/ miércoles 9 de marzo de 2022

Sociedad indolente y avasallada

Nos hemos acostumbrado a vivir con la más baja calidad de vida posible y avasallados. Por si esto no fuera suficiente, debemos rendirles pleitesía a los dictadores en turno. Ya sea presidente de la república, gobernador o presidente municipal. Que quede claro, el gobierno no crea riqueza, lo que hace, y mal, es la distribución de los impuestos que pagamos los ciudadanos, que es donde debería radicar la soberanía.

Nos hemos conformado con bajos estándares de vida. Estamos acostumbrados a los baches, a los topes, al mal pavimento, a la suciedad en las calles, al ambulantaje sin control, que sólo es el reflejo del fracaso de nuestra economía. Nos hemos habituado a recibir malos servicios y caros. Me refiero a los bancos, hospitales, oficinas públicas, servicios públicos como el de la seguridad y el de justicia. Tomamos como normal que la mayoría de nuestros políticos, ya sea gubernamentales, así como legisladores, carezcan de la más mínima preparación en las áreas en las que se desempeñan. También vemos como normal que nos roben y que sean cómplices de las grandes empresas con las que hacen negocios y en algunos casos hasta con el crimen organizado.

Nos es familiar el ver a nuestros conciudadanos estar en los cruceros de las ciudades vendiendo todo tipo de mercancías. Y qué decir de nuestros hermanos los tarahumaras que ya han hecho su forma de vida el estar en estos cruceros. Y no nos detenemos a pensar que son el reflejo, todos ellos, del fracaso de nuestras políticas económicas que no son sólo responsabilidad de los gobiernos, es un problema de toda la sociedad. ¿Cuántas son las empresas que le pagaron algo extra a un buen trabajador o un pago mayor que el que les obliga la ley?

Soy un capitalista convencido; pero también sé que capitalismo sin competencia es explotación. Viene a cuento por el manejo que se hace de los dineros públicos, los que se asignan por compadrazgo en vez de utilizar la licitación, lo que fomentaría la competencia y le daría la oportunidad al pequeño de participar del reparto de esta riqueza y así crecer. Pero el problema no lo encontramos únicamente en el sector público, también se da de manera importante en el sector de las grandes empresas que manejan la mayor parte de la riqueza del país y que al amparo de los favores políticos comprados desarrollan sus negocios, que debemos decirlo de una manera no muy transparente y que a veces caen en lo gansteril. Ah y, por cierto, pagan cantidades irrisorias o ninguna de impuestos. Una buena parte de ellas son oligopólicas y representan un lastre para el desarrollo económico y tecnológico del país desincentivando la competencia.

La población mexicana es muy trabajadora. ¿O que se piensa que es fácil tener un puesto de ventas informal o irse de migrante a otro país, porque aquí no se ofrecen las condiciones mínimas necesarias para desarrollarse y poder así llevar comida a sus mesas? Se requiere de un cambio en los sistemas económico y político del país, o continuar resignándonos al estancamiento.

Maestro en Finanzas. Economista



Nos hemos acostumbrado a vivir con la más baja calidad de vida posible y avasallados. Por si esto no fuera suficiente, debemos rendirles pleitesía a los dictadores en turno. Ya sea presidente de la república, gobernador o presidente municipal. Que quede claro, el gobierno no crea riqueza, lo que hace, y mal, es la distribución de los impuestos que pagamos los ciudadanos, que es donde debería radicar la soberanía.

Nos hemos conformado con bajos estándares de vida. Estamos acostumbrados a los baches, a los topes, al mal pavimento, a la suciedad en las calles, al ambulantaje sin control, que sólo es el reflejo del fracaso de nuestra economía. Nos hemos habituado a recibir malos servicios y caros. Me refiero a los bancos, hospitales, oficinas públicas, servicios públicos como el de la seguridad y el de justicia. Tomamos como normal que la mayoría de nuestros políticos, ya sea gubernamentales, así como legisladores, carezcan de la más mínima preparación en las áreas en las que se desempeñan. También vemos como normal que nos roben y que sean cómplices de las grandes empresas con las que hacen negocios y en algunos casos hasta con el crimen organizado.

Nos es familiar el ver a nuestros conciudadanos estar en los cruceros de las ciudades vendiendo todo tipo de mercancías. Y qué decir de nuestros hermanos los tarahumaras que ya han hecho su forma de vida el estar en estos cruceros. Y no nos detenemos a pensar que son el reflejo, todos ellos, del fracaso de nuestras políticas económicas que no son sólo responsabilidad de los gobiernos, es un problema de toda la sociedad. ¿Cuántas son las empresas que le pagaron algo extra a un buen trabajador o un pago mayor que el que les obliga la ley?

Soy un capitalista convencido; pero también sé que capitalismo sin competencia es explotación. Viene a cuento por el manejo que se hace de los dineros públicos, los que se asignan por compadrazgo en vez de utilizar la licitación, lo que fomentaría la competencia y le daría la oportunidad al pequeño de participar del reparto de esta riqueza y así crecer. Pero el problema no lo encontramos únicamente en el sector público, también se da de manera importante en el sector de las grandes empresas que manejan la mayor parte de la riqueza del país y que al amparo de los favores políticos comprados desarrollan sus negocios, que debemos decirlo de una manera no muy transparente y que a veces caen en lo gansteril. Ah y, por cierto, pagan cantidades irrisorias o ninguna de impuestos. Una buena parte de ellas son oligopólicas y representan un lastre para el desarrollo económico y tecnológico del país desincentivando la competencia.

La población mexicana es muy trabajadora. ¿O que se piensa que es fácil tener un puesto de ventas informal o irse de migrante a otro país, porque aquí no se ofrecen las condiciones mínimas necesarias para desarrollarse y poder así llevar comida a sus mesas? Se requiere de un cambio en los sistemas económico y político del país, o continuar resignándonos al estancamiento.

Maestro en Finanzas. Economista