/ martes 2 de abril de 2019

Un día especial

Dos acciones habituales que pueden parecer anticuadas sirvieron en anteriores generaciones y pueden hacerlo en las nuevas. Es cuestión de ponerlas en práctica aunque para algunos –o muchos- no merezcan importancia o difícilmente se acostumbren a ellas.

La primera es la que se conocía –quizás aún así sea- como “domingo”. Los infantes esperaban, a veces ansiosos, recibir de sus padres, tíos o abuelos, precisamente los domingos, una pequeña –muy pocas veces grande- cantidad de dinero con la que a veces corrían a la tienda de la esquina a comprar dulces u otro tipo de golosinas, o bien algún juguete o algo que necesitaran en ese momento. Muchos de ellos no gastaban todo lo recibido, pues sabían que podían utilizar el resto en la semana o bien echar algo al “cochinito” para ir juntando algo para el futuro.

Fuera de lo económico, que servía para ir conociendo, a esas edades tempranas o un poco grandes, el valor del dinero y fomentar el hábito del ahorro, el “domingo” también resaltaba el valor de ese primer día de la semana (aunque algunos consideren que el primer día es el lunes). Ese día, para no pocos era día de visita familiar, para los niños de encuentro con los primos u otros amiguitos, dedicado, aunque fuera por un rato a jugar, conocerse, cambiar impresiones y, por qué no decirlo, a quererse más. También a sentirse miembros de la familia mayor en convivencia entre niños y adultos de distintas edades.

El domingo se hacía énfasis en su sentido religioso como día dedicado al Señor, y en el descanso precisamente por ello; en fin un día especial distinto a los demás de la semana. Resaltar ese valor dominical haría hoy, como ayer, un bien a la sociedad.

La segunda acción se refiere a la costumbre no sólo de ahorrar sino de ver para qué hacerlo y cómo. Hay personas hoy como ayer, aunque pocas, que se habitúan a apartar sus ingresos dividiéndolos para distintas necesidades y guardando cada determinado tiempo, sea por semana, quincena o mes, cantidades según se requieran: para medicinas, gastos del mandado, ahorro, arreglos de la casa, gasolina, pago de servicios, descompostura del auto o enseres, etcétera, separándolos convenientemente y no mezclándolos. Desde luego dejan una partida para gastos personales y habituales.

En un momento dado, cuando se presenta algún accidente, una enfermedad, un imprevisto, una necesidad de arreglar el auto o dar una manita a la vivienda, tienen de dónde echar mano, y si acaso les faltara poder “prestarse” de otro apartado, con el ánimo cierto de “pagarlo” en cuanto se pueda.

Desde luego para fomentar este hábito habrá que sentarse y ver los ingresos y egresos que se tienen, y en caso de tener deudas salir de ellas lo más pronto posible. El gastar más de lo que se recibe deriva en una situación que puede llevar a una crisis difícil de sortear, ya sea por endeudamiento o por no contar con efectivo a la hora de algún problema individual o familiar. Se aplica también a nivel social, incluso gubernamental. No caigamos en estas circunstancias si podemos evitarlo. Y lo podemos hacer si planeamos con tiempo y con esfuerzo. ¿Lo ven?




Dos acciones habituales que pueden parecer anticuadas sirvieron en anteriores generaciones y pueden hacerlo en las nuevas. Es cuestión de ponerlas en práctica aunque para algunos –o muchos- no merezcan importancia o difícilmente se acostumbren a ellas.

La primera es la que se conocía –quizás aún así sea- como “domingo”. Los infantes esperaban, a veces ansiosos, recibir de sus padres, tíos o abuelos, precisamente los domingos, una pequeña –muy pocas veces grande- cantidad de dinero con la que a veces corrían a la tienda de la esquina a comprar dulces u otro tipo de golosinas, o bien algún juguete o algo que necesitaran en ese momento. Muchos de ellos no gastaban todo lo recibido, pues sabían que podían utilizar el resto en la semana o bien echar algo al “cochinito” para ir juntando algo para el futuro.

Fuera de lo económico, que servía para ir conociendo, a esas edades tempranas o un poco grandes, el valor del dinero y fomentar el hábito del ahorro, el “domingo” también resaltaba el valor de ese primer día de la semana (aunque algunos consideren que el primer día es el lunes). Ese día, para no pocos era día de visita familiar, para los niños de encuentro con los primos u otros amiguitos, dedicado, aunque fuera por un rato a jugar, conocerse, cambiar impresiones y, por qué no decirlo, a quererse más. También a sentirse miembros de la familia mayor en convivencia entre niños y adultos de distintas edades.

El domingo se hacía énfasis en su sentido religioso como día dedicado al Señor, y en el descanso precisamente por ello; en fin un día especial distinto a los demás de la semana. Resaltar ese valor dominical haría hoy, como ayer, un bien a la sociedad.

La segunda acción se refiere a la costumbre no sólo de ahorrar sino de ver para qué hacerlo y cómo. Hay personas hoy como ayer, aunque pocas, que se habitúan a apartar sus ingresos dividiéndolos para distintas necesidades y guardando cada determinado tiempo, sea por semana, quincena o mes, cantidades según se requieran: para medicinas, gastos del mandado, ahorro, arreglos de la casa, gasolina, pago de servicios, descompostura del auto o enseres, etcétera, separándolos convenientemente y no mezclándolos. Desde luego dejan una partida para gastos personales y habituales.

En un momento dado, cuando se presenta algún accidente, una enfermedad, un imprevisto, una necesidad de arreglar el auto o dar una manita a la vivienda, tienen de dónde echar mano, y si acaso les faltara poder “prestarse” de otro apartado, con el ánimo cierto de “pagarlo” en cuanto se pueda.

Desde luego para fomentar este hábito habrá que sentarse y ver los ingresos y egresos que se tienen, y en caso de tener deudas salir de ellas lo más pronto posible. El gastar más de lo que se recibe deriva en una situación que puede llevar a una crisis difícil de sortear, ya sea por endeudamiento o por no contar con efectivo a la hora de algún problema individual o familiar. Se aplica también a nivel social, incluso gubernamental. No caigamos en estas circunstancias si podemos evitarlo. Y lo podemos hacer si planeamos con tiempo y con esfuerzo. ¿Lo ven?