La movilidad urbana tiene considerable impacto sobre la calidad de vida de las personas, ya que es clave para acceder a todo tipo de bienes, servicios y oportunidades. Para ir trabajar, a la escuela o servicios de salud, sin mencionar actividades recreacionales, debemos desplazarnos a otro punto de la ciudad. Ello se logra a través del transporte, ya sea privado o público. Sin embargo, es ingenuo pensar que la movilidad urbana llega a todos los estratos sociales por igual, pues no es lo mismo trasladarse en camión público que en vehículo privado.
Recientemente se anunció el posible aumento de un 50% a la tarifa del transporte público en nuestro estado, lo que ha causado molestia en una parte de la sociedad (los del vehículo privado muestran indiferencia), padeciendo las consecuencias mayormente quienes ganan el salario mínimo (los excluidos), el cual es insuficiente para cubrir necesidades básicas. Se dice que una persona que gana el salario mínimo y mantiene a alguien, a ambos se les considera pobres extremos. Se evidencia la segregación por clase, pues Oxfam (Comité de Oxford para ayudar a la hambruna) indica que la brecha entre pobres y ricos en México se incrementa con políticas que favorecen al que más tiene.
Al hablar de transporte público debemos centrarnos en aspectos como: horarios, regularidad, calidad y seguridad; tarifas (a cargo del Estado) y la prioridad que se otorga respecto al transporte privado; el ingreso de las personas, acceso al transporte, localización de los hogares y oportunidades en la ciudad.
Tan sólo para acudir a trabajar, algunos deben caminar varias cuadras a altas horas de la noche para llegar a la parada (lo cual es inseguro, más para mujeres); tomar cuatro camiones diarios (56 pesos de 102 que se ganan al día), pasar tiempo considerable en la espera y traslado sin condiciones adecuadas, como clima acondicionado y asiento, y padecer las consecuencias en torno a las rutas pensadas para vehículos privados y no para camiones. Aunque en los discursos se habla de justicia, paz, respeto e inclusión a los grupos vulnerables y minorías, el transporte público evidencia las desigualdades sociales y la discriminación que existe desde el mismo gobierno; las personas en pobreza no tienen igual acceso a los servicios y posiciones que valora la sociedad.
Incrementar la tarifa del transporte es afectar más la calidad de vida de las personas, restringiéndolas de acceder a servicios por las condiciones en las que el mismo Estado las ha colocado. Hay una estructura de oportunidades. Ya ni tomar la bicicleta es seguro, pues con el diseño urbano pensado para vehículos, están condenados a ser atropellados. Las políticas sociales han sido un fracaso. Para atender las necesidades básicas de la población, empecemos por el transporte para que se pueda acceder a ellas y paulatinamente, lograr una equidad en la sociedad. Desafortunadamente, el transporte público evidencia las desigualdades existentes y la discriminación en la sociedad.
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