/ martes 6 de noviembre de 2018

Un día sin celular

Recientemente leí el libro “De la estupidez a la locura”, de Umberto Eco, obra póstuma que él mismo entregó a la imprenta días antes de morir. En uno de sus artículos menciona que no tenía cuenta de Twitter ni Facebook, sin embargo, un día una señora se le aproximó para agradecerle el intercambio de mensajes que tenían por Twitter. Sorprendido, intentó explicar que no se trataba de él, y al ver su confusión, desistió de desmentirla. Dijo en forma de burla, que si estaba en Twitter, existía. Tuiteo ergo sum. En orto artículo, indica que el celular se ha convertido en un instrumento de comunicación excesiva entre las personas, añadiendo el “bombardeo” de información que se recibe por internet en el mismo celular. Se pregunta si aún se puede vivir sin móvil, puesto que vivir para el móvil nos priva de cualquier momento de reflexión solitaria. Y sobre el móvil, de acuerdo a datos del informe anual Mobile Economy de la GSMA (Global System for Mobile Communications) al finalizar el 2017, el número de usuarios de esos aparatitos alcanzó los 5,000 millones; el estudio prevé que, para el 2025, se añadirán casi mil millones de usuarios.


Es decir, en su mayoría, la población mundial está intercomunicada a través del internet y con celulares, lo que ha provocado una aceleración en el estilo de vida de las personas, sometida a grandes transformaciones. Si bien, el celular llegó para bien, es decir, para estar en contacto con otras personas, llamar en caso de emergencia y obtener información, también llegó para mal, pues ¿acaso ha comenzado a controlarnos? Numerosos son ya los estudios que muestran que el celular puede generar dependencia y se convierte en problema cuando deja de ser útil y nos convertimos en sus esclavos.


Este fin de semana estuve en Majalca, lugar que considero segundo hogar, y tan pronto llegamos, se fue la señal de internet. En lugar de redes sociales y contestar mensajes, tomé fotografías, escuché el trinar de las aves, disfruté excelentes conversaciones y me sumergí en el presente. Fue momento de tomar una pausa y dejar la preocupación y ansiedad generadas por el aparatito; los celulares nos conectan con la gente que no está, pero nos desconectan de la gente real. En la noche, al observar las estrellas, pensé que era mejor regresar a la frase original “Cogito ergo sum” (pienso, luego existo) de Descartes (al poder de la mente, no del Facebook), que la sátira propuesta por Eco y comenzar a disfrutar más de la vida “real” y mejorar nuestra calidad de vida. La psicóloga Juri indica que cuando el deseo por estar conectados con este aparato es más fuerte que nuestra voluntad, el primer paso para salir es la abstinencia, tal como AA.


yanez_flor@hotmail.com


Recientemente leí el libro “De la estupidez a la locura”, de Umberto Eco, obra póstuma que él mismo entregó a la imprenta días antes de morir. En uno de sus artículos menciona que no tenía cuenta de Twitter ni Facebook, sin embargo, un día una señora se le aproximó para agradecerle el intercambio de mensajes que tenían por Twitter. Sorprendido, intentó explicar que no se trataba de él, y al ver su confusión, desistió de desmentirla. Dijo en forma de burla, que si estaba en Twitter, existía. Tuiteo ergo sum. En orto artículo, indica que el celular se ha convertido en un instrumento de comunicación excesiva entre las personas, añadiendo el “bombardeo” de información que se recibe por internet en el mismo celular. Se pregunta si aún se puede vivir sin móvil, puesto que vivir para el móvil nos priva de cualquier momento de reflexión solitaria. Y sobre el móvil, de acuerdo a datos del informe anual Mobile Economy de la GSMA (Global System for Mobile Communications) al finalizar el 2017, el número de usuarios de esos aparatitos alcanzó los 5,000 millones; el estudio prevé que, para el 2025, se añadirán casi mil millones de usuarios.


Es decir, en su mayoría, la población mundial está intercomunicada a través del internet y con celulares, lo que ha provocado una aceleración en el estilo de vida de las personas, sometida a grandes transformaciones. Si bien, el celular llegó para bien, es decir, para estar en contacto con otras personas, llamar en caso de emergencia y obtener información, también llegó para mal, pues ¿acaso ha comenzado a controlarnos? Numerosos son ya los estudios que muestran que el celular puede generar dependencia y se convierte en problema cuando deja de ser útil y nos convertimos en sus esclavos.


Este fin de semana estuve en Majalca, lugar que considero segundo hogar, y tan pronto llegamos, se fue la señal de internet. En lugar de redes sociales y contestar mensajes, tomé fotografías, escuché el trinar de las aves, disfruté excelentes conversaciones y me sumergí en el presente. Fue momento de tomar una pausa y dejar la preocupación y ansiedad generadas por el aparatito; los celulares nos conectan con la gente que no está, pero nos desconectan de la gente real. En la noche, al observar las estrellas, pensé que era mejor regresar a la frase original “Cogito ergo sum” (pienso, luego existo) de Descartes (al poder de la mente, no del Facebook), que la sátira propuesta por Eco y comenzar a disfrutar más de la vida “real” y mejorar nuestra calidad de vida. La psicóloga Juri indica que cuando el deseo por estar conectados con este aparato es más fuerte que nuestra voluntad, el primer paso para salir es la abstinencia, tal como AA.


yanez_flor@hotmail.com