/ martes 27 de agosto de 2019

Ser mujer en México

Si mujeres y hombres pudiéramos acceder a derechos y oportunidades por igual, no habría que luchar desde varias trincheras para poder ser respetadas en dignidad y derechos. De acuerdo con la ONU, en México nueve mujeres son asesinadas cada día sumando desde 2015 3,200 feminicidios; de 2013 a 2018, la sensación de inseguridad de las mujeres pasó de 74% a 82% y la violencia que padecen por parte su pareja es considerada severa. La revista Forbes indicó que según el US News and World Rerpot de 2019, México está entre los 20 peores países para ser mujer; Kazakstán, Turquía y Arabia Saudita superan a México por mucho en cuestiones de Derechos Humanos e igualdad de género. Es así como, desde hace varios años, son principalmente las mujeres (aunque género atañe a ambos sexos) las que salen a las calles a exigir un alto a la violencia en su contra y e igualdad de oportunidades para poder vivir en paz. Hay personas que piensan que las marchas no son necesarias y criticaron fuertemente la protesta del pasado 16 de agosto en el Ángel de la Independencia, donde desafortunadamente algunas féminas lo dañaron pintando su columna. Suman años protestas a lo largo del país por esta causa, sin embargo, no fue hasta que comenzaron estos “actos de violencia” que medios y la sociedad las voltearon a ver. Es difícil ser mujer en una sociedad donde se vive constantemente con temor y que por más que se trate de incidir para cambiar el ambiente en el que se vive, desafortunadamente los abusos y asesinatos continúan en diferentes ámbitos. No se justifica el “vandalismo”, pero entiendo la rabia ante la impotencia de la impunidad que ahoga las esperanzas de tener justicia; entiendo el hartazgo y la frustración ante la situación que se vive, por eso no me atrevo a juzgarlas. Se requiere de mucho valor para alzar la voz ante los “absurdos de la justicia” y sus representantes, y caminar erguida en una lucha que demorará muchas batallas más para consumarse en la concordia de la equidad. Valerosa es aquella persona que señala los atropellos, aun cuando el costo de hacerlo es el estigma social por defender lo que muchos no se atreven. No se lucha con violencia para frenar la violencia, pero este es un momento de indignación que nos invita a reflexionar más allá de una barda rayada. La violencia es estructural y no se compondrá sólo con salir a marchar; requiere una transformación profunda e involucra mucho esfuerzo colectivo. Una nación que tiene mayor igualdad entre ambos sexos experimenta mayor avance social, reduce la pobreza, promulga mejores leyes de salud, aumenta la seguridad y tiene mayor crecimiento económico. Uno de los países más seguros para ser mujer es Suecia (donde estuve recientemente) y es inevitable no hacer comparaciones ante el progreso que tienen con el nuestro, donde aún hay que convencer para legitimar la causa. Se requiere de ambos sexos para construir una sociedad feminista, y así, encaminarnos hacia un bienestar social.

Yanez_flor@hotmail.com








Si mujeres y hombres pudiéramos acceder a derechos y oportunidades por igual, no habría que luchar desde varias trincheras para poder ser respetadas en dignidad y derechos. De acuerdo con la ONU, en México nueve mujeres son asesinadas cada día sumando desde 2015 3,200 feminicidios; de 2013 a 2018, la sensación de inseguridad de las mujeres pasó de 74% a 82% y la violencia que padecen por parte su pareja es considerada severa. La revista Forbes indicó que según el US News and World Rerpot de 2019, México está entre los 20 peores países para ser mujer; Kazakstán, Turquía y Arabia Saudita superan a México por mucho en cuestiones de Derechos Humanos e igualdad de género. Es así como, desde hace varios años, son principalmente las mujeres (aunque género atañe a ambos sexos) las que salen a las calles a exigir un alto a la violencia en su contra y e igualdad de oportunidades para poder vivir en paz. Hay personas que piensan que las marchas no son necesarias y criticaron fuertemente la protesta del pasado 16 de agosto en el Ángel de la Independencia, donde desafortunadamente algunas féminas lo dañaron pintando su columna. Suman años protestas a lo largo del país por esta causa, sin embargo, no fue hasta que comenzaron estos “actos de violencia” que medios y la sociedad las voltearon a ver. Es difícil ser mujer en una sociedad donde se vive constantemente con temor y que por más que se trate de incidir para cambiar el ambiente en el que se vive, desafortunadamente los abusos y asesinatos continúan en diferentes ámbitos. No se justifica el “vandalismo”, pero entiendo la rabia ante la impotencia de la impunidad que ahoga las esperanzas de tener justicia; entiendo el hartazgo y la frustración ante la situación que se vive, por eso no me atrevo a juzgarlas. Se requiere de mucho valor para alzar la voz ante los “absurdos de la justicia” y sus representantes, y caminar erguida en una lucha que demorará muchas batallas más para consumarse en la concordia de la equidad. Valerosa es aquella persona que señala los atropellos, aun cuando el costo de hacerlo es el estigma social por defender lo que muchos no se atreven. No se lucha con violencia para frenar la violencia, pero este es un momento de indignación que nos invita a reflexionar más allá de una barda rayada. La violencia es estructural y no se compondrá sólo con salir a marchar; requiere una transformación profunda e involucra mucho esfuerzo colectivo. Una nación que tiene mayor igualdad entre ambos sexos experimenta mayor avance social, reduce la pobreza, promulga mejores leyes de salud, aumenta la seguridad y tiene mayor crecimiento económico. Uno de los países más seguros para ser mujer es Suecia (donde estuve recientemente) y es inevitable no hacer comparaciones ante el progreso que tienen con el nuestro, donde aún hay que convencer para legitimar la causa. Se requiere de ambos sexos para construir una sociedad feminista, y así, encaminarnos hacia un bienestar social.

Yanez_flor@hotmail.com