios misericordioso, que no son sino unos seres humanos débiles y frágiles. Renueva en ellos la gracia que han recibido por la imposición de las manos del obispo. Guárdalos cerca de ti para que el enemigo no prevalezca contra ellos; a fin de que nunca hagan nada que desdiga en punto alguno de su sublime vocación.

Oh Jesús, a ti ruego por tus sacerdotes fieles y fervorosos; por tus sacerdotes infieles y tibios; por tus sacerdotes que laboran en casa o fuera, en campos de misión; por tus sacerdotes jóvenes y mayores; por tus sacerdotes moribundos; por las almas de tus sacerdotes en el purgatorio.

Pero sobre todo te encomiendo a los sacerdotes que me son más queridos: al sacerdote que me bautizó; a los sacerdotes que me absolvieron de mis pecados; a los sacerdotes a cuyas misas asistí, que me dieron tu cuerpo y tu sangre en la sagrada comunión; a los sacerdotes que me enseñaron y me instruyeron o me animaron y me ayudaron; a los sacerdotes a quienes debo algo en cualquier otro modo. Especialmente...

Oh Jesús, guárdalos a todos cerca de tu corazón y bendícelos copiosamente, así en el tiempo como en la eternidad. Amén.

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