/ jueves 6 de diciembre de 2018

Sacrificio no es justicia

Los sacrificios nos han marcado como sociedad desde hace cientos de años. Casi todas las culturas prehispánicas señalan el sacrificio como una práctica común, una donde el fin justifica los medios; aquellos se realizaban para ser ofrecidas a alguna deidad y así lograr apaciguar su ira. En décadas recientes, los sacrificios en la arena pública tenían un fin más o menos parecido: aplacar el enojo de la ciudadanía que exigía darles una “cabeza” y después… el olvido, espectáculo, nunca justicia.

El famoso “Quinazo” en la administración de Carlos Salinas de Gortari, “los peces gordos” de Vicente Fox Quesada y el “Elbazo” de Enrique Peña Nieto, todos ellos son sacrificios, medios para acallar la sed de justicia de una sociedad que ha carecido de ella durante mucho tiempo, que ha visto cómo funcionarios roban impunemente y se enriquecen de la nada. En todos estos actos, hubo rituales, espectáculo, entretenimiento, pero nunca, nunca justicia.


Ese tipo de sacrificios que pretendieron ser golpes de autoridad para demostrar que realmente se estaba combatiendo la corrupción, no son, nunca fueron actos de justicia, demostraciones de que nadie estaba por encima de la ley, no, sólo fueron “oportunidades” de los gobiernos entrantes para deshacerse de uno que otro lastre que les estorbaba a ellos.


Las y los ciudadanos ya estamos hartos de venganzas “personales” que son cortinas de humo. Lo que queremos, lo que exigimos, es ¡justicia! Que no se confundan en la administración entrante, no queremos “sangre”, queremos ¡justicia! El borrón y cuenta nueva, el punto final, no es admisible porque eso sería darnos un mensaje de que la justicia es desigual, que los poderosos, que la clase política es per se impune, y que sólo de vez en cuando, habrá caídos.


El mensaje anunciado acerca de un borrón y cuenta nueva, seguramente fue bien recibido por César Duarte, Javier Duarte, Guillermo Padrés quien sí paga 140 millones de pesos de fianza (que no dude usted que los tiene), puede obtener su libertad, a Rosario Robles y al mismo Enrique Peña, por mencionar sólo algunos.


Todos ellos con un rasgo en común, básico de hecho: cometieron actos de corrupción, todo ello documentado, algunos más que otros, es cierto, situación que le debemos al sistema de justicia que a la hora de integrar expedientes, pues nomás se le pasan “detalles” que luego resultan en 30 o 10 o 20 años de cárcel menos.


La nueva administración debería entender la diferencia entre sacrificio y justicia. Hay ejemplos, la ley del Punto Final en Argentina, y aunque se trataba de delitos de lesa humanidad (no intento comparar), lo que al final se pide es lo mismo: olvido, y eso no es admisible ya, ya no, porque ya se abusó desde hace década de eso.


lilia.aguilargil.2015@gmail.com


Los sacrificios nos han marcado como sociedad desde hace cientos de años. Casi todas las culturas prehispánicas señalan el sacrificio como una práctica común, una donde el fin justifica los medios; aquellos se realizaban para ser ofrecidas a alguna deidad y así lograr apaciguar su ira. En décadas recientes, los sacrificios en la arena pública tenían un fin más o menos parecido: aplacar el enojo de la ciudadanía que exigía darles una “cabeza” y después… el olvido, espectáculo, nunca justicia.

El famoso “Quinazo” en la administración de Carlos Salinas de Gortari, “los peces gordos” de Vicente Fox Quesada y el “Elbazo” de Enrique Peña Nieto, todos ellos son sacrificios, medios para acallar la sed de justicia de una sociedad que ha carecido de ella durante mucho tiempo, que ha visto cómo funcionarios roban impunemente y se enriquecen de la nada. En todos estos actos, hubo rituales, espectáculo, entretenimiento, pero nunca, nunca justicia.


Ese tipo de sacrificios que pretendieron ser golpes de autoridad para demostrar que realmente se estaba combatiendo la corrupción, no son, nunca fueron actos de justicia, demostraciones de que nadie estaba por encima de la ley, no, sólo fueron “oportunidades” de los gobiernos entrantes para deshacerse de uno que otro lastre que les estorbaba a ellos.


Las y los ciudadanos ya estamos hartos de venganzas “personales” que son cortinas de humo. Lo que queremos, lo que exigimos, es ¡justicia! Que no se confundan en la administración entrante, no queremos “sangre”, queremos ¡justicia! El borrón y cuenta nueva, el punto final, no es admisible porque eso sería darnos un mensaje de que la justicia es desigual, que los poderosos, que la clase política es per se impune, y que sólo de vez en cuando, habrá caídos.


El mensaje anunciado acerca de un borrón y cuenta nueva, seguramente fue bien recibido por César Duarte, Javier Duarte, Guillermo Padrés quien sí paga 140 millones de pesos de fianza (que no dude usted que los tiene), puede obtener su libertad, a Rosario Robles y al mismo Enrique Peña, por mencionar sólo algunos.


Todos ellos con un rasgo en común, básico de hecho: cometieron actos de corrupción, todo ello documentado, algunos más que otros, es cierto, situación que le debemos al sistema de justicia que a la hora de integrar expedientes, pues nomás se le pasan “detalles” que luego resultan en 30 o 10 o 20 años de cárcel menos.


La nueva administración debería entender la diferencia entre sacrificio y justicia. Hay ejemplos, la ley del Punto Final en Argentina, y aunque se trataba de delitos de lesa humanidad (no intento comparar), lo que al final se pide es lo mismo: olvido, y eso no es admisible ya, ya no, porque ya se abusó desde hace década de eso.


lilia.aguilargil.2015@gmail.com