/ viernes 5 de junio de 2020

¿Se perdió el ciclo escolar?

El reto

Uno de los retos –de los enormes y tantos retos- que trajo la pandemia del Covid-19 a los mexicanos fue, indudablemente, la continuidad del ciclo escolar, el cual, aparentemente, quedaría trunco desde finales del pasado mes de marzo, cuando las autoridades determinaron cerrar las escuelas.

Con la contingencia sanitaria llegó una inquietud generalizada entre estudiantes, padres de familia y maestros en relación con la posibilidad de ver debidamente concluidos los programas de enseñanza-aprendizaje.

El optimismo

Desde mediados de abril, la Secretaría de Educación Pública indicó en un comunicado que el ciclo no se perdería porque “se trabaja para el debido aprendizaje de los contenidos por parte de los estudiantes”. Se afirmaba que hubo una planificaron de actividades extraescolares para que los objetivos de aprendizaje se lograran desde casa.

El titular de la mencionada secretaría, Esteban Moctezuma Barragán, llegó a declarar ante los medios de comunicación que los mexicanos somos “muy duchos”, refiriéndose a que de alguna u otra manera los esfuerzos del sistema educativo nacional llevarían a la realización de los planes. Y así se procedió –con optimismo oficial- a la ejecución de una estrategia para evitar perder el ciclo.

La estrategia

Dicha estrategia era, básicamente, la de una educación a distancia, en línea, asumiendo el reto mismo de que no todos los estudiantes cuentan con las herramientas tecnológicas o los recursos económicos para conectarse a la red. Así, padres de familia, alumnos y maestros experimentaron una situación novedosa que no deja de ser estresante.

Estamos finalizando un ciclo escolar que -en el afán de no dejarlo trunco y que se garantice a los alumnos los objetivos de sus estudios- ha dejado aprendizaje a todos los agentes educativos. Desde esta contingencia se ha descubierto tanto la fortaleza como la debilidad, la competencia y la ineptitud, lo necesario y lo evitable, lo accidental o lo esencial en la misión educativa.

Aprendizaje

En realidad, el ciclo escolar se enriqueció con aprendizajes útiles, significativos, convenientes para los nuevos diseños educativos que han de venir; porque después de todo esto, la educación tendrá que ser una nueva educación –en su forma y en su fondo-, como todo lo que ya se asoma en el porvenir de nuestra sociedad.

No. El ciclo escolar no se perdió, con todo y las inquietudes y deficiencias detectadas frente a la pandemia. Con sus claroscuros, las actividades del programa de estudios se realizaron, los planes se adaptaron a la realidad emergente. Pero, sobre todo, esta contingencia ha sido una lección para los involucrados.

A partir de esta experiencia de distanciamiento social y confinamiento se podrá diseñar –creo- un andamiaje para un sistema educativo más flexible en lo económico, en lo social y tecnológico, en lo ético y cívico. Por esto no se ha perdido el ciclo escolar.

El reto

Uno de los retos –de los enormes y tantos retos- que trajo la pandemia del Covid-19 a los mexicanos fue, indudablemente, la continuidad del ciclo escolar, el cual, aparentemente, quedaría trunco desde finales del pasado mes de marzo, cuando las autoridades determinaron cerrar las escuelas.

Con la contingencia sanitaria llegó una inquietud generalizada entre estudiantes, padres de familia y maestros en relación con la posibilidad de ver debidamente concluidos los programas de enseñanza-aprendizaje.

El optimismo

Desde mediados de abril, la Secretaría de Educación Pública indicó en un comunicado que el ciclo no se perdería porque “se trabaja para el debido aprendizaje de los contenidos por parte de los estudiantes”. Se afirmaba que hubo una planificaron de actividades extraescolares para que los objetivos de aprendizaje se lograran desde casa.

El titular de la mencionada secretaría, Esteban Moctezuma Barragán, llegó a declarar ante los medios de comunicación que los mexicanos somos “muy duchos”, refiriéndose a que de alguna u otra manera los esfuerzos del sistema educativo nacional llevarían a la realización de los planes. Y así se procedió –con optimismo oficial- a la ejecución de una estrategia para evitar perder el ciclo.

La estrategia

Dicha estrategia era, básicamente, la de una educación a distancia, en línea, asumiendo el reto mismo de que no todos los estudiantes cuentan con las herramientas tecnológicas o los recursos económicos para conectarse a la red. Así, padres de familia, alumnos y maestros experimentaron una situación novedosa que no deja de ser estresante.

Estamos finalizando un ciclo escolar que -en el afán de no dejarlo trunco y que se garantice a los alumnos los objetivos de sus estudios- ha dejado aprendizaje a todos los agentes educativos. Desde esta contingencia se ha descubierto tanto la fortaleza como la debilidad, la competencia y la ineptitud, lo necesario y lo evitable, lo accidental o lo esencial en la misión educativa.

Aprendizaje

En realidad, el ciclo escolar se enriqueció con aprendizajes útiles, significativos, convenientes para los nuevos diseños educativos que han de venir; porque después de todo esto, la educación tendrá que ser una nueva educación –en su forma y en su fondo-, como todo lo que ya se asoma en el porvenir de nuestra sociedad.

No. El ciclo escolar no se perdió, con todo y las inquietudes y deficiencias detectadas frente a la pandemia. Con sus claroscuros, las actividades del programa de estudios se realizaron, los planes se adaptaron a la realidad emergente. Pero, sobre todo, esta contingencia ha sido una lección para los involucrados.

A partir de esta experiencia de distanciamiento social y confinamiento se podrá diseñar –creo- un andamiaje para un sistema educativo más flexible en lo económico, en lo social y tecnológico, en lo ético y cívico. Por esto no se ha perdido el ciclo escolar.