/ viernes 29 de septiembre de 2017

Solidaridad se llama

 Probablemente de todos nuestros sentimientos, el único que no es verdaderamente nuestro es la esperanza. La esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose”.

Julio Cortázar

 

Impotencia, indignación, dolor, tristeza, llanto, incomprensión… pero también solidaridad, apoyo, movilización, puños arriba… y miedo, mucho miedo. Los sismos no sólo sacudieron la tierra, sacudieron a miles y millones de conciencias y de ciudadanos que “convivían” con los mismos sentimientos, sólo que a cuenta gotas… pero cuando llegaron de golpe a causa de los sismos y la naturaleza, la convivencia dejó de ser cómoda.

Del caos emergió eso que siempre ha estado ahí en los seres humanos, pero que el día a día sepulta más y más y más: la SOLIDARIDAD, la ayuda y apoyo al de al lado. Cerrar los ojos ya no funcionó porque te tropezabas con el caos a cada paso, en cada calle, en cada rostro.

México fue uno antes de las 13:14 y después de las 13:15, hora del 19 de septiembre pasado. México dejó de ser el país donde no pasa nada, porque de pronto recordó que la ciudadanía no necesita de las autoridades para resolver, para ayudar, para organizarse, para colaborar, para no dejarse caer y después de la sacudida recuperar el equilibrio, el cual sólo se lograría con la mano del otro, del de lado, el desconocido que pide ayuda y la desconocida que se la da.

Las colonias, las calles, los edificios o las casas derrumbadas fueron en horas y días (de hecho, hasta ahora, más de una semana después, lo siguen siendo), un espacio donde la solidaridad se podía respirar, escuchar y hasta tocar. Entre el polvo y los escombros la esperanza renunciaba a morir, respirando cada vez que una persona era sacada con vida y muriendo un poco cuando una persona se convertía en cadáver.

Es muy pronto para que esta herida social sane, sin embargo no deja de ser inquietante lo que sucederá en semanas o meses. No sólo se trata de la reconstrucción de la infraestructura (la cual, por supuesto tiene que pasar por la negligencia de autoridades y constructoras), se trata de sostener la consolidación de una ciudadanía que ha recordado lo fuerte que es unida, lo que puede exigir a las autoridades desde esa unión.

Mientras esto sucede, del otro lado, vemos a unas autoridades que no aprendieron nada de lo sucedido hace 32 años. Instituciones y actores políticos que se paralizan y son incapaces de resolver, que pensaron que era mejor “administrar” o “poquitear” la ayuda, los esfuerzos y que en ese in pass, los ciudadanos organizados los dejaron atrás.

Después de días y ante la demanda ciudadana dicen que “donarán” un porcentaje de “sus” prerrogativas. Y me pregunto: ¿donar? El dinero, esos recursos, son NUESTROS, de los impuestos de todos los ciudadanos. ¿Sus? ¡NUESTRO! Aunque ellos actúen como si no fuera así.

Después de estar más de 24 horas en Álvaro Obregón 286 en la colonia Roma, uno de los edificios derrumbados, sé que ha despertado un México que dormía bajo la tierra, el mismo que hace 32 años nació y que hoy fue rescatado con miles de puños en el cielo. Y desde este lugar, pido que no duerma, que no duerma jamás.

lilia.aguilargil.2015@gmail.com

 Probablemente de todos nuestros sentimientos, el único que no es verdaderamente nuestro es la esperanza. La esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose”.

Julio Cortázar

 

Impotencia, indignación, dolor, tristeza, llanto, incomprensión… pero también solidaridad, apoyo, movilización, puños arriba… y miedo, mucho miedo. Los sismos no sólo sacudieron la tierra, sacudieron a miles y millones de conciencias y de ciudadanos que “convivían” con los mismos sentimientos, sólo que a cuenta gotas… pero cuando llegaron de golpe a causa de los sismos y la naturaleza, la convivencia dejó de ser cómoda.

Del caos emergió eso que siempre ha estado ahí en los seres humanos, pero que el día a día sepulta más y más y más: la SOLIDARIDAD, la ayuda y apoyo al de al lado. Cerrar los ojos ya no funcionó porque te tropezabas con el caos a cada paso, en cada calle, en cada rostro.

México fue uno antes de las 13:14 y después de las 13:15, hora del 19 de septiembre pasado. México dejó de ser el país donde no pasa nada, porque de pronto recordó que la ciudadanía no necesita de las autoridades para resolver, para ayudar, para organizarse, para colaborar, para no dejarse caer y después de la sacudida recuperar el equilibrio, el cual sólo se lograría con la mano del otro, del de lado, el desconocido que pide ayuda y la desconocida que se la da.

Las colonias, las calles, los edificios o las casas derrumbadas fueron en horas y días (de hecho, hasta ahora, más de una semana después, lo siguen siendo), un espacio donde la solidaridad se podía respirar, escuchar y hasta tocar. Entre el polvo y los escombros la esperanza renunciaba a morir, respirando cada vez que una persona era sacada con vida y muriendo un poco cuando una persona se convertía en cadáver.

Es muy pronto para que esta herida social sane, sin embargo no deja de ser inquietante lo que sucederá en semanas o meses. No sólo se trata de la reconstrucción de la infraestructura (la cual, por supuesto tiene que pasar por la negligencia de autoridades y constructoras), se trata de sostener la consolidación de una ciudadanía que ha recordado lo fuerte que es unida, lo que puede exigir a las autoridades desde esa unión.

Mientras esto sucede, del otro lado, vemos a unas autoridades que no aprendieron nada de lo sucedido hace 32 años. Instituciones y actores políticos que se paralizan y son incapaces de resolver, que pensaron que era mejor “administrar” o “poquitear” la ayuda, los esfuerzos y que en ese in pass, los ciudadanos organizados los dejaron atrás.

Después de días y ante la demanda ciudadana dicen que “donarán” un porcentaje de “sus” prerrogativas. Y me pregunto: ¿donar? El dinero, esos recursos, son NUESTROS, de los impuestos de todos los ciudadanos. ¿Sus? ¡NUESTRO! Aunque ellos actúen como si no fuera así.

Después de estar más de 24 horas en Álvaro Obregón 286 en la colonia Roma, uno de los edificios derrumbados, sé que ha despertado un México que dormía bajo la tierra, el mismo que hace 32 años nació y que hoy fue rescatado con miles de puños en el cielo. Y desde este lugar, pido que no duerma, que no duerma jamás.

lilia.aguilargil.2015@gmail.com