/ sábado 13 de abril de 2019

¿Semana Santa o vacaciones?

Las dos: mientras se logre un balance adecuado para descanso y reflexión. Contrario a la práctica actual de desenfreno.


Por repetida ocasión, y en homenaje póstumo a Ochoa, dibujante de El Heraldo, retomo esta opinión y una de sus caricaturas que me llamó poderosamente la atención. Un dibujo de Jesucristo en la cruz, quien en forma sencilla decía: “Qué extraños y raros son los hombres: en el aniversario de mi nacimiento lloran, y en la fecha de mi muerte ríen y se emborrachan”. Me sigue pareciendo excepcional para definir nuestra condición humana.

En el tan llevado, traído y socorrido “Estado laico” son ellos los primeros en celebrar con asueto “La Semana Mayor, Semana Santa, etc.”. O sea: laicos, laicos… no. Pero como las personas creyentes de Cristo en cualquier sector de la sociedad siguen siendo la gran mayoría, anoto algunas ideas, oraciones o reflexiones del padre Evaristo Sada para estos días de la Semana Santa.

Y empieza con una muy terrenal: “Cristo, te suplico purifiques mi memoria para que en ti puedan redimirse todos los recuerdos que me inquieten o me hagan daño. Borra todo aquello que me lastime, sana las heridas, ilumina los momentos oscuros”.

“Conserva los frutos de las malas experiencias… pero anula toda sombra de rencor o de tristeza. En cambio, te suplico que mantengas viva la memoria de los bellos momentos, la gratitud por las buenas experiencias, el gozo de los momentos felices. Dejo mi pasado en manos de tu Divina Misericordia, para que mis recuerdos sean fuente de paz y gratitud”.

Al terminar cada día de la semana, entablemos un diálogo familiar con Cristo. Preguntémosle si hemos permanecido en su presencia, si hemos cultivado una actitud filial y llena de confianza junto a él; si hemos aprovechado las oportunidades para amar al estilo de Cristo, si hemos tenido el valor de dar testimonio de nuestra fe”.


“Pregúntale a él, que es el artista de tu alma, si ha podido modelarte conforme a su ideal, o si por el contrario ha encontrado resistencia en ti. Dale las gracias por su compañía, por sus dones e inspiraciones, por los toques de amor que te ha formado. Pídele perdón si caminaste en sentido contrario. Visualiza en su presencia el día de mañana”.

Por último: “Inspírame siempre lo que debo pensar, lo que debo decir, cómo debo decirlo, lo que debo callar, cómo debo actuar, lo que debo hacer. Dáme agudeza para entender, capacidad para retener, método y facultad para aprender, sutiliza para interpretar, gracia y eficacia para hablar. Dame acierto al empezar, dirección al progresar y perfección al acabar”.



Las dos: mientras se logre un balance adecuado para descanso y reflexión. Contrario a la práctica actual de desenfreno.


Por repetida ocasión, y en homenaje póstumo a Ochoa, dibujante de El Heraldo, retomo esta opinión y una de sus caricaturas que me llamó poderosamente la atención. Un dibujo de Jesucristo en la cruz, quien en forma sencilla decía: “Qué extraños y raros son los hombres: en el aniversario de mi nacimiento lloran, y en la fecha de mi muerte ríen y se emborrachan”. Me sigue pareciendo excepcional para definir nuestra condición humana.

En el tan llevado, traído y socorrido “Estado laico” son ellos los primeros en celebrar con asueto “La Semana Mayor, Semana Santa, etc.”. O sea: laicos, laicos… no. Pero como las personas creyentes de Cristo en cualquier sector de la sociedad siguen siendo la gran mayoría, anoto algunas ideas, oraciones o reflexiones del padre Evaristo Sada para estos días de la Semana Santa.

Y empieza con una muy terrenal: “Cristo, te suplico purifiques mi memoria para que en ti puedan redimirse todos los recuerdos que me inquieten o me hagan daño. Borra todo aquello que me lastime, sana las heridas, ilumina los momentos oscuros”.

“Conserva los frutos de las malas experiencias… pero anula toda sombra de rencor o de tristeza. En cambio, te suplico que mantengas viva la memoria de los bellos momentos, la gratitud por las buenas experiencias, el gozo de los momentos felices. Dejo mi pasado en manos de tu Divina Misericordia, para que mis recuerdos sean fuente de paz y gratitud”.

Al terminar cada día de la semana, entablemos un diálogo familiar con Cristo. Preguntémosle si hemos permanecido en su presencia, si hemos cultivado una actitud filial y llena de confianza junto a él; si hemos aprovechado las oportunidades para amar al estilo de Cristo, si hemos tenido el valor de dar testimonio de nuestra fe”.


“Pregúntale a él, que es el artista de tu alma, si ha podido modelarte conforme a su ideal, o si por el contrario ha encontrado resistencia en ti. Dale las gracias por su compañía, por sus dones e inspiraciones, por los toques de amor que te ha formado. Pídele perdón si caminaste en sentido contrario. Visualiza en su presencia el día de mañana”.

Por último: “Inspírame siempre lo que debo pensar, lo que debo decir, cómo debo decirlo, lo que debo callar, cómo debo actuar, lo que debo hacer. Dáme agudeza para entender, capacidad para retener, método y facultad para aprender, sutiliza para interpretar, gracia y eficacia para hablar. Dame acierto al empezar, dirección al progresar y perfección al acabar”.