El impacto de la crisis se ha registrado tan rápido como la enfermedad. No sólo son los miles de muertes, el agravamiento de las enfermedades, la ingesta alimentaria, la brecha educativa, la pérdida de ingresos y cierre de empresas de todos los tamaños, sino que ha generado mayor ansiedad y violencia intrafamiliar lo que, posiblemente, tendrá efectos perdurables en el mediano y largo plazo. La encuesta Encovid19 de la Universidad Iberoamericana confirma, entre 27.3% y 32.4%, los efectos depresivos y síntomas severos de ansiedad en individuos de 18 años o más.
De acuerdo a la organización Signos Vitales (signosvitalesmexico.org.mx), también aumentará el número de jóvenes que no estudian ni trabaja por la contracción económica. Se estima que este grupo de población, en especial masculina, entre 18-24 años, aumentará en 4.3 millones de jóvenes. Los niños, padres de familia, especialmente mamás, y maestros, además, se encuentran ante un reto heroico para adaptarse a las nuevas exigencias de sanidad, tecnología y convivencia social, no exenta de tensiones psicológicas. Las parejas ahora se encuentran ante un abrumador reencuentro.
Incluso, sin el peso del factor económico, las relaciones sentimentales en el confinamiento han revelado aspectos profundos que antes no eran vistos en medio de la resonancia superficial de la actividad cotidiana. Se conoce un poco más de lo no agradable de la “media naranja”, lo que puede ser fuente de conflicto. Los hijos, poco acostumbrados a pasar más tiempo en sus hogares que en la escuela o en la calle, les es más difícil superar la soberbia ansiedad de exigir padres perfectos en un mundo imperfecto. Los desórdenes emocionales y la crítica familiar se vuelven más recurrentes.
No hay, en definitiva, respuestas fáciles a estos dilemas. Fácil sería decir que un buen aderezo combina vinagre, sensaciones agrias y dulces en una ensalada, y eso le da sabor agradable. Pero en la vida, muchas cosas que le dan sentido a la existencia no siempre son agradables inmediatamente, pero son saludables por sus efectos a largo plazo. Va a ser difícil adaptarse a la contingencia actual, pero debemos aprender a romper los círculos viciosos y considerar el provecho que podemos obtener, buscando actividades nuevas y un enfoque novedoso en el trato con los demás.
La tecnología no va a resolver nuestras necesidades más profundas, pero tal vez, sea tiempo que los padres, maestros, líderes de la sociedad y la clase gobernante recuperen su propia esencia como guías y educadores, que ha sido robada por la televisión y la mercadotecnia política. Tenemos que llenar el espacio vacío y valorar nuestro papel original. Volvamos a ocupar nuestro lugar y, tal vez, rescatemos algo de lo que la sociedad siempre ha necesitado de nosotros, pero que había olvidado que teníamos.
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