/ lunes 3 de diciembre de 2018

Se fue Peña Nieto

Hoy deja de ser presidente de México Enrique Peña Nieto y el país debería estar furioso, no de fiesta.

En lugar de felicidad y esperanza porque termina su tragicómico sexenio, nos debe quedar un amargo sabor de boca porque no fuimos capaces de hacer nada como sociedad para defender a nuestra patria del más corrupto e ineficiente sexenio de gobierno, en toda la pendenciera historia de nuestro país.

¿Cómo fue que aguantamos impasibles seis largos años mientras nos ridiculizaba en todas partes del mundo? ¿Qué nos faltó para poder detener a tiempo el desfalco de nuestro patrimonio nacional e impedir que abusara de su poder y las instituciones para enriquecerse junto con su camarilla de servidores públicos federales y gobernadores priistas?

En verdad, ¿no fuimos muy irresponsables como colectividad, al circunscribir nuestra crítica y oposición sólo a una tímida reacción en redes sociales, con memes y burdos montajes de videos que finalmente sólo sirvieron para catarsis de nuestra frustración?

¿Dónde quedó nuestra lealtad y valentía que presumimos como chihuahuenses, para respaldar y fortalecer a aquellos muy contados líderes que realmente se atrevieron a confrontar tan cínica y descarada corrupción?

Se fue Peña Nieto, y muy posiblemente cobijado con un manto de impunidad. ¿Y seguiremos jugando el papelito de la “crítica” y la “oposición”, ese que, aunque legítimo, sólo sirve para entorpecer los esfuerzos anti corrupción y contra la impunidad que emprendieron nuestras autoridades estatales?

¿Por qué nos alegra que su mandato se extinga en total impunidad, mientras nos deja un país en la quiebra total, ensangrentado por la violencia y la criminalidad y con cada vez número mayor de mexicanos en extrema pobreza?

Y lo que todavía es mucho peor: ¿Será esta la misma actitud que asumamos ante el arribo del nuevo poder? Vale la pena revisarlo, porque lo que se vislumbra todavía luce infinitamente peor. Más autoritarismo y corrupción, adicionándole el ingrediente de la represión y la extinción de los derechos y las libertades.

Que no sea nuestra experiencia sexenal presagio de un mal futuro. Porque las futuras generaciones nos exigirán cuentas sobre las condiciones en que les dejamos el país. Sobre todo, si nuestro país se hunde bajo el yugo del autoritario, la bota del represor y a merced de la anarquía y la delincuencia.

Ojalá nos sirva la experiencia de otros países como Venezuela, Chile, Cuba, Brasil, Belice, cuyos pueblos fueron diezmados por el populista engañador.

Qué bueno que ya se van, sí. De eso no queda duda alguna. De aquí hacia adelante, sólo debemos asegurar una sola cosa: No volveremos a quedarnos de brazos cruzados.

alfredopineraguevara@gmail.com



Hoy deja de ser presidente de México Enrique Peña Nieto y el país debería estar furioso, no de fiesta.

En lugar de felicidad y esperanza porque termina su tragicómico sexenio, nos debe quedar un amargo sabor de boca porque no fuimos capaces de hacer nada como sociedad para defender a nuestra patria del más corrupto e ineficiente sexenio de gobierno, en toda la pendenciera historia de nuestro país.

¿Cómo fue que aguantamos impasibles seis largos años mientras nos ridiculizaba en todas partes del mundo? ¿Qué nos faltó para poder detener a tiempo el desfalco de nuestro patrimonio nacional e impedir que abusara de su poder y las instituciones para enriquecerse junto con su camarilla de servidores públicos federales y gobernadores priistas?

En verdad, ¿no fuimos muy irresponsables como colectividad, al circunscribir nuestra crítica y oposición sólo a una tímida reacción en redes sociales, con memes y burdos montajes de videos que finalmente sólo sirvieron para catarsis de nuestra frustración?

¿Dónde quedó nuestra lealtad y valentía que presumimos como chihuahuenses, para respaldar y fortalecer a aquellos muy contados líderes que realmente se atrevieron a confrontar tan cínica y descarada corrupción?

Se fue Peña Nieto, y muy posiblemente cobijado con un manto de impunidad. ¿Y seguiremos jugando el papelito de la “crítica” y la “oposición”, ese que, aunque legítimo, sólo sirve para entorpecer los esfuerzos anti corrupción y contra la impunidad que emprendieron nuestras autoridades estatales?

¿Por qué nos alegra que su mandato se extinga en total impunidad, mientras nos deja un país en la quiebra total, ensangrentado por la violencia y la criminalidad y con cada vez número mayor de mexicanos en extrema pobreza?

Y lo que todavía es mucho peor: ¿Será esta la misma actitud que asumamos ante el arribo del nuevo poder? Vale la pena revisarlo, porque lo que se vislumbra todavía luce infinitamente peor. Más autoritarismo y corrupción, adicionándole el ingrediente de la represión y la extinción de los derechos y las libertades.

Que no sea nuestra experiencia sexenal presagio de un mal futuro. Porque las futuras generaciones nos exigirán cuentas sobre las condiciones en que les dejamos el país. Sobre todo, si nuestro país se hunde bajo el yugo del autoritario, la bota del represor y a merced de la anarquía y la delincuencia.

Ojalá nos sirva la experiencia de otros países como Venezuela, Chile, Cuba, Brasil, Belice, cuyos pueblos fueron diezmados por el populista engañador.

Qué bueno que ya se van, sí. De eso no queda duda alguna. De aquí hacia adelante, sólo debemos asegurar una sola cosa: No volveremos a quedarnos de brazos cruzados.

alfredopineraguevara@gmail.com