/ viernes 2 de octubre de 2020

Sexo devaluado

Vivimos en una época en la que hablar del sexo, o para ser más exacto de las prácticas sexuales, es muy común. El tema se toca en películas, libros, televisión, escuelas, reuniones sociales… Definitivamente ha dejado de ser un tabú para convertirse en una cuestión tan socorrida y común como el deporte. Nuestra cultura está hipersexualizada.

Existe un interés -que raya en la obsesión-, en algunas personas, grupos y organizaciones internacionales para introducir en el sexo a los niños. Se han organizado a nivel mundial películas infantiles, música, programas escolares, campañas promovidas desde algunos órganos del estado, videojuegos, canales en internet y demás medios de comunicación, detrás de los cuales existen intereses de adoctrinamiento económicos y políticos de niveles gigantescos, pues las sociedades son más manejables cuando los individuos que las conforman disminuyen su capacidad de razonar y de autodominarse voluntariamente.

Los efectos de esto están a la vista de todos al constatar que un gran porcentaje de jóvenes, e incluso de adolescentes, suelen tener relaciones sexuales sin plantearse cuestionamientos serios de tipo ético y de formación personal. Incluso llamando responsabilidad al uso de recursos que simplemente evitan embarazos y contagios de enfermedades. El control de los instintos es considerado de forma negativa por ir en contra de una libertad sin límites.

Ahora bien, hemos de partir de la idea clara que el sexo es un elemento de primera importancia en la vida del ser humano y, por supuesto de la humanidad entera, -pero… aquí cabe un importantísimo “pero”-, estos asuntos no suelen estar bien tratados en la mayoría de los casos.

Cuando las prácticas sexuales son consideradas primordialmente como un simple recurso para satisfacer un apetito, y se desvinculan de su realidad como medio para engendrar hijos se está haciendo un planteamiento limitado. Cuando se presentan las relaciones sexuales como un pasatiempo que permite experimentar placeres corporales del más alto nivel, pero desvinculados de las responsabilidades familiares, estamos ante una visión que empobrece su realidad. Sin duda que esto reporta fuertes satisfacciones inmediatas, pero, en definitiva, no llenan las ambiciones más grandes del ser humano, y con frecuencia suelen dejar una decepción tanto en solteros como en casados.

No es una exageración afirmar que el sexo realizado adecuadamente, es decir, cuando no se reduce a una unión sólo de cuerpos, sino de personas -con materia y espíritu-, está en los límites de lo divino. Además, cuando está abierto a la generación de nuevos seres humanos que entrarán a formar parte de una familia bien constituida, nos encontramos ante el milagro de una vida que podrá encaminarse a cosas grandes, maravillosas, pues entrará de lleno a una realidad curtida por el amor; claro que no a una realidad sin dificultades, pero donde se le enseñará a enfrentarlas positivamente.


www.padrealejandro.org


Vivimos en una época en la que hablar del sexo, o para ser más exacto de las prácticas sexuales, es muy común. El tema se toca en películas, libros, televisión, escuelas, reuniones sociales… Definitivamente ha dejado de ser un tabú para convertirse en una cuestión tan socorrida y común como el deporte. Nuestra cultura está hipersexualizada.

Existe un interés -que raya en la obsesión-, en algunas personas, grupos y organizaciones internacionales para introducir en el sexo a los niños. Se han organizado a nivel mundial películas infantiles, música, programas escolares, campañas promovidas desde algunos órganos del estado, videojuegos, canales en internet y demás medios de comunicación, detrás de los cuales existen intereses de adoctrinamiento económicos y políticos de niveles gigantescos, pues las sociedades son más manejables cuando los individuos que las conforman disminuyen su capacidad de razonar y de autodominarse voluntariamente.

Los efectos de esto están a la vista de todos al constatar que un gran porcentaje de jóvenes, e incluso de adolescentes, suelen tener relaciones sexuales sin plantearse cuestionamientos serios de tipo ético y de formación personal. Incluso llamando responsabilidad al uso de recursos que simplemente evitan embarazos y contagios de enfermedades. El control de los instintos es considerado de forma negativa por ir en contra de una libertad sin límites.

Ahora bien, hemos de partir de la idea clara que el sexo es un elemento de primera importancia en la vida del ser humano y, por supuesto de la humanidad entera, -pero… aquí cabe un importantísimo “pero”-, estos asuntos no suelen estar bien tratados en la mayoría de los casos.

Cuando las prácticas sexuales son consideradas primordialmente como un simple recurso para satisfacer un apetito, y se desvinculan de su realidad como medio para engendrar hijos se está haciendo un planteamiento limitado. Cuando se presentan las relaciones sexuales como un pasatiempo que permite experimentar placeres corporales del más alto nivel, pero desvinculados de las responsabilidades familiares, estamos ante una visión que empobrece su realidad. Sin duda que esto reporta fuertes satisfacciones inmediatas, pero, en definitiva, no llenan las ambiciones más grandes del ser humano, y con frecuencia suelen dejar una decepción tanto en solteros como en casados.

No es una exageración afirmar que el sexo realizado adecuadamente, es decir, cuando no se reduce a una unión sólo de cuerpos, sino de personas -con materia y espíritu-, está en los límites de lo divino. Además, cuando está abierto a la generación de nuevos seres humanos que entrarán a formar parte de una familia bien constituida, nos encontramos ante el milagro de una vida que podrá encaminarse a cosas grandes, maravillosas, pues entrará de lleno a una realidad curtida por el amor; claro que no a una realidad sin dificultades, pero donde se le enseñará a enfrentarlas positivamente.


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