/ viernes 4 de mayo de 2018

Tibio manoteo de Meade en el PRI; necesita una profunda limpia

Al concluir el primer mes de las campañas presidenciales, su desarrollo se puede resumir en que, si bien es la primera vez que contienden cinco candidatos, los cinco han girado alrededor del candidato propuesto por Morena, Andrés Manuel López Obrador, que encabeza la Coalición Juntos Haremos Historia.

Todos hablan de él, en sus mítines, en sus entrevistas, en sus comparecencias, nadie tiene, se podría decir, vida propia, todos están pendientes de lo que dice y haga López Obrador y, por esto indudablemente que para cuando concluya oficialmente la campaña el 27 de junio, el tabasqueño podrá superar al segundo lugar hasta por 50 puntos.

Aunque el PRI tibiamente a 58 días del día cero para elegir al nuevo presidente de la república, sustituye el miércoles a su presidente nacional, Enrique Ochoa Reza, por el guerrerense René Juárez Cisneros, presumiblemente para fincar un acercamiento con las clases populares que parece que le han dado la espalda al otrora poderoso Partido Revolucionario Institucional.

Es cierto que aún puede ser tiempo de que todos retomen el rumbo y se den cuenta que ellos, los cuatro que le compiten a López Obrador, también son candidatos presidenciales y que están entregando en charola de plata la Presidencia de la República, posiblemente al menos preparado de todos, pero con un magnífico equipo atrás de él, principalmente en el marketing político, aunque lleno de oscuros intereses, por los antecedentes de muchos que lo conforman.

Pero el arribo del acapulqueño René Juárez para nada garantiza una plena renovación, porque Meade Kuribreña debe cambiarse hasta los calcetines si quiere verdaderamente tener una última oportunidad, el ex gobernador guerrerense para nada es considerado uno de los íconos del PRI, como por ejemplo un Manlio Fabio Beltrones, que conoce al revés y al derecho las entrañas tricolores en todas sus clases sociales.

Pero sin duda la kriptonita de Beltrones está en el Cereso de Chihuahua, casi, casi en forma de coneja, suficiente motivo para impedirle no llegar, sino retomar las riendas del ahora alicaído partidazo, porque no se cree que no se la haya jugado Meade, si es que ya también tomó el mando de su propio pellejo, con el sonorense, por la aparente tunda que le puso en el 2016, al cierre de la votación para renovar algunas gubernaturas, entre las que se encontró Chihuahua y otras posiciones, el entonces presidente nacional del PAN y ahora candidato presidencial, Ricardo Anaya, a una comparecencia televisiva que los llevó el también otrora poderoso Joaquín López Doriga.

Sin duda y dadas las circunstancias está más que claro para los conocedores del oficio político que el indicado para asumir la dirigencia priista era el sonorense, aún con la latente amenaza de la Coneja, aunque aún queda el beneficio de la duda para el guerrerense René Juárez, aunque claro está que a estas alturas no deberá caber ninguna duda si se trata de recomponer el rumbo.

Pero lo hecho, hecho está y lo que le queda al candidato priista es, aparte de cambiar la dirigencia nacional de su partido, quitarse todos los achichincles que le mandaron de Los Pinos, incluyendo el inservible equipo de mercadotecnia política y desde luego fijar la adecuada distancia con el mismo presidente Enrique Peña Nieto.

Eso si quiere ya no obtener el triunfo, sino cuando menos tener una derrota con vergüenza.


Al concluir el primer mes de las campañas presidenciales, su desarrollo se puede resumir en que, si bien es la primera vez que contienden cinco candidatos, los cinco han girado alrededor del candidato propuesto por Morena, Andrés Manuel López Obrador, que encabeza la Coalición Juntos Haremos Historia.

Todos hablan de él, en sus mítines, en sus entrevistas, en sus comparecencias, nadie tiene, se podría decir, vida propia, todos están pendientes de lo que dice y haga López Obrador y, por esto indudablemente que para cuando concluya oficialmente la campaña el 27 de junio, el tabasqueño podrá superar al segundo lugar hasta por 50 puntos.

Aunque el PRI tibiamente a 58 días del día cero para elegir al nuevo presidente de la república, sustituye el miércoles a su presidente nacional, Enrique Ochoa Reza, por el guerrerense René Juárez Cisneros, presumiblemente para fincar un acercamiento con las clases populares que parece que le han dado la espalda al otrora poderoso Partido Revolucionario Institucional.

Es cierto que aún puede ser tiempo de que todos retomen el rumbo y se den cuenta que ellos, los cuatro que le compiten a López Obrador, también son candidatos presidenciales y que están entregando en charola de plata la Presidencia de la República, posiblemente al menos preparado de todos, pero con un magnífico equipo atrás de él, principalmente en el marketing político, aunque lleno de oscuros intereses, por los antecedentes de muchos que lo conforman.

Pero el arribo del acapulqueño René Juárez para nada garantiza una plena renovación, porque Meade Kuribreña debe cambiarse hasta los calcetines si quiere verdaderamente tener una última oportunidad, el ex gobernador guerrerense para nada es considerado uno de los íconos del PRI, como por ejemplo un Manlio Fabio Beltrones, que conoce al revés y al derecho las entrañas tricolores en todas sus clases sociales.

Pero sin duda la kriptonita de Beltrones está en el Cereso de Chihuahua, casi, casi en forma de coneja, suficiente motivo para impedirle no llegar, sino retomar las riendas del ahora alicaído partidazo, porque no se cree que no se la haya jugado Meade, si es que ya también tomó el mando de su propio pellejo, con el sonorense, por la aparente tunda que le puso en el 2016, al cierre de la votación para renovar algunas gubernaturas, entre las que se encontró Chihuahua y otras posiciones, el entonces presidente nacional del PAN y ahora candidato presidencial, Ricardo Anaya, a una comparecencia televisiva que los llevó el también otrora poderoso Joaquín López Doriga.

Sin duda y dadas las circunstancias está más que claro para los conocedores del oficio político que el indicado para asumir la dirigencia priista era el sonorense, aún con la latente amenaza de la Coneja, aunque aún queda el beneficio de la duda para el guerrerense René Juárez, aunque claro está que a estas alturas no deberá caber ninguna duda si se trata de recomponer el rumbo.

Pero lo hecho, hecho está y lo que le queda al candidato priista es, aparte de cambiar la dirigencia nacional de su partido, quitarse todos los achichincles que le mandaron de Los Pinos, incluyendo el inservible equipo de mercadotecnia política y desde luego fijar la adecuada distancia con el mismo presidente Enrique Peña Nieto.

Eso si quiere ya no obtener el triunfo, sino cuando menos tener una derrota con vergüenza.