/ viernes 11 de marzo de 2022

Ser y tener en educación

La misión educativa se centra actualmente en la calidad tanto del producto como del proceso de aprendizaje. En torno a la calidad se enuncian los objetivos, las técnicas y las voluntades relacionadas con la educación.

Nuevos modelos educativos se ensayan en todo el mundo con la finalidad de encontrar las mejores prácticas pedagógicas y los más convenientes sistemas de gestión escolar para beneficio de los estudiantes de todos los niveles.

En pocas palabras, la educación está en constante cambio, aunque su misión siga siendo esencialmente la misma: formar personas para que vivan con todo su potencial (un desarrollo integral de su ser) en el contexto que les toque vivir.

Hace poco leí en un sitio de internet (https://webs.ucm.es/info/bas/utopia/html/tenser03.htm) que la sociedad actual ha terminado por orientar a los individuos hacia la adquisición de cosas como fin de la vida, la acumulación de pertenencias como señal de plenitud existencial.

Vivir en “modo tener” se ha considerado por muchas personas no como la mejor forma de vivir, sino como la única forma de vivir. Socialmente, las personas parecen quedar encantadas con la idea de que se vive para tener, y entre más tengan, más vale su vida.

El fenómeno de la educación se ve tocado también por el “modo tener”. De acuerdo con el cual, los estudiantes van a las aulas con el único fin de tener algo que puedan mostrar cuando un examen se los solicite: “A ver: ¿Qué es lo que traes?”, diría el examinador.

Desde este enfoque, el aprendizaje es visto como tenencia, como un montón de contenidos que se “desembolsan” cuento ocurre el asalto del test académico. Prácticamente de eso se ha tratado la educación tradicional, de lograr que los aprendices “tengan” y “retengan” para luego ostentar esa posesión.

En el “modo tener”, los estudiantes se valen únicamente de su memoria, dejando de lado la imaginación y el razonamiento, los cuales no son demandados por el modelo de tenencia de aprendizajes, el cual se conforma con que acumulen información.

Pero en el “modo ser” dentro de la educación, los estudiantes determinan con su interés (que se origina en su vida y su contexto) los aprendizajes que habrán de lograr en la escuela, a donde acuden para ser y seguir siendo sin rompimiento con sus problemas cotidianos.

En el “modo ser” los estudiantes son activos, producen con sus propias experiencias el aprendizaje, el cual cobra sentido en el marco de su existencia y no por el examen al que son sujetos al final de un periodo en el aula.

Los estudiantes son existencia, experiencia, sentido, libertad, creación, reflexión; pero el “modo tener” los ha limitado a estar sólo como contenedores, recipientes desconectados de todo aquello. Los estudiantes necesitan aprenden a ser siendo.

Al valorar el “modo ser”, el sistema educativo promueve la creatividad, la emotividad, el pensamiento crítico, el ejercicio de la libertad y la argumentación. Esto es ser; atenderlo es comprometerse con la calidad educativa.


La misión educativa se centra actualmente en la calidad tanto del producto como del proceso de aprendizaje. En torno a la calidad se enuncian los objetivos, las técnicas y las voluntades relacionadas con la educación.

Nuevos modelos educativos se ensayan en todo el mundo con la finalidad de encontrar las mejores prácticas pedagógicas y los más convenientes sistemas de gestión escolar para beneficio de los estudiantes de todos los niveles.

En pocas palabras, la educación está en constante cambio, aunque su misión siga siendo esencialmente la misma: formar personas para que vivan con todo su potencial (un desarrollo integral de su ser) en el contexto que les toque vivir.

Hace poco leí en un sitio de internet (https://webs.ucm.es/info/bas/utopia/html/tenser03.htm) que la sociedad actual ha terminado por orientar a los individuos hacia la adquisición de cosas como fin de la vida, la acumulación de pertenencias como señal de plenitud existencial.

Vivir en “modo tener” se ha considerado por muchas personas no como la mejor forma de vivir, sino como la única forma de vivir. Socialmente, las personas parecen quedar encantadas con la idea de que se vive para tener, y entre más tengan, más vale su vida.

El fenómeno de la educación se ve tocado también por el “modo tener”. De acuerdo con el cual, los estudiantes van a las aulas con el único fin de tener algo que puedan mostrar cuando un examen se los solicite: “A ver: ¿Qué es lo que traes?”, diría el examinador.

Desde este enfoque, el aprendizaje es visto como tenencia, como un montón de contenidos que se “desembolsan” cuento ocurre el asalto del test académico. Prácticamente de eso se ha tratado la educación tradicional, de lograr que los aprendices “tengan” y “retengan” para luego ostentar esa posesión.

En el “modo tener”, los estudiantes se valen únicamente de su memoria, dejando de lado la imaginación y el razonamiento, los cuales no son demandados por el modelo de tenencia de aprendizajes, el cual se conforma con que acumulen información.

Pero en el “modo ser” dentro de la educación, los estudiantes determinan con su interés (que se origina en su vida y su contexto) los aprendizajes que habrán de lograr en la escuela, a donde acuden para ser y seguir siendo sin rompimiento con sus problemas cotidianos.

En el “modo ser” los estudiantes son activos, producen con sus propias experiencias el aprendizaje, el cual cobra sentido en el marco de su existencia y no por el examen al que son sujetos al final de un periodo en el aula.

Los estudiantes son existencia, experiencia, sentido, libertad, creación, reflexión; pero el “modo tener” los ha limitado a estar sólo como contenedores, recipientes desconectados de todo aquello. Los estudiantes necesitan aprenden a ser siendo.

Al valorar el “modo ser”, el sistema educativo promueve la creatividad, la emotividad, el pensamiento crítico, el ejercicio de la libertad y la argumentación. Esto es ser; atenderlo es comprometerse con la calidad educativa.