/ viernes 17 de enero de 2020

Ser autónomo es tener valor

En sentido convencional, con sus excepciones raras, todo sujeto busca llegar a sentirse bien consigo mismo; la vida de cada quien parece ser un esfuerzo constante (a veces agotador, y no pocas veces frustrante), de llegar a un estado de ser que nos haga sentir bien, y ello depende de lo que hacemos y cómo lo hacemos.

La conducta que realizamos o está dictada por otros o decide uno mismo. Si ocurre esto último, es porque somos autónomos (una forma de ser que se alcanza con la madurez). Si alguien actúa con independencia de los deseos y las opiniones de los demás, entonces está comportándose con autonomía; y la autonomía nos hace valer como personas libres y dignas.

Aunque no podemos ser autónomos siempre y en todas nuestras acciones (ya que vivimos dentro de sistemas y subsistemas que hacen funcionar la sociedad en la cual vivimos), sí podemos elegir en qué campos de nuestra conducta vamos a actuar con autonomía. Y, más específicamente, podemos escoger aquellas conductas fundamentales de nuestra identidad personal en las cuales podemos ser autónomos de manera consistente.

Intentar ser autónomos en las acciones y decisiones elementales de nuestra existencia, equivale a buscar el valor de nuestro ser en cuanto que le distingue la libertad. Esta búsqueda genera confianza y estimación hacia uno mismo. Al ejercer libertad al decidir, las personas pueden hallar una satisfacción mayor que en los actos de mera obediencia a los demás.

Ser autónomos como personas significa que hemos llegado a un punto en el cual nos apreciamos a nosotros mismos como seres libres que ejercen responsablemente la facultad de actuar independientemente de las exigencias, expectativas, normas y juicios de los demás. En pocas palabras, nos rehusamos a obedecer ciegamente, a tratar de complacer a los otros y a ser controlados por voluntades ajenas.

Si somos autónomos, seguramente tendremos valor como individuos. Los individuos libres, independientes, tienen el valor que los dignifica como sujetos, que los rescata del mar de objetos (cosas, utensilios) que hay en el mundo. Hay que promover la autonomía de las personas, porque les hace valer; sólo por eso.

En sentido convencional, con sus excepciones raras, todo sujeto busca llegar a sentirse bien consigo mismo; la vida de cada quien parece ser un esfuerzo constante (a veces agotador, y no pocas veces frustrante), de llegar a un estado de ser que nos haga sentir bien, y ello depende de lo que hacemos y cómo lo hacemos.

La conducta que realizamos o está dictada por otros o decide uno mismo. Si ocurre esto último, es porque somos autónomos (una forma de ser que se alcanza con la madurez). Si alguien actúa con independencia de los deseos y las opiniones de los demás, entonces está comportándose con autonomía; y la autonomía nos hace valer como personas libres y dignas.

Aunque no podemos ser autónomos siempre y en todas nuestras acciones (ya que vivimos dentro de sistemas y subsistemas que hacen funcionar la sociedad en la cual vivimos), sí podemos elegir en qué campos de nuestra conducta vamos a actuar con autonomía. Y, más específicamente, podemos escoger aquellas conductas fundamentales de nuestra identidad personal en las cuales podemos ser autónomos de manera consistente.

Intentar ser autónomos en las acciones y decisiones elementales de nuestra existencia, equivale a buscar el valor de nuestro ser en cuanto que le distingue la libertad. Esta búsqueda genera confianza y estimación hacia uno mismo. Al ejercer libertad al decidir, las personas pueden hallar una satisfacción mayor que en los actos de mera obediencia a los demás.

Ser autónomos como personas significa que hemos llegado a un punto en el cual nos apreciamos a nosotros mismos como seres libres que ejercen responsablemente la facultad de actuar independientemente de las exigencias, expectativas, normas y juicios de los demás. En pocas palabras, nos rehusamos a obedecer ciegamente, a tratar de complacer a los otros y a ser controlados por voluntades ajenas.

Si somos autónomos, seguramente tendremos valor como individuos. Los individuos libres, independientes, tienen el valor que los dignifica como sujetos, que los rescata del mar de objetos (cosas, utensilios) que hay en el mundo. Hay que promover la autonomía de las personas, porque les hace valer; sólo por eso.