/ miércoles 15 de julio de 2020

Tecnologías… las nuevas fronteras del poder

En su artículo del 20 de diciembre de 2019, “Esglobal”, la revista digital especializada en temas de interés mundial y cuyos contenidos sirven de fuente de consulta en decenas de países, advirtió cuáles serían, a su juicio, los 10 asuntos que marcarían la agenda global de 2020.

Aunque todos los temas son de interés para la comunidad internacional, llama la atención el que denomina “La tecnología como nueva frontera del poder”, pues advierte que nace este año el inminente avance en materia de inteligencia artificial y computación cuántica. Es obvio que, al publicar el texto, “Esglobal” no tenía en su radar -y nadie lo teníamos-, la desastrosa aparición del Covid que modificó radicalmente los planes mundiales en todos sentidos.

En 2020 -puntualiza “Esglobal”-, se irá afianzando el “capitalismo de vigilancia” y a la vez crecerá la sensación de cibervulnerabilidad. “Una de las muchas medidas para hacerle frente será la Ley Europea de Servicios Digitales que deberá presentarse a finales de año y a través de la cual se intentará poner límites a los gigantes tecnológicos”, advierte la revista.

Llama la atención esta sentencia: “La tecnología también es la nueva frontera del activismo y la represión. La mejor prueba es que las distopías continuarán ganando espacio en el consumo literario y audiovisual”. El artículo refiere que la bipolaridad tecnológica estará creando nuevas dependencias y esferas de influencia, pero provocará reacciones entre aquéllos que se están quedando atrás. Fin de las citas.

¿Cómo entender las distopías en este contexto? Partamos del concepto: Es el término opuesto a la utopía y que designa, como tal, un tipo de mundo imaginario al que acuden con frecuencia la literatura o el cine. La distopía plantea un mundo donde las contradicciones de los discursos ideológicos son llevadas a sus límites extremos; la distopía explora nuestra realidad actual y anticipa cómo ciertos métodos de conducción de la sociedad podrían derivar en sistemas crueles e injustos.

En un territorio determinado, donde se ejerza un riguroso control con el pretexto de garantizar una sociedad organizada, feliz, conforme y sin reacciones, pudiera derivar en un régimen totalitario que reprima al individuo coartando sus libertades más esenciales, en función de un supuesto beneficio colectivo.

Más allá de basarse en presagios o teorías conspiracionistas, la distopía advierte sobre riesgos potenciales cuando se ejerce un control definitivo sobre ideologías, prácticas o conductas en nuestras sociedades actuales, pero desde la dependencia tecnológica en particular. Y es que de las consecuencias del confinamiento provocadas por la actual pandemia -cuya durabilidad parece interminable-, hemos acudido irremediablemente al uso de las tecnologías de manera extraordinaria.

No es para menos: ante la imposibilidad para asistir físicamente a las aulas, a las empresas, fábricas, oficinas públicas, eventos religiosos, sociales o culturales, la alternativa casi única que se presentó fue la presencia virtual a la que, de entrada, cientos de miles de personas nos resistimos, pero no había opción.

El escenario es inevitable: las tecnologías de la información y la comunicación rompieron las barreras de lo imposible, pero abrieron las fronteras del poder de una forma desmedida y casi sin control. Por un lado, se logró el objetivo de impedir el alejamiento de las actividades profesionales, docentes o comerciales, pero, por el otro, se acrecentó un riesgoso autoconsumo de redes sociales creando escenarios virtuales hiperactivos donde la “realidad” es interpretada a gusto y conveniencia.

Esa crueldad con la que se manejan muchas veces las tecnologías de la información y la comunicación, en particular las redes sociales, nos puede llevar a peligrosos terrenos donde la realidad se convierte en una construcción social alejada del bien comunitario. Vuelvo a insistir: la tecnología es para ser usada por el ser humano, no para que los humanos seamos usados por la tecnología que está abriendo, con inusitada velocidad, las fronteras del poder. Sólo escribo cosas comunes. Buen día.






En su artículo del 20 de diciembre de 2019, “Esglobal”, la revista digital especializada en temas de interés mundial y cuyos contenidos sirven de fuente de consulta en decenas de países, advirtió cuáles serían, a su juicio, los 10 asuntos que marcarían la agenda global de 2020.

Aunque todos los temas son de interés para la comunidad internacional, llama la atención el que denomina “La tecnología como nueva frontera del poder”, pues advierte que nace este año el inminente avance en materia de inteligencia artificial y computación cuántica. Es obvio que, al publicar el texto, “Esglobal” no tenía en su radar -y nadie lo teníamos-, la desastrosa aparición del Covid que modificó radicalmente los planes mundiales en todos sentidos.

En 2020 -puntualiza “Esglobal”-, se irá afianzando el “capitalismo de vigilancia” y a la vez crecerá la sensación de cibervulnerabilidad. “Una de las muchas medidas para hacerle frente será la Ley Europea de Servicios Digitales que deberá presentarse a finales de año y a través de la cual se intentará poner límites a los gigantes tecnológicos”, advierte la revista.

Llama la atención esta sentencia: “La tecnología también es la nueva frontera del activismo y la represión. La mejor prueba es que las distopías continuarán ganando espacio en el consumo literario y audiovisual”. El artículo refiere que la bipolaridad tecnológica estará creando nuevas dependencias y esferas de influencia, pero provocará reacciones entre aquéllos que se están quedando atrás. Fin de las citas.

¿Cómo entender las distopías en este contexto? Partamos del concepto: Es el término opuesto a la utopía y que designa, como tal, un tipo de mundo imaginario al que acuden con frecuencia la literatura o el cine. La distopía plantea un mundo donde las contradicciones de los discursos ideológicos son llevadas a sus límites extremos; la distopía explora nuestra realidad actual y anticipa cómo ciertos métodos de conducción de la sociedad podrían derivar en sistemas crueles e injustos.

En un territorio determinado, donde se ejerza un riguroso control con el pretexto de garantizar una sociedad organizada, feliz, conforme y sin reacciones, pudiera derivar en un régimen totalitario que reprima al individuo coartando sus libertades más esenciales, en función de un supuesto beneficio colectivo.

Más allá de basarse en presagios o teorías conspiracionistas, la distopía advierte sobre riesgos potenciales cuando se ejerce un control definitivo sobre ideologías, prácticas o conductas en nuestras sociedades actuales, pero desde la dependencia tecnológica en particular. Y es que de las consecuencias del confinamiento provocadas por la actual pandemia -cuya durabilidad parece interminable-, hemos acudido irremediablemente al uso de las tecnologías de manera extraordinaria.

No es para menos: ante la imposibilidad para asistir físicamente a las aulas, a las empresas, fábricas, oficinas públicas, eventos religiosos, sociales o culturales, la alternativa casi única que se presentó fue la presencia virtual a la que, de entrada, cientos de miles de personas nos resistimos, pero no había opción.

El escenario es inevitable: las tecnologías de la información y la comunicación rompieron las barreras de lo imposible, pero abrieron las fronteras del poder de una forma desmedida y casi sin control. Por un lado, se logró el objetivo de impedir el alejamiento de las actividades profesionales, docentes o comerciales, pero, por el otro, se acrecentó un riesgoso autoconsumo de redes sociales creando escenarios virtuales hiperactivos donde la “realidad” es interpretada a gusto y conveniencia.

Esa crueldad con la que se manejan muchas veces las tecnologías de la información y la comunicación, en particular las redes sociales, nos puede llevar a peligrosos terrenos donde la realidad se convierte en una construcción social alejada del bien comunitario. Vuelvo a insistir: la tecnología es para ser usada por el ser humano, no para que los humanos seamos usados por la tecnología que está abriendo, con inusitada velocidad, las fronteras del poder. Sólo escribo cosas comunes. Buen día.






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