/ sábado 17 de agosto de 2019

Un Estado avasallador

Agustín Laje, politólogo y periodista de Córdova, Argentina, se pregunta: ¿Qué es la ideología de género?: “Un conjunto de ideas anticientíficas que con propósitos políticos autoritarios desarraigan de la sexualidad humana su naturaleza y la explican exclusivamente a partir de la cultura. Su idea medular es que sexualmente hemos sido construidos por nuestro entorno y en consecuencia estamos llamados a desconstruirnos”.

Explica que la ideología tiene dos grandes acepciones: una acepción clásica que la entiende como un conjunto de ideas contrarias a la razón, contrarias a la ciencia; por ejemplo la de Carlos Marx que veía a la ideología como un espejo donde uno veía su imagen invertida, las pies para arriba y la cabeza para abajo.

“Otra acepción de ideología la brinda hoy en día la ciencia política, que entiende la ideología un conjunto de ideas que al margen de su veracidad o de su error sirven para movilizar grupos sociales y políticos específicos”.

Afirma que ambas acepciones se oponen a la ciencia biológica, a la anatomía, a fisiología, a la sicobiología, a la genética, a la embriología, a las neurociencias. “Se consideran un conjunto de ideas mistificadoras y falsas que sirven para catalizar la movilización política de dos grupos específicos: las feministas más radicales, por un lado, y los movimientos LGBT por el otro”.

El problema con la ideología de género es que representa un grave ataque a las libertades individuales de las mayorías. Partamos de la realidad de que la ideología de género no se puede sostener sin el concurso del Estado, es decir, no hay ideología de género sin estatismo. Cualquier país de Occidente que esté aplicando políticas de género representa un Estado en constante expansión, a expensas de la libertad individual de sus ciudadanos.

¿Que las personas tienen el derecho de autodefinirse como les venga en gana? Sí, sin duda. Lo que no tienen derecho es que en grupo de semejantes intenten obligar a los ciudadanos a que se les perciba como ellos se autoperciben y, mucho menos, obligar a los demás a financiar sus ideas. “Mucho menos meterse en la conciencia de nuestros hijos y educarlos a través de un sistema adoctrinante, para que ellos crezcan inducidos en su ideología de género”.

Afirma que sus impulsores han llegado a considerar que los demás no sabemos hablar y estas élites de la ideología de género pretenden reeducar nuestra forma de expresarnos, con un argumento que denominan “lenguaje inclusivo”, pero que, en el fondo, es la imposición del uso de sus términos lingüísticos específicos.

“Tanto se mete el Estado en tu vida, bajo la hegemonía de la ideología de género, que pretenden penalizar aquellos que no coincidan con las posiciones de las personas pro ideología de género”.

Lo bueno es que en América Latina tenemos aún la posibilidad de frenarlo, todavía estamos a tiempo para decirle no a la ideología de género, sí a la vida, sí a la familia, sí a la libertad. Restringir un Estado avasallador de los derechos individuales de sus ciudadanos a los que pretende decirles qué pensar, qué no pensar, cómo hablar y cómo no hablar.

Concluye que nadie que defienda verdaderamente la libertad individual puede estar en favor de una ideología que no solamente amplifica las dimensiones del Estado, sino que se mete con lo más íntimo del ser humano: con su conciencia

Agustín Laje, politólogo y periodista de Córdova, Argentina, se pregunta: ¿Qué es la ideología de género?: “Un conjunto de ideas anticientíficas que con propósitos políticos autoritarios desarraigan de la sexualidad humana su naturaleza y la explican exclusivamente a partir de la cultura. Su idea medular es que sexualmente hemos sido construidos por nuestro entorno y en consecuencia estamos llamados a desconstruirnos”.

Explica que la ideología tiene dos grandes acepciones: una acepción clásica que la entiende como un conjunto de ideas contrarias a la razón, contrarias a la ciencia; por ejemplo la de Carlos Marx que veía a la ideología como un espejo donde uno veía su imagen invertida, las pies para arriba y la cabeza para abajo.

“Otra acepción de ideología la brinda hoy en día la ciencia política, que entiende la ideología un conjunto de ideas que al margen de su veracidad o de su error sirven para movilizar grupos sociales y políticos específicos”.

Afirma que ambas acepciones se oponen a la ciencia biológica, a la anatomía, a fisiología, a la sicobiología, a la genética, a la embriología, a las neurociencias. “Se consideran un conjunto de ideas mistificadoras y falsas que sirven para catalizar la movilización política de dos grupos específicos: las feministas más radicales, por un lado, y los movimientos LGBT por el otro”.

El problema con la ideología de género es que representa un grave ataque a las libertades individuales de las mayorías. Partamos de la realidad de que la ideología de género no se puede sostener sin el concurso del Estado, es decir, no hay ideología de género sin estatismo. Cualquier país de Occidente que esté aplicando políticas de género representa un Estado en constante expansión, a expensas de la libertad individual de sus ciudadanos.

¿Que las personas tienen el derecho de autodefinirse como les venga en gana? Sí, sin duda. Lo que no tienen derecho es que en grupo de semejantes intenten obligar a los ciudadanos a que se les perciba como ellos se autoperciben y, mucho menos, obligar a los demás a financiar sus ideas. “Mucho menos meterse en la conciencia de nuestros hijos y educarlos a través de un sistema adoctrinante, para que ellos crezcan inducidos en su ideología de género”.

Afirma que sus impulsores han llegado a considerar que los demás no sabemos hablar y estas élites de la ideología de género pretenden reeducar nuestra forma de expresarnos, con un argumento que denominan “lenguaje inclusivo”, pero que, en el fondo, es la imposición del uso de sus términos lingüísticos específicos.

“Tanto se mete el Estado en tu vida, bajo la hegemonía de la ideología de género, que pretenden penalizar aquellos que no coincidan con las posiciones de las personas pro ideología de género”.

Lo bueno es que en América Latina tenemos aún la posibilidad de frenarlo, todavía estamos a tiempo para decirle no a la ideología de género, sí a la vida, sí a la familia, sí a la libertad. Restringir un Estado avasallador de los derechos individuales de sus ciudadanos a los que pretende decirles qué pensar, qué no pensar, cómo hablar y cómo no hablar.

Concluye que nadie que defienda verdaderamente la libertad individual puede estar en favor de una ideología que no solamente amplifica las dimensiones del Estado, sino que se mete con lo más íntimo del ser humano: con su conciencia