/ martes 20 de noviembre de 2018

Todo a su tiempo

No son pocos quienes lo han expuesto: el que el presidente electo tome decisiones antes de tomar posesión y declare sobre diversos tópicos sin ton ni son, no hace bien al país, a él mismo y a sus partidarios. Y además, con esas maniobras, el aún presidente constitucional queda en la penumbra.

Varias han sido previamente a su institución oficial, las acciones y las expresiones señaladas como improcedentes por diversos sectores sociales, lo que resta credibilidad hacia su futuro desempeño, y ello a pesar de que el porcentaje de aceptación sobre su persona, según encuestas, haya aumentado.

Amén de las intervenciones del presidente electo se encuentran las de los morenistas, especialmente los legisladores, que a partir de su ascenso a la cámara han pugnado por realizar la agenda de campaña, unas veces con razones válidas y con fondo sustentable y otras sin mucho razonamiento y con visos de imposición.

Aparte de otras acciones, la encuesta para determinar cuál proyecto del Aeropuerto de la Ciudad de México es más factible ha sido cuestionada, y lo ha sido por diversas razones, una que apunta a que no responde en sí a una verdadera democracia, y además que su sustento jurídica y constitucionalmente hablando resulta endeble, por decir lo menos. La decisión, anticipada, de realizar un nuevo aeropuerto en combinación con el actual y sumar otro, ha dejado a muchos inconformes, y las marchas de protesta no se han hecho esperar.

Y aunque el presidente electo asuma que el pueblo no se equivoca –en el supuesto que la encuesta fuera inmaculada y legal, lo cual se pone en duda- la realidad ha desmentido esa premisa en otros tiempos y lugares. En último término –así lo han señalado algunos- las decisiones corresponden a la primera autoridad y no al pueblo.

Por otra parte, los futuros colaboradores del pronto nuevo presidente de México han tenido que dar la cara para aclarar o enmendar situaciones que se han encontrado en entredicho y causado desazón en alguna o gran parte de la sociedad mexicana e incluso en el extranjero, como lo fue la declaración de anular las comisiones bancarias que, aunque no fue propiamente el presidente electo quien lanzó la idea, tuvo que aguantar y parar el golpe para calmar los ánimos.

Esperamos que una vez en funciones las decisiones de cualquier índole que tome el Ejecutivo sean en base a la razón y al consenso, y que la división de poderes impere.




No son pocos quienes lo han expuesto: el que el presidente electo tome decisiones antes de tomar posesión y declare sobre diversos tópicos sin ton ni son, no hace bien al país, a él mismo y a sus partidarios. Y además, con esas maniobras, el aún presidente constitucional queda en la penumbra.

Varias han sido previamente a su institución oficial, las acciones y las expresiones señaladas como improcedentes por diversos sectores sociales, lo que resta credibilidad hacia su futuro desempeño, y ello a pesar de que el porcentaje de aceptación sobre su persona, según encuestas, haya aumentado.

Amén de las intervenciones del presidente electo se encuentran las de los morenistas, especialmente los legisladores, que a partir de su ascenso a la cámara han pugnado por realizar la agenda de campaña, unas veces con razones válidas y con fondo sustentable y otras sin mucho razonamiento y con visos de imposición.

Aparte de otras acciones, la encuesta para determinar cuál proyecto del Aeropuerto de la Ciudad de México es más factible ha sido cuestionada, y lo ha sido por diversas razones, una que apunta a que no responde en sí a una verdadera democracia, y además que su sustento jurídica y constitucionalmente hablando resulta endeble, por decir lo menos. La decisión, anticipada, de realizar un nuevo aeropuerto en combinación con el actual y sumar otro, ha dejado a muchos inconformes, y las marchas de protesta no se han hecho esperar.

Y aunque el presidente electo asuma que el pueblo no se equivoca –en el supuesto que la encuesta fuera inmaculada y legal, lo cual se pone en duda- la realidad ha desmentido esa premisa en otros tiempos y lugares. En último término –así lo han señalado algunos- las decisiones corresponden a la primera autoridad y no al pueblo.

Por otra parte, los futuros colaboradores del pronto nuevo presidente de México han tenido que dar la cara para aclarar o enmendar situaciones que se han encontrado en entredicho y causado desazón en alguna o gran parte de la sociedad mexicana e incluso en el extranjero, como lo fue la declaración de anular las comisiones bancarias que, aunque no fue propiamente el presidente electo quien lanzó la idea, tuvo que aguantar y parar el golpe para calmar los ánimos.

Esperamos que una vez en funciones las decisiones de cualquier índole que tome el Ejecutivo sean en base a la razón y al consenso, y que la división de poderes impere.