/ jueves 10 de octubre de 2019

Suicidio y violencia estructural

Es alarmante el nivel de suicidios que se registran en nuestro estado, colocándonos en primer lugar a nivel nacional. Según estudios, la depresión es la primera causa que orilla a ello. En los sectores serranos, las víctimas principalmente son de origen indígena que padecen hambre y alcoholismo. Son escasas (o nulas) las políticas de prevención del suicidio a causa de enfermedades mentales como la depresión, pues todavía hay mucho estigma y con las que existen, no se ha logrado disminuir la tasa. No sólo es importante atender a lo anterior, sino observar el suicidio desde varias perspectivas como desde la violencia estructural, muchas veces invisibilizada, que puede conducir a una depresión y, por ende, probablemente al suicidio.

Sin empleo no se puede acceder a bienes y servicios para satisfacer las necesidades básicas. Excluye socialmente e incrementa sentimientos de frustración, ansiedad y desánimo; la violencia de género es socialmente aceptada y normalizada con efectos profundos principalmente sobre la mujer. Así, una fémina que padece algún tipo de violencia en casa, ya sea física, económica, psicológica y sexual, puede deprimirse y decidir acabar con su vida e incluso con la de sus hijos, como ya se ha visto antes. Se tiende a estigmatizar a la mujer que decidió matarse por no encontrar otra salida a la situación que vivía, en lugar de señalar y corregir la estructura social que permitió que eso sucediera. En cuanto a los hombres, las estructuras también han edificado su identidad masculina de proveedores, fuertes e inquebrantables, y al no poder cumplir las exigencias que se les impone por diversas causas, también optan por quitarse la vida. A diferencia de países como Japón, en suicidio obedece a factores que afectan a personas en pobreza con falta de oportunidades. Pudiera decirse que la pobreza mata. Si atendemos a la intersección de los factores, entonces no es sorprendente que una mujer indígena, pobre, sin empleo, que sufre violencia de género decida envenenarse. Las leyes y el acceso a la justicia contribuyen también, pues ante la impunidad de crímenes hay quienes han optado por esta vía. De nuevo, un problema estructural. El suicidio es un tema más complejo que no se resolverá previniendo la muerte de una persona con una campaña de red de apoyo telefónico. El fenómeno deja de ser un problema personal para convertirse en un asunto social que se refleja en esta problemática de salud pública. Durkheim escribió que en una sociedad las tasas de suicidio se mantienen constantes en momentos de estabilidad y varían cuando se producen cambios importantes. Es momento de reestructurar a la sociedad.

Yanez_flor@hotmail.com



Es alarmante el nivel de suicidios que se registran en nuestro estado, colocándonos en primer lugar a nivel nacional. Según estudios, la depresión es la primera causa que orilla a ello. En los sectores serranos, las víctimas principalmente son de origen indígena que padecen hambre y alcoholismo. Son escasas (o nulas) las políticas de prevención del suicidio a causa de enfermedades mentales como la depresión, pues todavía hay mucho estigma y con las que existen, no se ha logrado disminuir la tasa. No sólo es importante atender a lo anterior, sino observar el suicidio desde varias perspectivas como desde la violencia estructural, muchas veces invisibilizada, que puede conducir a una depresión y, por ende, probablemente al suicidio.

Sin empleo no se puede acceder a bienes y servicios para satisfacer las necesidades básicas. Excluye socialmente e incrementa sentimientos de frustración, ansiedad y desánimo; la violencia de género es socialmente aceptada y normalizada con efectos profundos principalmente sobre la mujer. Así, una fémina que padece algún tipo de violencia en casa, ya sea física, económica, psicológica y sexual, puede deprimirse y decidir acabar con su vida e incluso con la de sus hijos, como ya se ha visto antes. Se tiende a estigmatizar a la mujer que decidió matarse por no encontrar otra salida a la situación que vivía, en lugar de señalar y corregir la estructura social que permitió que eso sucediera. En cuanto a los hombres, las estructuras también han edificado su identidad masculina de proveedores, fuertes e inquebrantables, y al no poder cumplir las exigencias que se les impone por diversas causas, también optan por quitarse la vida. A diferencia de países como Japón, en suicidio obedece a factores que afectan a personas en pobreza con falta de oportunidades. Pudiera decirse que la pobreza mata. Si atendemos a la intersección de los factores, entonces no es sorprendente que una mujer indígena, pobre, sin empleo, que sufre violencia de género decida envenenarse. Las leyes y el acceso a la justicia contribuyen también, pues ante la impunidad de crímenes hay quienes han optado por esta vía. De nuevo, un problema estructural. El suicidio es un tema más complejo que no se resolverá previniendo la muerte de una persona con una campaña de red de apoyo telefónico. El fenómeno deja de ser un problema personal para convertirse en un asunto social que se refleja en esta problemática de salud pública. Durkheim escribió que en una sociedad las tasas de suicidio se mantienen constantes en momentos de estabilidad y varían cuando se producen cambios importantes. Es momento de reestructurar a la sociedad.

Yanez_flor@hotmail.com