/ jueves 1 de noviembre de 2018

Todos los monstruos son humanos

Lilia Aguilar Gil


Indignación, enojo, tristeza, dolor… estoy segura de que todos los chihuahuenses experimentaron esas sensaciones el fin de semana pasado. El responsable del secuestro, violación y asesinato de la niña Camila Cobos es un hombre que cualquiera de nosotros se habría topado sin que llamara mayor atención, convivía en nuestra sociedad, se desarrollaba en ella… la monstruosidad como parte de nuestra “normalidad”.

Todos nos unimos para señalar al monstruo, a la bestia, le llaman algunos medios de comunicación, para detestarlo, para dejar bien claro que no es humano, que un humano jámas podría hacerlo que hizo, pero la prueba fehaciente y que contradice, es su propia existencia y lo que el mundo descubrió que hizo.

Seguramente, en semanas se analizará y sobreanalizará la historia y entorno de ese monstruo, tratando de encontrar fallas, sobresaltos, desgracias, carencias, dificultades que expliquen qué lo llevó a hacer lo que hizo, eso que nos tiene tan indignados, hasta tan culpables por no haberlo reconocido y detenido.


Algunos seguramente contarán anécdotas: “Yo me subí a ese Uber”, “era mi vecino, parecía tan normal, era amable”. ¿Por qué nadie se dio cuenta que era un monstruo?, porque era un ser humano, común y corriente, como cualquiera aparentemente.


¿Qué sucedió para hacer lo que hizo?, ¿qué pasa con el tejido social en este siglo XXI?, ¿por qué casos como estos no eran tan concurrentes? No olvidemos el caso de Rafita, el menor secuestrado y asesinado en agosto pasado, o el caso de Christopher Márquez, asesinado por otros niños que jugaban al “secuestro” en 2015. Y a ello se suman todos aquellos casos en los que las redes sociales no ayudaron a hacer “virales” y que siguen ahí en las carpetas de “DESAPARECIDOS”, por no decir: “OLVIDADOS”.


Vivimos en una sociedad hipócrita, doble moral, que condena hasta rasgarse las vestiduras por un caso así, pero que ante los cientos y miles de feminicidios culpa a la mujer de su propia muerte al decir: “No debía haberse vestido así, ella se lo buscó”. Esa sociedad que tolera y con ello consecuenta asesinatos o desapariciones, es la misma que engendra a asesinos como el de Camila.


El monstruo proviene de una sociedad monstruosa que olvidará a Camila, como olvidó a Rafita o a Christopher, que olvida y justifica los feminicidios, que repudía a los migrantes centroamericanos que son “vomitados” de sus casas, de sus países por la violencia y la pobreza extrema, que no señala con dedo flamígero a los asesinos de homosexuales o transexuales porque en el fondo, no les importa.


Reconozcamos que hay una gran parte de la sociedad que engendra a esos monstruos, que permite su sobrevivencia. En qué sociedad estamos viviendo y en qué mundo vivimos, que convivimos con monstruos que sin embargo… son humanos.


lilia.aguilargil2015@gmail.com



Lilia Aguilar Gil


Indignación, enojo, tristeza, dolor… estoy segura de que todos los chihuahuenses experimentaron esas sensaciones el fin de semana pasado. El responsable del secuestro, violación y asesinato de la niña Camila Cobos es un hombre que cualquiera de nosotros se habría topado sin que llamara mayor atención, convivía en nuestra sociedad, se desarrollaba en ella… la monstruosidad como parte de nuestra “normalidad”.

Todos nos unimos para señalar al monstruo, a la bestia, le llaman algunos medios de comunicación, para detestarlo, para dejar bien claro que no es humano, que un humano jámas podría hacerlo que hizo, pero la prueba fehaciente y que contradice, es su propia existencia y lo que el mundo descubrió que hizo.

Seguramente, en semanas se analizará y sobreanalizará la historia y entorno de ese monstruo, tratando de encontrar fallas, sobresaltos, desgracias, carencias, dificultades que expliquen qué lo llevó a hacer lo que hizo, eso que nos tiene tan indignados, hasta tan culpables por no haberlo reconocido y detenido.


Algunos seguramente contarán anécdotas: “Yo me subí a ese Uber”, “era mi vecino, parecía tan normal, era amable”. ¿Por qué nadie se dio cuenta que era un monstruo?, porque era un ser humano, común y corriente, como cualquiera aparentemente.


¿Qué sucedió para hacer lo que hizo?, ¿qué pasa con el tejido social en este siglo XXI?, ¿por qué casos como estos no eran tan concurrentes? No olvidemos el caso de Rafita, el menor secuestrado y asesinado en agosto pasado, o el caso de Christopher Márquez, asesinado por otros niños que jugaban al “secuestro” en 2015. Y a ello se suman todos aquellos casos en los que las redes sociales no ayudaron a hacer “virales” y que siguen ahí en las carpetas de “DESAPARECIDOS”, por no decir: “OLVIDADOS”.


Vivimos en una sociedad hipócrita, doble moral, que condena hasta rasgarse las vestiduras por un caso así, pero que ante los cientos y miles de feminicidios culpa a la mujer de su propia muerte al decir: “No debía haberse vestido así, ella se lo buscó”. Esa sociedad que tolera y con ello consecuenta asesinatos o desapariciones, es la misma que engendra a asesinos como el de Camila.


El monstruo proviene de una sociedad monstruosa que olvidará a Camila, como olvidó a Rafita o a Christopher, que olvida y justifica los feminicidios, que repudía a los migrantes centroamericanos que son “vomitados” de sus casas, de sus países por la violencia y la pobreza extrema, que no señala con dedo flamígero a los asesinos de homosexuales o transexuales porque en el fondo, no les importa.


Reconozcamos que hay una gran parte de la sociedad que engendra a esos monstruos, que permite su sobrevivencia. En qué sociedad estamos viviendo y en qué mundo vivimos, que convivimos con monstruos que sin embargo… son humanos.


lilia.aguilargil2015@gmail.com