/ miércoles 21 de julio de 2021

Seguimos despistados

Es tiempo de zafarnos de la narrativa primitiva y polarizante

La elección de 2018 representó el fin de un largo ciclo del sistema político mexicano. Visualizar ese acontecimiento como una disrupción, más que una elección, nos ayuda a entender mejor los retos que seguimos teniendo los mexicanos.

No fue el triunfo de Vicente Fox en el año 2000 que terminó con los 71 años de hegemonía priista, lo que finalmente marcó el fin de una era. Fox no se atrevió a reformar el sistema político y lo dejó intacto. Fox tenía ese mandato y el bono democrático para transformarlo, pero se limitó a oxigenar y eficientizar algunas políticas públicas, sin el profundo rediseño institucional que demandaba la población.

AMLO tampoco ha realizado esa transformación profunda, asignatura pendiente de la modernización democrática de nuestro país. Pero su triunfo sí provocó la quiebra del modelo de los partidos tradicionales del siglo pasado y éstos no han logrado reinventarse.

De alguna manera, la alianza del PAN con el PRI y el PRD le permitió ganar en 2021 treinta diputados federales más que en 2018; pero también, la festinada alianza puede entenderse como un reconocimiento de su fracaso para convertirse en El-Partido-Alternativa, y como la confirmación de la existencia de ese PRIAN, tantas veces denunciado por López Obrador.

El pueblo de México exigía desde antes de 2000 un cambio que no se dio con los gobiernos de la alternancia. Pero hoy, el pueblo de México sigue exigiendo a gritos y a balazos (porque la violencia y los homicidios también son evidencia del gran estallido social) ese cambio profundo que mejore las condiciones de vida y garantice el acceso a los derechos y oportunidades de la mayoría de la población. El presidente López Obrador ha tenido todo el poder político para impulsarlo, pero ha preferido los cambios sólo de las formas políticas con atinados efectos cosméticos; pero sin realizar ningún cambio de las estructuras políticas y económicas, que logren resolver los graves problemas nacionales de la desigualdad, la pobreza, la falta de crecimiento, la inseguridad, y la falta de acceso a los derechos políticos, sociales, económicos y culturales de las mayorías.

López Obrador quedó atrapado en un modelo político populista, nacionalista y autoritario, sin atreverse a configurar un verdadero gobierno de izquierda moderna y progresista.

El PAN se ha quedado atrapado en la miope visión de impulsar proyectos personales o de grupo, sin lograr formular una estrategia y programa alternativo de futuro de país. Gran parte de sus contados triunfos se deben más al pragmatismo electoral y al desencanto de los malos resultados de López Obrador, de sus gobernadores y alcaldes de Morena.

Gran parte de las recientes victorias de Morena, del PAN y del PRI en gubernaturas y alcaldías en realidad son triunfos de la mala política: de la política clientelar que lucra con la pobreza, de la corrupción que coopta y prostituye para ganar, o de la narcopolítica que amenaza y mata.

Tenemos un vacío que llenar. Es cuestión de ofrecer una alternativa de futuro a la población, basada en los mejores modelos civilizatorios de la humanidad. Un modelo social y democrático que incorpore el talento y la innovación para desarrollarse, que proteja al medio ambiente. Ese país que sueña la mayoría de los mexicanos para vivir sin temor y con oportunidades de ejercer en libertad nuestros derechos, para construir nuestro mejor futuro posible.


Es tiempo de zafarnos de la narrativa primitiva y polarizante

La elección de 2018 representó el fin de un largo ciclo del sistema político mexicano. Visualizar ese acontecimiento como una disrupción, más que una elección, nos ayuda a entender mejor los retos que seguimos teniendo los mexicanos.

No fue el triunfo de Vicente Fox en el año 2000 que terminó con los 71 años de hegemonía priista, lo que finalmente marcó el fin de una era. Fox no se atrevió a reformar el sistema político y lo dejó intacto. Fox tenía ese mandato y el bono democrático para transformarlo, pero se limitó a oxigenar y eficientizar algunas políticas públicas, sin el profundo rediseño institucional que demandaba la población.

AMLO tampoco ha realizado esa transformación profunda, asignatura pendiente de la modernización democrática de nuestro país. Pero su triunfo sí provocó la quiebra del modelo de los partidos tradicionales del siglo pasado y éstos no han logrado reinventarse.

De alguna manera, la alianza del PAN con el PRI y el PRD le permitió ganar en 2021 treinta diputados federales más que en 2018; pero también, la festinada alianza puede entenderse como un reconocimiento de su fracaso para convertirse en El-Partido-Alternativa, y como la confirmación de la existencia de ese PRIAN, tantas veces denunciado por López Obrador.

El pueblo de México exigía desde antes de 2000 un cambio que no se dio con los gobiernos de la alternancia. Pero hoy, el pueblo de México sigue exigiendo a gritos y a balazos (porque la violencia y los homicidios también son evidencia del gran estallido social) ese cambio profundo que mejore las condiciones de vida y garantice el acceso a los derechos y oportunidades de la mayoría de la población. El presidente López Obrador ha tenido todo el poder político para impulsarlo, pero ha preferido los cambios sólo de las formas políticas con atinados efectos cosméticos; pero sin realizar ningún cambio de las estructuras políticas y económicas, que logren resolver los graves problemas nacionales de la desigualdad, la pobreza, la falta de crecimiento, la inseguridad, y la falta de acceso a los derechos políticos, sociales, económicos y culturales de las mayorías.

López Obrador quedó atrapado en un modelo político populista, nacionalista y autoritario, sin atreverse a configurar un verdadero gobierno de izquierda moderna y progresista.

El PAN se ha quedado atrapado en la miope visión de impulsar proyectos personales o de grupo, sin lograr formular una estrategia y programa alternativo de futuro de país. Gran parte de sus contados triunfos se deben más al pragmatismo electoral y al desencanto de los malos resultados de López Obrador, de sus gobernadores y alcaldes de Morena.

Gran parte de las recientes victorias de Morena, del PAN y del PRI en gubernaturas y alcaldías en realidad son triunfos de la mala política: de la política clientelar que lucra con la pobreza, de la corrupción que coopta y prostituye para ganar, o de la narcopolítica que amenaza y mata.

Tenemos un vacío que llenar. Es cuestión de ofrecer una alternativa de futuro a la población, basada en los mejores modelos civilizatorios de la humanidad. Un modelo social y democrático que incorpore el talento y la innovación para desarrollarse, que proteja al medio ambiente. Ese país que sueña la mayoría de los mexicanos para vivir sin temor y con oportunidades de ejercer en libertad nuestros derechos, para construir nuestro mejor futuro posible.