/ viernes 12 de abril de 2019

Semana Santa

Para muchos la Semana Santa simplemente ha quedado en “semana”. En un dibujo aparece Goofy (ese personaje de ficción creado por Walt Disney) con la leyenda: “Todavía no decido dónde pasar la Semana Santa… no sé si en mi cuarto o en la sala”.

Independientemente de que sea una ocurrencia más o menos simpática, me sirve para recapacitar en la pérdida del sentido sobrenatural de muchos quienes afirman tener fe en Dios. Lejos de mí aprovechar estas líneas para dolerme farisaicamente, o hacer reclamos a nadie por ese vivir dentro de esquemas puramente terrenos y pragmáticos. Yo aprovecho para reflexionar sobre el helado de chocolate…, sin helado y sin chocolate.

Hoy resulta políticamente incorrecto hablar de religión, de Dios, de realidades sobrenaturales y de pecado; pues en pleno siglo XXI todo eso quedó atrás. Es para mentalidades retrógradas; para personalidades débiles y escrupulosas… casos para ser atendidos por psicólogos, o simplemente para ser escuchados por un benévolo y anciano “sacerdote” dentro de un confesionario.

En algunos lugares celebran esos días con espectáculos, en los cuales, junto con los famosos pasos de cofradías que llevan a cuestas plataformas con bellísimas imágenes de Jesús y de la Virgen María, aparecen grandes cantidades de personajes egipcios, hermosos caballos, y cuadrigas romanas —carros tirados por dos o más equinos—. Como espectáculos, sin duda, son impresionantes pero parecería más propio de alguna película de Hollywood que un festejo religioso.

Dostoievski formuló un conflicto en la última de sus novelas, “Los hermanos Karamazov”. Probablemente la frase más conocida de esta novela sea la tesis de Iván, el segundo de los hermanos: “Si Dios no existe, todo está permitido”. Esta premisa les resulta sumamente atractiva a quienes sustituyen a Dios por la divina libertad.

Según Carlos Marx “la religión es el opio de los pueblos”, y para aquellos que les resulta incómodo someterse a unas reglas, poniéndose bajo cualquier autoridad, este argumento parece muy útil. Pero para quienes tenemos la dicha de conocer a Dios la Semana Santa seguirá siendo un tiempo lleno de su infinito amor por nosotros.

www.padrealejandro.com


Para muchos la Semana Santa simplemente ha quedado en “semana”. En un dibujo aparece Goofy (ese personaje de ficción creado por Walt Disney) con la leyenda: “Todavía no decido dónde pasar la Semana Santa… no sé si en mi cuarto o en la sala”.

Independientemente de que sea una ocurrencia más o menos simpática, me sirve para recapacitar en la pérdida del sentido sobrenatural de muchos quienes afirman tener fe en Dios. Lejos de mí aprovechar estas líneas para dolerme farisaicamente, o hacer reclamos a nadie por ese vivir dentro de esquemas puramente terrenos y pragmáticos. Yo aprovecho para reflexionar sobre el helado de chocolate…, sin helado y sin chocolate.

Hoy resulta políticamente incorrecto hablar de religión, de Dios, de realidades sobrenaturales y de pecado; pues en pleno siglo XXI todo eso quedó atrás. Es para mentalidades retrógradas; para personalidades débiles y escrupulosas… casos para ser atendidos por psicólogos, o simplemente para ser escuchados por un benévolo y anciano “sacerdote” dentro de un confesionario.

En algunos lugares celebran esos días con espectáculos, en los cuales, junto con los famosos pasos de cofradías que llevan a cuestas plataformas con bellísimas imágenes de Jesús y de la Virgen María, aparecen grandes cantidades de personajes egipcios, hermosos caballos, y cuadrigas romanas —carros tirados por dos o más equinos—. Como espectáculos, sin duda, son impresionantes pero parecería más propio de alguna película de Hollywood que un festejo religioso.

Dostoievski formuló un conflicto en la última de sus novelas, “Los hermanos Karamazov”. Probablemente la frase más conocida de esta novela sea la tesis de Iván, el segundo de los hermanos: “Si Dios no existe, todo está permitido”. Esta premisa les resulta sumamente atractiva a quienes sustituyen a Dios por la divina libertad.

Según Carlos Marx “la religión es el opio de los pueblos”, y para aquellos que les resulta incómodo someterse a unas reglas, poniéndose bajo cualquier autoridad, este argumento parece muy útil. Pero para quienes tenemos la dicha de conocer a Dios la Semana Santa seguirá siendo un tiempo lleno de su infinito amor por nosotros.

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