/ viernes 29 de noviembre de 2019

Terroristas, primero los narcos mexicanos o los consumidores gringos

Ojalá que el anuncio que el martes hiciera el presidente estadounidense Donald Trump de cambiarles en México la denominación a los narcotraficantes por terroristas, no sea más que una vacilada o por la gravedad que esto representa, un marketing político para su pretendida reelección este 2020, porque aunque dijo que tenía noventa días fraguando o estudiando esta acción, como digo, quizá dentro de sus planes reeleccionistas, tampoco puede dejar de ser una alerta de la mismas familias mormonas que ha insistido en ello, desde su lamentable tragedia familiar en las colindancias de Sonora y Chihuahua, o les haya dejado la idea el propio canciller mexicano Marcelo Ebrard, cuando después de la masacre en el Walmart de El Paso, presuntamente en contra de mexicanos, sugirió la calificación de terroristas pero para locos asesinos que, por cierto, proliferan en Estados Unidos, principalmente atacando centros educativos.

La calidad de terroristas a los integrantes del crimen organizado garantizaría el libre paso por México a las fuerzas armadas estadounidenses, sin ningún permiso y prácticamente nos convertirían por ejemplo en Irak, Hamás o el Estado Islámico, en donde Estados Unidos tendría libre desplazamiento de sus tropas por todo el territorio nacional.

Pero en contraparte, en Estados Unidos, deberían de tener una lógica que protegiera antes que nada a la sociedad civil y acabar de una vez con esa lamentable amenaza que son las matanzas en los centros educativos por orates, casi siempre presumiblemente drogados.

Estos locos asesinos son precisamente la parte que falta para acabar con el narcotráfico o ¿a poco en Estados Unidos no sabrán que la parte fundamental para que florezca el narcotráfico y el crimen organizado con todo lo que conllevan son precisamente los consumidores que son quienes verdaderamente hacen las fortunas de los capos de las drogas y de todo lo que de ellas depende como la delincuencia organizada, con secuestros, cobros de piso, protecciones, etcétera, etcétera?

Por cierto, ¿ya sabrá Donald Trump lo que tendría que hacer con ellos, si serían también terroristas?, porque sin ellos no hay narco. ¿O sí?

Ahora también falta la completa averiguación de lo que pasó con la familia de mormones radicados en Sonora, en la comunidad La Mora, colindantes con el estado de Chihuahua, insistentes ante su drama que se considere la clasificación de terroristas a los autores de la desgracia que sufrieron, donde hasta la fecha no ha quedado absolutamente nada claro, cuando menos para la opinión pública la tremenda desgracia sucedida a estas familias, tanto estadounidenses como mexicanas, porque no cualquier ente diabólico se atreve a semejante barbarie.

Ojalá que el anuncio que el martes hiciera el presidente estadounidense Donald Trump de cambiarles en México la denominación a los narcotraficantes por terroristas, no sea más que una vacilada o por la gravedad que esto representa, un marketing político para su pretendida reelección este 2020, porque aunque dijo que tenía noventa días fraguando o estudiando esta acción, como digo, quizá dentro de sus planes reeleccionistas, tampoco puede dejar de ser una alerta de la mismas familias mormonas que ha insistido en ello, desde su lamentable tragedia familiar en las colindancias de Sonora y Chihuahua, o les haya dejado la idea el propio canciller mexicano Marcelo Ebrard, cuando después de la masacre en el Walmart de El Paso, presuntamente en contra de mexicanos, sugirió la calificación de terroristas pero para locos asesinos que, por cierto, proliferan en Estados Unidos, principalmente atacando centros educativos.

La calidad de terroristas a los integrantes del crimen organizado garantizaría el libre paso por México a las fuerzas armadas estadounidenses, sin ningún permiso y prácticamente nos convertirían por ejemplo en Irak, Hamás o el Estado Islámico, en donde Estados Unidos tendría libre desplazamiento de sus tropas por todo el territorio nacional.

Pero en contraparte, en Estados Unidos, deberían de tener una lógica que protegiera antes que nada a la sociedad civil y acabar de una vez con esa lamentable amenaza que son las matanzas en los centros educativos por orates, casi siempre presumiblemente drogados.

Estos locos asesinos son precisamente la parte que falta para acabar con el narcotráfico o ¿a poco en Estados Unidos no sabrán que la parte fundamental para que florezca el narcotráfico y el crimen organizado con todo lo que conllevan son precisamente los consumidores que son quienes verdaderamente hacen las fortunas de los capos de las drogas y de todo lo que de ellas depende como la delincuencia organizada, con secuestros, cobros de piso, protecciones, etcétera, etcétera?

Por cierto, ¿ya sabrá Donald Trump lo que tendría que hacer con ellos, si serían también terroristas?, porque sin ellos no hay narco. ¿O sí?

Ahora también falta la completa averiguación de lo que pasó con la familia de mormones radicados en Sonora, en la comunidad La Mora, colindantes con el estado de Chihuahua, insistentes ante su drama que se considere la clasificación de terroristas a los autores de la desgracia que sufrieron, donde hasta la fecha no ha quedado absolutamente nada claro, cuando menos para la opinión pública la tremenda desgracia sucedida a estas familias, tanto estadounidenses como mexicanas, porque no cualquier ente diabólico se atreve a semejante barbarie.