/ jueves 25 de junio de 2020

Un gobierno delirante

Delirio: creer absolutamente algo que se ha probado que es irreal o falso. Casi como un socialismo cubano. Usualmente, sólo es un delirio si no es coherente con las opiniones que la persona tenía hasta ese momento. Pero, ¿qué tal si la realidad es tan evidente que se reprimen las experiencias que contradicen el delirante modelo mental durante toda una vida? Sólo queda pensar que una política pública perjudicial sólo puede promoverse con un estado mental anormal, psicótico o por malicia pura y dura, salvo que lo normal sea más un consenso que una realidad fáctica fundamental.

Los delirios pueden ser tan variados y extraños como las alucinaciones, pero suelen ser más persistentes. Es más fácil convencer a alguien de que las voces que oye en sus alucinaciones no son reales, que a un delirante que es falso que todos lo persiguen o conspiran contra él. De acuerdo con el neurobiólogo Dean Burnett, el origen de los delirios está en los sistemas cerebrales dedicados a interpretar lo que ocurre y a distinguir lo que debería ocurrir, con posibles daños en los lóbulos frontales o el sistema que detecta amenazas (cuerpo amigdalino, hipotálamo y glándula pituitaria).

El presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ¿es delirante? Dependerá de la reciprocidad que crea tener con el mundo. En todos los delirios el cerebro espera que suceda algo, percibe que sucede otra cosa y, para resolver la disparidad, acude a soluciones basadas en conclusiones absurdas y declaraciones excéntricas. A la larga, AMLO llegará a un desgaste progresivo producido por el estímulo excesivo de las ideas que llevan a los delirios, agotando los recursos neuronales, haciendo al cerebro menos apto para cambiar y adaptarse, y que los delirios sean más insistentes.

AMLO no dejará de crear mundos nuevos, llenos de Nirvana (felicidad); seguirá viendo adversarios en cada esquina (Complejo del Enemigo); insistirá que la iniciativa privada le roba sus ideas o que vive una ficción televisada (Síndrome de Truman). Tal vez, llegue a pensar que alguien lee o escucha sus pensamientos, pero con una neuroplasticidad a la baja, AMLO será cada vez más incapaz de formar nuevas conexiones neuronales para activar su aprendizaje, lo que le impedirá una eficiente respuesta de afrontamiento para reaccionar con normalidad a los estímulos adversos y al estrés.

No extrañaría que todo esto pudiera afectar otras funciones cerebrales relacionadas con distorsión de recuerdos, emociones o motivadores, repitiendo actos irracionales o alteraciones en el control de impulsos, nada bueno para México ni para quien desea tomar todas las decisiones con preferencia a lo que haría cualquier institución burocrática, especialista universitario, asociación civil o persona corriente con sentido común. agusperezr@hotmail.com


Delirio: creer absolutamente algo que se ha probado que es irreal o falso. Casi como un socialismo cubano. Usualmente, sólo es un delirio si no es coherente con las opiniones que la persona tenía hasta ese momento. Pero, ¿qué tal si la realidad es tan evidente que se reprimen las experiencias que contradicen el delirante modelo mental durante toda una vida? Sólo queda pensar que una política pública perjudicial sólo puede promoverse con un estado mental anormal, psicótico o por malicia pura y dura, salvo que lo normal sea más un consenso que una realidad fáctica fundamental.

Los delirios pueden ser tan variados y extraños como las alucinaciones, pero suelen ser más persistentes. Es más fácil convencer a alguien de que las voces que oye en sus alucinaciones no son reales, que a un delirante que es falso que todos lo persiguen o conspiran contra él. De acuerdo con el neurobiólogo Dean Burnett, el origen de los delirios está en los sistemas cerebrales dedicados a interpretar lo que ocurre y a distinguir lo que debería ocurrir, con posibles daños en los lóbulos frontales o el sistema que detecta amenazas (cuerpo amigdalino, hipotálamo y glándula pituitaria).

El presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ¿es delirante? Dependerá de la reciprocidad que crea tener con el mundo. En todos los delirios el cerebro espera que suceda algo, percibe que sucede otra cosa y, para resolver la disparidad, acude a soluciones basadas en conclusiones absurdas y declaraciones excéntricas. A la larga, AMLO llegará a un desgaste progresivo producido por el estímulo excesivo de las ideas que llevan a los delirios, agotando los recursos neuronales, haciendo al cerebro menos apto para cambiar y adaptarse, y que los delirios sean más insistentes.

AMLO no dejará de crear mundos nuevos, llenos de Nirvana (felicidad); seguirá viendo adversarios en cada esquina (Complejo del Enemigo); insistirá que la iniciativa privada le roba sus ideas o que vive una ficción televisada (Síndrome de Truman). Tal vez, llegue a pensar que alguien lee o escucha sus pensamientos, pero con una neuroplasticidad a la baja, AMLO será cada vez más incapaz de formar nuevas conexiones neuronales para activar su aprendizaje, lo que le impedirá una eficiente respuesta de afrontamiento para reaccionar con normalidad a los estímulos adversos y al estrés.

No extrañaría que todo esto pudiera afectar otras funciones cerebrales relacionadas con distorsión de recuerdos, emociones o motivadores, repitiendo actos irracionales o alteraciones en el control de impulsos, nada bueno para México ni para quien desea tomar todas las decisiones con preferencia a lo que haría cualquier institución burocrática, especialista universitario, asociación civil o persona corriente con sentido común. agusperezr@hotmail.com