/ martes 11 de agosto de 2020

Técnicos contra rudos

Una película -ficción- narra que un técnico experto de una planta nuclear expone una falla que la pone en peligro. Da la alarma. Quienes manejan la planta, por intereses económicos eluden el hecho. Con una investigación periodística y el asesinato del técnico culmina la cinta.

En un puesto de control carretero en Sonora -realidad-, atendido por soldados hubo un brote infeccioso. Una doctora subteniente reportó la necesidad, incluso, de cerrar el puesto. Los mandos castrenses no hicieron caso. Luego, al darse cuenta de la gravedad del caso, se disculparon. Un general mandó arrestar a la doctora por 10 días, pero el número de contagios dio la razón a la subteniente.

Un asunto que hunde sus raíces en el tiempo es el hecho de que por intereses económicos, políticos, de imagen o de cualquier otra índole, las advertencias de los técnicos, científicos o expertos en distintos rubros sobre situaciones que pueden ofrecer peligro, dificultades o inconvenientes, no pocas veces se dejan de lado. Al tiempo, en algunas ocasiones las consecuencias no se hacen esperar. Luego aparecen las “explicaciones”, los golpes de pecho, las salidas por la tangente, los señalamientos de culpables, las investigaciones, los dictámenes, los chivos expiatorios…, y la impunidad.

Máscara contra cabellera, técnicos contra rudos, políticos contra expertos. Así parece -y no sólo parece-, que un número determinado de las obras de construcción o de las adquisiciones de distintos insumos, sobre todo del sector público, se decidan por criterios que poco tienen que ver con las opiniones o manifestaciones técnicas o de necesidades populares o comunitarias.

Desde hace tiempo se ha luchado precisamente porque sean los criterios técnicos los que prevalezcan a la hora de tomar decisiones sobre obras o adquisiciones, sin desdeñar desde luego los políticos o económicos. Colocar en una balanza los beneficios que puedan darse a los usuarios contra los inconvenientes que puedan presentarse, no sólo en el presente, sino a futuro, es una buena medida.

No actuar, como algunas veces se ha hecho, por capricho o por intereses que afecten a la población, o lo que es peor, por sacar raja política o caer en acciones de corrupción, es lo que el pueblo bueno y sabio espera. ¿Lo ven?

Una película -ficción- narra que un técnico experto de una planta nuclear expone una falla que la pone en peligro. Da la alarma. Quienes manejan la planta, por intereses económicos eluden el hecho. Con una investigación periodística y el asesinato del técnico culmina la cinta.

En un puesto de control carretero en Sonora -realidad-, atendido por soldados hubo un brote infeccioso. Una doctora subteniente reportó la necesidad, incluso, de cerrar el puesto. Los mandos castrenses no hicieron caso. Luego, al darse cuenta de la gravedad del caso, se disculparon. Un general mandó arrestar a la doctora por 10 días, pero el número de contagios dio la razón a la subteniente.

Un asunto que hunde sus raíces en el tiempo es el hecho de que por intereses económicos, políticos, de imagen o de cualquier otra índole, las advertencias de los técnicos, científicos o expertos en distintos rubros sobre situaciones que pueden ofrecer peligro, dificultades o inconvenientes, no pocas veces se dejan de lado. Al tiempo, en algunas ocasiones las consecuencias no se hacen esperar. Luego aparecen las “explicaciones”, los golpes de pecho, las salidas por la tangente, los señalamientos de culpables, las investigaciones, los dictámenes, los chivos expiatorios…, y la impunidad.

Máscara contra cabellera, técnicos contra rudos, políticos contra expertos. Así parece -y no sólo parece-, que un número determinado de las obras de construcción o de las adquisiciones de distintos insumos, sobre todo del sector público, se decidan por criterios que poco tienen que ver con las opiniones o manifestaciones técnicas o de necesidades populares o comunitarias.

Desde hace tiempo se ha luchado precisamente porque sean los criterios técnicos los que prevalezcan a la hora de tomar decisiones sobre obras o adquisiciones, sin desdeñar desde luego los políticos o económicos. Colocar en una balanza los beneficios que puedan darse a los usuarios contra los inconvenientes que puedan presentarse, no sólo en el presente, sino a futuro, es una buena medida.

No actuar, como algunas veces se ha hecho, por capricho o por intereses que afecten a la población, o lo que es peor, por sacar raja política o caer en acciones de corrupción, es lo que el pueblo bueno y sabio espera. ¿Lo ven?