/ martes 17 de julio de 2018

Ultramaratón de Guachochi

Este fin de semana se llevó a cabo la edición 22 del Ultramaratón de Guachochi, que tuvo sus primeros eventos en Creel, en el estado de Chihuahua, y después se trasladó a Guachochi, donde ha permanecido hasta la fecha.

Un ultramaratón es más que un maratón (42 k), los hay de todos los tamaños, pero este en particular tiene un grado de dificultad mayor a muchos. Oficialmente es de 63 kilómetros, aunque en este casi todos los corredores que traen su reloj que mide la distancia coinciden en que fueron entre 72 y 73 kilómetros, algo le calcularon mal los organizadores.

La hora de salida es a las cinco de la mañana, a unos 10 grados la temperatura, en la oscuridad y en medio del bosque. La primera fase corren 17 kilómetros para llegar a la orilla de la barranca La Sinforosa, una de las más hermosas y profundas del mundo, y aquí empieza lo difícil, hay que bajar hasta el fondo de la barranca, unos 1,700 metros abajo y varios kilómetros de distancia, por un pequeño camino; un resbalón y todo puede pasar. Claro que los corredores bajan caminando con mucho cuidado todo este tramo.

En la parte baja, la temperatura fluctúa entre los 40 y 42 grados, clima tropical, vegetación de selva tropical, cruzando el río en varias partes, así que terminan bien mojados, que les cae bien para el calor y el ejercicio de bajada. Luego empieza la subida de nuevo para llegar arriba, pasando por un tramo pegado a un farallón de piedra llamado “La Pared”, por una estrecha vereda, y luego está el precipicio, para llegar al mirador y de ahí a la meta en la plaza de Guachochi, que debería haber otros 17 kilómetros para completar los 63, pero los corredores midieron 27, más o menos.

Mi hija Silvia María es maratonista y ha corrido varios, pero un ultramaratón como este es otra cosa. Se propuso hacerlo y a pesar de nuestra oposición, finalmente mejor nos sumamos a su propósito, su ilusión y deseo de hacer el ultramaratón.

No sólo lo logró, sino que llegó en cuarto lugar de su categoría, que eran 43 muchachas, y en el lugar 18 entre todas las mujeres, que en la categoría de 63 kilómetros eran 149, completando el ultramaratón en once horas con 57 minutos, lo que nos llena de orgullo, sobre todo por ver realizado su sueño y con excelente tiempo y sobre todo que sólo recibió pocos rasguños, muy cansada y acalambrada, pero muy contenta de su logro.

Al rato de su llegada se desató una tormenta muy fuerte con granizo y todavía faltaban corredores por llegar. Después supimos que las marcas para el recorrido del mirador a la plaza eran de color blanco, que con el granizo se confundía, y ya se hacía de noche y bastante frío con el agua y el granizo.

Algunos corredores regresaron después de las diez de la noche, con casi diecisiete horas de recorrido, cubiertos con impermeables, pero todos regresaron, algunos con pequeños rasguños, pero nada de consideración, gracias a Dios.


El Ultramaratón de Guachochi es otra cosa, ¡y mi hija Silvia María lo logró!


Este fin de semana se llevó a cabo la edición 22 del Ultramaratón de Guachochi, que tuvo sus primeros eventos en Creel, en el estado de Chihuahua, y después se trasladó a Guachochi, donde ha permanecido hasta la fecha.

Un ultramaratón es más que un maratón (42 k), los hay de todos los tamaños, pero este en particular tiene un grado de dificultad mayor a muchos. Oficialmente es de 63 kilómetros, aunque en este casi todos los corredores que traen su reloj que mide la distancia coinciden en que fueron entre 72 y 73 kilómetros, algo le calcularon mal los organizadores.

La hora de salida es a las cinco de la mañana, a unos 10 grados la temperatura, en la oscuridad y en medio del bosque. La primera fase corren 17 kilómetros para llegar a la orilla de la barranca La Sinforosa, una de las más hermosas y profundas del mundo, y aquí empieza lo difícil, hay que bajar hasta el fondo de la barranca, unos 1,700 metros abajo y varios kilómetros de distancia, por un pequeño camino; un resbalón y todo puede pasar. Claro que los corredores bajan caminando con mucho cuidado todo este tramo.

En la parte baja, la temperatura fluctúa entre los 40 y 42 grados, clima tropical, vegetación de selva tropical, cruzando el río en varias partes, así que terminan bien mojados, que les cae bien para el calor y el ejercicio de bajada. Luego empieza la subida de nuevo para llegar arriba, pasando por un tramo pegado a un farallón de piedra llamado “La Pared”, por una estrecha vereda, y luego está el precipicio, para llegar al mirador y de ahí a la meta en la plaza de Guachochi, que debería haber otros 17 kilómetros para completar los 63, pero los corredores midieron 27, más o menos.

Mi hija Silvia María es maratonista y ha corrido varios, pero un ultramaratón como este es otra cosa. Se propuso hacerlo y a pesar de nuestra oposición, finalmente mejor nos sumamos a su propósito, su ilusión y deseo de hacer el ultramaratón.

No sólo lo logró, sino que llegó en cuarto lugar de su categoría, que eran 43 muchachas, y en el lugar 18 entre todas las mujeres, que en la categoría de 63 kilómetros eran 149, completando el ultramaratón en once horas con 57 minutos, lo que nos llena de orgullo, sobre todo por ver realizado su sueño y con excelente tiempo y sobre todo que sólo recibió pocos rasguños, muy cansada y acalambrada, pero muy contenta de su logro.

Al rato de su llegada se desató una tormenta muy fuerte con granizo y todavía faltaban corredores por llegar. Después supimos que las marcas para el recorrido del mirador a la plaza eran de color blanco, que con el granizo se confundía, y ya se hacía de noche y bastante frío con el agua y el granizo.

Algunos corredores regresaron después de las diez de la noche, con casi diecisiete horas de recorrido, cubiertos con impermeables, pero todos regresaron, algunos con pequeños rasguños, pero nada de consideración, gracias a Dios.


El Ultramaratón de Guachochi es otra cosa, ¡y mi hija Silvia María lo logró!